jueves, 28 de diciembre de 2017

Giant days 2 (John Allison, Lissa Treiman, Max Sarin)


Las aventuras universitarias de las británicas Susan, Esther y Daisy continúan en este segundo tomo. Había comentado en la reseña del anterior que tenía la sensación de que el segundo volumen estaría mejor contruido, más ordenado y centrado. Y así creo que ha sido.

Recordaba que me gustaba mucho el entusiasmo juvenil de esta colección, la forma de representar ambientes universitarios y la expresividad tipo meme de internet de los personajes. Leyendo este tomo me ha sorprendido que no me diese cuenta de lo trabajados que están los diálogos, de lo ingeniosa que es cada frase y cada réplica. Teniendo en cuenta la prisa con la que tienen que trabajar los autores en la industria americana, es un milagro que aquí guión y dibujo acumulen tanto ingenio en cada viñeta.

Estamos hablando de universitarios, así que las tramas tiran principalmente por lo más obvio de esta época: los estudios y el amor. Creo que habrá poca gente que no se identifique con cómo Esther se preocupa por los exámenes pero es incapaz de concentrarse, del mismo modo que alguno de los amores y los desamores de los personajes nos recuerdan a alguna experiencia personal. No digo que los mejores puntos de este cómic estén en la identificación del lector, porque por ejemplo también hay un gag maravilloso en el que descubrimos que todos los fumadores se conocen entre sí y consideran a sí mismo un movimiento social. Pero qué le voy a hacer, me ha encantado ver a Esther como adicta a Instagram.

A la mitad el tomo se presenta la nueva dibujante de la colección, Max Sarin, que sustituye a una Lissa Treiman que tiene que volver a sus obligaciones dentro de la empresa Disney. El cambio podría haber afectado mucho a la personalidad de la serie, pero por suerte le sigo viendo las mismas virtudes al dibujo. Habrá que ver si mantiene el buen nivel.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Un mal viaje al oeste (Mickeyman)


Me decía un amigo que Jan es el único dibujante (o de los únicos) que cuando se va de turismo no hace un cuaderno de viaje, sino un cómic. Creo que estos cómics turísticos (Periplo búlgaro, La Banda del Dragón Despeinado...) se pueden comparar con este libro del dibujante taiwanés Mickeyman. Jan nos enseñaba las curiosidades de los países a los que viajaba desde el punto de vista de un español. Mickeyman nos habla de su visita a España y Francia desde el punto de vista de alguien de fuera.

En el invierno de 2011 a 2012 Mickeyman tenía tres objetivos: viajar a Valencia para pasar un tiempo con su novia, hacer turismo por España (nunca se separa de su cámara de fotos) y asistir al Festival de Angoulême de ese año, en el que Taiwán era el país invitado. Para su desgracia, todo lo que podía ir mal fue peor, pero es lo que le da gracia a leer sus experiencias. Su relato es en gran parte una colección de quejas y lamentos, decepciones, enfados... junto con sus explicaciones sobre el parque infantil de Gulliver en Valencia, su experiencia en la cabalgata de los Reyes Magos o su sorpresa al descubrir la pasión por los cómics que hay en Angoulême.


El libro es tal y como Mickeyman se muestra a sí mismo: caótico, emocional, muy intenso. Me gusta especialmente el rasgo que más exagera de sí mismo, su tacañería. Explica por ejemplo cómo sobrevive durante varios días únicamente comiendo pan. Me interesa, por un lado, porque me identifico con ella cuando explica sus trucos para viajar en Ryanair. Por otro, porque tengo curiosidad por saber por qué le da tanta importancia a ese rasgo. ¿Es una autocrítica? ¿Es la broma que le hacen los que le conocen? Sea como sea, creo que es necesario. Un autor que se enseña a sí mismo en una obra y no se ataca con dureza está únicamente presumiendo de sí mismo, haciéndose publicidad. La tacañería de Mickeyman, por cierto, conecta con la de Sarah Andersen: ahorrar en comida, derrochar en cómics.

