lunes, 3 de diciembre de 2018

'Superlópez': clavo que sobresale, martillazo


Hace unos años se estrenaron dos adaptaciones de Bruguera que creo que se merecieron un mejor recibimiento: Anacleto, agente secreto (2015) y Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo (2014). Las dos eran visiones arriesgadas de esos personajes, les pedían al espectador que pusiese de su parte. A mí me gustó especialmente la de Anacleto, dirigida por Ruiz Caldera. Más que una adaptación, era una secuela que se atrevía a mostrar lo que no se había visto en los tebeos, lo que venía después, algo impensable en cualquier película de Marvel y DC. Aún más, descolocaba al espectador trasladando la inofensiva violencia de las revistas infantiles a un contexto más verosímil. Anacleto ya no era un simpático monigote, sino un «genocida» (se lo llama su hijo) que al mismo tiempo podía sobrevivir a una caída de 20 metros sin hacerse un rasguño.

A esas dos películas les pasó lo que dice el padre de Superlópez: «Clavo que sobresale, martillazo». Hay una lectura política en esta frase que no comparto, pero por desgracia se ajusta a estas adaptaciones de Ruiz Caldera. Lo que dice la taquilla es que el público español prefiere películas que arriesguen menos, que sean más cómodas y familiares. Además, para poder cubrir el presupuesto, no se trata sólo de atraer a la máxima cantidad de espectadores españoles, sino que la cinta tiene que despertar interés en el mercado internacional. Esto obliga a tener que tirar por el camino más convencional, a una historia esquemática de orígenes, con un humor familiar que no sea comprometido, y que tenga muchas escenas de acción. Tiene que ser una película que dé importancia a la parodia de Superman, y que busque ese público amplio (desde niños a ancianos) de un producto de Telecinco.

Hay que valorar Superlópez dentro de estos límites. Aceptando estos peajes, la película cumple. El guión es esquemático y no pretende ser innovador, pero también es funcional y los chistes, simpáticos. Es un tipo de humor para el gran público que a mí no me hace especial tilín, pero en mi sala la gente estallaba en carcajadas y comentaban las ocurrencias en susurros. Los efectos especiales y decorados son baratos comparados con según qué películas, pero se han sabido utilizar para que en buena parte del metraje queden mejor que resultones.

Los efectos especiales se miden en euros, pero el talento de los actores, no (o no tanto). Para mí, Alexandra Jiménez (Luisa Lanas), Pedro Casablanc y Gracia Olayo (padres adoptivos de Superlópez) brillan cada vez que salen en pantalla, también porque el guión les da mucho juego. Dani Rovira construye su López/Superlópez en la línea de sus papeles habituales, un tipo entre pusilánime y tierno. Está alejado del personaje de los tebeos, pero me parece que funciona bien comparado con lo seguro y resolutivo que es el resto del reparto, es lo que le diferencia. Lo único en lo que Rovira no consigue dar el pego es en el Superlópez del final, cuando el guión le pide una presencia más imponente.

No me interesa hablar de cómo funciona una película como adaptación, porque la mayoría de las veces me sobra esa valoración. Una película debería funcionar de manera independiente al original y expresarse a su manera. A nadie le molesta que Jungla de cristal (1988) o El planeta de los simios (1968) sean malas adaptaciones, el público solo les pedía que fuesen buenas películas. Si acaso, lo único que echo en falta son algunos gestos (como los bolsazos) y frases («medianía», «mecachis»...) que deberían definir a los personajes, pero que aquí se han quedado reducidos a guiños sutiles para los lectores. Aún así, la película tiene muchos detalles curiosos: petisos, cómics de Bruguera y Superlópez en pantalla, una nave extraterrestre de La caja de pandora (1983), un planeta diseñado como Hipotecarión (2007), Superlópez enfrentado a gente disfrazada que pide dinero en la calle como en En busca del templo perdido (2008)... Y especialmente, el nombre del padre chitoniano de Superlópez.

Como película, sigue el consejo de la madre del protagonista: hay que ser mediocre. Superlópez no entusiasma, pero tampoco hay motivos para destrozarla. Me parece que por eso el público va a asistir en masa a las salas de cine. Si esto significa una posible secuela y mejores ventas de los tebeos (con un contenido mucho menos mainstream), bienvenida sea esta «medianía».