miércoles, 25 de marzo de 2020

Somos Robinsones


Hoy llevo dos semanas de cuarentena. Me ha venido a la cabeza Robinson (2018), el último cómic de Superlópez en el que el tema principal era la adicción a los teléfonos móviles. En pocas líneas, López/Superlópez se da cuenta de que la sociedad se está dejando de comunicar por culpa de los móviles y las redes sociales, por lo que se ve convertido de algún modo en un Robinson moderno, aislado del resto de la sociedad.

Con lo que estamos pasando se está haciendo evidente que no ha sido internet lo que nos ha aislado, sino lo que nos está ayudando a mantenernos comunicados. Los móviles, los ordenadores, las redes sociales... nos están dando información, ocio, cariño... aunque mezclado, por desgracia, con miedo, odio y mentiras. Pero vaya, no me quiero imaginar cómo estaríamos ahora si no tuviésemos una herramienta tan útil para comunicarnos.

sábado, 21 de marzo de 2020

Balas perdidas n.º 6: Asesinos


Vuelvo a dar la matraca: Balas perdidas puede que sea una de las mejores colecciones de cómics que se publica actualmente. Cuando me enteré de que David Lapham iba a continuar la colección después de haberla parado en 2005 me alegré. Tenía algo de miedo de que estuviese trabajando a medio gas, incapaz de recuperar la pasión de los años 90 y los 2000. También tenía miedo de que sólo estuviese reactivando de cualquier manera esta propiedad intelectual con la única intención de vendérsela a Netflix o a HBO. Después de haber leído el que puede ser el mejor tomo de la colección se me han ido todos los miedos.

Este tomo, Asesinos corrige lo que me parecieron errores en el anterior tomo. En Hazañas y travesuras Virginia Applejack se había convertido en una justiciera de instituto, una deriva más bien superheroica que sonaba a atajo y no a acierto inspirado. No encajaba demasiado en una colección que se aleja siempre de los clichés y las soluciones facilonas.

El segundo acierto de Asesinos es poner distancia con este personaje y colocarlo en un segundo plano. Una de las virtudes de Balas perdidas era su naturaleza coral, de semi antología, en la que cada capítulo un nuevo personaje acaparaba el protagonismo. Desde el cuarto tomo David Lapham se ha centrado especialmente en Virginia, una decisión que no me terminaba de convencer en el quinto tomo (lo dicho, justiciera de instituto). En Asesinos no recuperamos el estilo coral, pero tenemos un nuevo personaje, Eli, que se coloca entre Virginia y el lector. Ya no la vemos a ella como la ex fugitiva que ha salido de una experiencia traumática, sino desde el punto de vista de Eli. Con él somos capaces de verla desde fuera, de darnos cuenta de su naturaleza tóxica y recordar que los asesinatos y el crimen no son algo atractivo.

Asesinos, más que ningún otro tomo hasta este momento, pone el acento en lo imprevisible. Hemos visto cómo un conjunto de accidentes empujaron a Virginia desde niña a huir de asesinos a sueldo y a sufrir experiencias extremas que le han llevado a normalizar el ambiente criminal. Con todo lo que sabemos de Virginia, Lapham aquí nos pregunta si se puede salir de ahí, si es posible que Virginia pueda mantener relaciones personales sanas, si encajará algún día en la sociedad y, sobre todo, si es una buena o una mala persona. Le toca al lector contestar estas preguntas. Ya veremos si Lapham quiere darnos su propia opinión en el siguiente tomo.

lunes, 16 de marzo de 2020

Envejecer en cómics: 'Rusty Brown' y 'Toda una vida'


Los cómics de superhéroes de Marvel y de DC son un caso de serial de ficción bastante particular porque sus historias se ambientan en la actualidad de manera ininterrumpida desde hace más de 50 años. Es decir, se mueven en la contradicción de que un personaje como Iron Man tenga 30 años eternamente y que a esa edad haya vivido al mismo tiempo la guerra de Vietnam y el ataque a las Torres Gemelas.

La premisa de Toda una vida (2019) es muy atractiva porque pretende aprovecharse de esa incongruencia temporal y corregirla para plantear un nuevo tipo de cómic de superhéroes: ¿Y si Spiderman hubiese envejecido en tiempo real desde los años 60? La idea me recuerda a películas como Boyhood (2014) o El curioso caso de Benjamin Button (2008) porque parece que quiere hablarnos de cómo cambiamos nosotros al mismo tiempo que evoluciona nuestro contexto y cómo se relacionan estas dos evoluciones paralelas.