Hay una estructura improvisada en este cómic que le beneficia. Al aterrizar en Angoulême dejamos atrás al Mickeyman cabreado y triste y nos encontramos con uno que vuelve a apasionarse por los cómics. No solo se reencuentra con clásicos del cómic taiwanés que no había podido leer antes, sino que la presencia y el trabajo de autores occidentales como Art Spiegelman (Maus) o Guy Delisle (Pyongyang) le devuelven la ilusión por su trabajo. Las penurias y disgustos de Un mal viaje al oeste quedan atrás y se convierten en simpáticas anécdotas al llegar a las últimas páginas.

martes, 26 de diciembre de 2017

A machete contra Bruguera: 'Cómo hacer una historieta subdesarrollada'

En julio de 1971 se publicó el último número de la revista Strong. Después de 90 números y 90 semanas, la revista decía adiós a unos lectores a los que había intentado dar el mejor contenido posible entre series francobelgas y españolas.

Precisamente era la propia Strong la que presumía en ese último número de la calidad de sus páginas. En una historieta con guión de J. Potau, se mostraba al director artístico Rai Ferrer exclamar: «¡Ya está bien de publicaciones infantiles tontas, retontas y requetetontas!» poco antes de prender fuego a un montón de tebeos y crear una nueva revista. Era un comentario en la línea de una declaración reciente: «Quisimos hacer un tebeo europeo, rompedor, que no tuviera nada que ver con la escuela Bruguera».

Donde quedó más claro este ataque contra la editorial de los mortadelos y los zipizapes fue en la historieta Cómo hacer una historieta subdesarrollada, de Oli, que ridiculiza los lugares comunes de las páginas de las revistas de Bruguera:


jueves, 14 de diciembre de 2017

Don Talarico. El castillo encantado (Jan)


En los medios es noticia cuando se consigue encontrar una copia con unas nuevas escenas inéditas del Metrópolis de Fritz Lang o cintas de VHS con algunos primerísimos capítulos desaparecidos de Doctor Who. Me ha venido esto a la cabeza mientras leía cómo ha sido posible recuperar este cómic que, aunque fue dibujado en los 70, jamás se llegó a publicar ni parecía que fuese posible hacerlo porque las páginas con los dibujos originales se habían perdido (o robado, según lo interprete cada lector).

La primera página de este cómic está fechada en 1971, la última, en 2017. Han pasado más de 40 años entre ellas para que fuese interesante la idea de restaurar este álbum casi desde la nada, desde fotocopias de las primeras 33 páginas (más incompletas de lo que parece, por lo que se ve en los extras), y algunos bocetos y otras anotaciones para las 10 últimas, con un estilo de dibujo más actual. Este cómic no sólo tiene el interés de que nos permite descubrir, o reencontrar, al Jan de casi 10 años antes de Superlópez. Esta restauración significa además una lucha contra el paso del tiempo y también de algún modo una reivindicación del autor sobre la propiedad intelectual de su trabajo.

Aunque se haya publicado gracias a la buena acogida del anterior álbum, El castillo encantado empieza como si se tratase de un álbum independiente, poco antes de la conquista musulmana en la península ibérica, con una primera viñeta que parodia la leyenda de la cueva de Hércules en Toledo. A partir de ahí Jan va hilando gags, anacronismos, recursos gráficos chocantes, entrañables personajes con debilidades exageradas (pereza, alcoholismo, lujuria apta para todos los públicos...), caídas y golpes, situaciones ridículas que llegan al absurdo... Todo dentro de un ambiente de tontería general en el que nada se llega a tomar en serio. La guerra no es para tanto, y más que personajes parece en este tebeo hay muñecos que juegan entre ellos, como los del recortable que venía de regalo para los 500 primeros compradores.


No me vuelve loco el castellano medieval de los diálogos, y también creo que al álbum le cuesta arrancar en las primeras páginas, en las que se nota que hay mucha documentación histórica detrás. La lectura se vuelve mucho más ágil en cuanto comienza la aventura propiamente dicha, cuando Alfonso I, rey de Asturias, encomienda a don Talarico la reconquista del castillo encantado del título, habitado por monstruos de aspecto animalado. Le acompañan en la aventura el enamoradizo don Mendo (la obra de Muñoz Seca puede ser una influencia en este cómic) y el borrachín mago Melón, aunque los personajes con los que yo me quedo son los que forman el ejército de soldados anónimos. No estamos en un cómic como Pasolargo, que ridiculice las "gloriosas gestas" que a la propaganda del régimen franquista le gustaba exagerar. Sin embargo, las viñetas de multitudes con los comentarios y quejas de los soldados dan pie a ridiculizar el honor y la gloria que se le atribuyen la guerra.