Me habría gustado haber leído un cómic así y no una propuesta tan desangelada como la del guionista Chip Zdarsky, que se ha limitado a escribir seis «What if...?» ambientados cada uno en una década de los cómics de Spiderman. No se puede negar que funcionan como historias imaginarias basadas en la saga del clon, la última cacería de Kraven o Civil War y demás, pero no le encuentro otras aspiraciones más allá de esto. El objetivo de Toda una vida es ser un regalo al fan de Spiderman, al lector que va a ser capaz de reconocer todos los guiños y referencias a 60 años de historia.


En realidad, más que hablar de lo que hay, dan ganas de hablar de todo lo que se echa en falta. Por ejemplo, no tengo la sensación de que se aproveche la posibilidad de ver a Spiderman viviendo en tiempo real la segunda mitad del siglo XX. No vemos la evolución de la tecnología, la cultura o sucesos históricos relevantes y cómo todo esto afectó al personaje. Por poner un ejemplo, Spiderman cambia de traje en cada número y no da la sensación de que cada uno sea un reflejo de la moda o la tecnología de cada década.

Tampoco llega a ser interesante la edad del personaje. A pesar de toda la experiencia acumulada, Spiderman mantiene las inseguridades adolescentes a los 60 años. Peter Parker es un estudiante de instituto creíble, pero no encaja ni como padre ni como esposo. Si no se analiza con un mínimo de cuidado la evolución de su personalidad a medida que envejece, es comprensible que el guionista tome atajos también cuando trata el apartado profesional de Peter Parker. Nos tenemos que creer que un huérfano con dificultades económicas y al que le cuesta conciliar su vida personal con sus aventuras superheroicas sería capaz de fundar una importante empresa tecnológica. Nos lo tenemos que creer, digo, porque no se explica cómo un milagro como este ha sido posible.

Por supuesto, parte de la responsabilidad de que un cómic así no desarrolle todo su potencial es del dibujante, un Mark Bagley muy desubicado en un cómic que pedía mucho trabajo de documentación histórica. Incluso podría haber sido interesante que cada número se hubiese dibujado con el estilo más representativo de su década, o que un dibujante diferente se hubiese encargado de cada número. Incluso dejando a un lado todo eso, lo mínimo era ver cómo los rasgos del protagonista envejecen de manera verosímil número a número.


Me siento decepcionado especialmente porque cuando me puse con Toda una vida acababa de leer el último cómic de Chris Ware, Rusty Brown (2019). El tono de estos dos cómics es opuesto, es verdad, y puede ser injusto compararlos. El cómic de Spiderman es un pasatiempo distraído, mientras que Chris Ware suele hablar de una manera más existencial. Voy a ignorar la mayoría de los capítulos y me voy a quedar con el de Jordan Lint, un cómic de unas 80 páginas que muestra «en tiempo real» los aproximadamente 80 años de vida del protagonista, al ritmo de un año por página.

Dejemos a un lado que Ware narra las primerísimas páginas de Jordan Lint desde el punto de vista de un niño, es decir, con un lenguaje visual y textual simple que se vuelve complejo poco a poco. Dejemos a un lado las decisiones que toma Ware para resumir todo un año en cada página. Dejemos a un lado esos dos aspectos para comparar lo que tiene en común con Toda una vida. En este capítulo de la primera entrega de Rusty Brown (ya veremos cuánto publican el segundo tomo), como poco vemos un envejecimiento verosímil a varios niveles. Le vemos cambiar físicamente de forma gradual, vemos cómo cambia su forma de relacionarse con los demás y su forma de ver el mundo, cómo cambia la tecnología...

Si le doy otra vuelta, incluso podría decir que un tema común de los cómics de Chris Ware sería el efecto del paso del tiempo en las personas. Otro de los capítulos que más me han gustado del tomo habla de William Brown, el padre de Rusty, que escribió un inquietante relato de ciencia ficción en su juventud. Unas pocas páginas después descubrimos que ese relato es un reflejo lejano de la experiencia y las inseguridades del propio William, del mismo modo que todas las ficciones en realidad son la expresión de detalles autobiográficos de sus autores. Los años pasan, pero William no olvida el motivo por el que escribió aquel relato en su juventud.

No dejo de pensar en las posibilidades que había en Toda una vida, en cómo una idea tan inteligente podría haberse convertido en uno de los mejores cómics de superhéroes de los últimos años. Podría haber sido un cómic apto para cualquier lector que no conozca la biografía del personaje, que hubiese contrastado con la atemporalidad del resto de cómics de superhéroes. Podría, al menos, haber mostrado el envejecimiento de una manera más verosímil, como en Rusty Brown. Podría haber sido mucho más que un cómic entretenido que van a disfrutar, más que nadie, los fans de Spiderman.