Jan y Jordi Coll deberían estar muy orgullosos. No creo que El castillo encantado se convierta en un super ventas ni que estuviese pensado para serlo, pero a este álbum se le puede definir con una palabra: es un acontecimiento.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Dororo (Osamu Tezuka)


Osamu Tezuka hizo que yo empezase a ver el cómic japonés de una manera diferente. Hasta ese momento yo había ojeado mangas como Bola de Dragón, Doraemon o Evangelion, pero ninguno de ellos me había llamado la atención. Leer Adolf para mí fue una revelación. Nada más terminarlo salté a otros mangas de Tezuka: Buda, Ayako, Oda a Kiri-Hito, La princesa caballero, MW... Ninguno me decepcionó.

Mi chasco llegó con esta "segunda ola" de mangas de Tezuka que han empezado a editarse en estos años. Tanto El libro de los insectos humanos como Alabaster o La canción de Apolo me parecieron curiosos, con detalles destacables, pero muy lejos de aquellas primeras lecturas. Llegué a pensar que era lo normal. Después de editar todas las obras maestras de Tezuka, por fuerza lo que quedaba tenía que ser inferior.

Dororo me reconcilia con el buen recuerdo que tenía de Tezuka. En este caso se trata de una historia de terror y aventura y un relato de aprendizaje en el que los dos personajes centrales compiten por el protagonismo. Hyakkimaru es el equivalente a un caballero andante que anda tras la pista de 48 demonios que al nacer le robaron 48 partes de su cuerpo, y que al mismo tiempo ayuda a la gente necesitada con la que se encuentra. Dororo es por tanto algo parecido a su escudero, un niño ladrón huérfano que le esconde varios secretos.

No sólo me parece la lectura más sólida entre los últimos mangas de Tezuka publicados en España (a excepción de las últimas páginas del tomo, en las que se nota bastante desgana), sino que resume perfectamente su estilo. Tezuka combinaba el humor más tonto con la solemnidad, daba un trasfondo muy trágico a sus historias al mismo tiempo que las llenaba de anacronismos, autoparodia y referencias a la cultura pop. Sabía cómo divertirse haciendo cómics y en ningún momento dibujó de espaldas a los intereses de los lectores.

martes, 5 de diciembre de 2017

Serenity. No power in the 'verse (Chris Roberson, George Jeanty)


Firefly tenía lo necesario para convertirse en una serie de televisión de referencia y, sin embargo, fue cancelada a los 13 capítulos. Ya ha pasado demasiado tiempo como para que sea posible reunir a todo el equipo creativo de nuevo y continuar donde terminó la película. Si queremos saber más sobre estos personajes, solo nos quedan los cómics.

Por lo general, huyo de los cómics de franquicias. Sin haberlos leído me suelen parecer merchandising que no llega a la altura del material con el que está relacionado. Por eso me sorprenden e intentó reivindicar las excepciones que encuentro, como ese Dr. Horrible, and Other Horrible Stories o The Shepherd's Tale. Ahora bien, ni el tomo de esta reseña ni el anterior a este, Leaves on the wind, entrarían en ese grupo.

Dark Horse publicó tres tomos independientes alrededor del universo de Firefly antes de lanzar una colección regular que continuase a partir del final de la película Serenity (2005). En el tomo anterior, el cuarto, Leaves on the wind, se nos mostraba cómo se volvía a reunir la tripulación, la creación de un grupo rebelde tipo 15-M que quería luchar contra la autoritaria Alianza y conocíamos más sobre los experimentos traumáticos a los que fue sometida River. Poco más se podría decir de aquel tomo. El dibujante tal vez no fuese muy bueno con las caras de los actores, pero sí lo era en la inclusión de detalles de fondo que ambientaban perfectamente sus páginas en el universo de la serie.

No power in the 'verse no va mucho más allá. El pasado de River regresa una vez más, mientras que el capitán Malcolm Reynolds y su equipo se las tienen que ver también con rebeldes extremistas que han decidido tomar una posición más agresiva contra la Alianza. El tomo cumple pero no entusiasma. Me quedo con que las últimas páginas dan a entender que los autores son conscientes de que nos han dado una historia de transición y que van a probar algo diferente en la siguiente entrega.