jueves, 28 de diciembre de 2017
Giant days 2 (John Allison, Lissa Treiman, Max Sarin)
Las aventuras universitarias de las británicas Susan, Esther y Daisy continúan en este segundo tomo. Había comentado en la reseña del anterior que tenía la sensación de que el segundo volumen estaría mejor contruido, más ordenado y centrado. Y así creo que ha sido.
Recordaba que me gustaba mucho el entusiasmo juvenil de esta colección, la forma de representar ambientes universitarios y la expresividad tipo meme de internet de los personajes. Leyendo este tomo me ha sorprendido que no me diese cuenta de lo trabajados que están los diálogos, de lo ingeniosa que es cada frase y cada réplica. Teniendo en cuenta la prisa con la que tienen que trabajar los autores en la industria americana, es un milagro que aquí guión y dibujo acumulen tanto ingenio en cada viñeta.
Estamos hablando de universitarios, así que las tramas tiran principalmente por lo más obvio de esta época: los estudios y el amor. Creo que habrá poca gente que no se identifique con cómo Esther se preocupa por los exámenes pero es incapaz de concentrarse, del mismo modo que alguno de los amores y los desamores de los personajes nos recuerdan a alguna experiencia personal. No digo que los mejores puntos de este cómic estén en la identificación del lector, porque por ejemplo también hay un gag maravilloso en el que descubrimos que todos los fumadores se conocen entre sí y consideran a sí mismo un movimiento social. Pero qué le voy a hacer, me ha encantado ver a Esther como adicta a Instagram.
A la mitad el tomo se presenta la nueva dibujante de la colección, Max Sarin, que sustituye a una Lissa Treiman que tiene que volver a sus obligaciones dentro de la empresa Disney. El cambio podría haber afectado mucho a la personalidad de la serie, pero por suerte le sigo viendo las mismas virtudes al dibujo. Habrá que ver si mantiene el buen nivel.
miércoles, 27 de diciembre de 2017
Un mal viaje al oeste (Mickeyman)
Me decía un amigo que Jan es el único dibujante (o de los únicos) que cuando se va de turismo no hace un cuaderno de viaje, sino un cómic. Creo que estos cómics turísticos (Periplo búlgaro, La Banda del Dragón Despeinado...) se pueden comparar con este libro del dibujante taiwanés Mickeyman. Jan nos enseñaba las curiosidades de los países a los que viajaba desde el punto de vista de un español. Mickeyman nos habla de su visita a España y Francia desde el punto de vista de alguien de fuera.
En el invierno de 2011 a 2012 Mickeyman tenía tres objetivos: viajar a Valencia para pasar un tiempo con su novia, hacer turismo por España (nunca se separa de su cámara de fotos) y asistir al Festival de Angoulême de ese año, en el que Taiwán era el país invitado. Para su desgracia, todo lo que podía ir mal fue peor, pero es lo que le da gracia a leer sus experiencias. Su relato es en gran parte una colección de quejas y lamentos, decepciones, enfados... junto con sus explicaciones sobre el parque infantil de Gulliver en Valencia, su experiencia en la cabalgata de los Reyes Magos o su sorpresa al descubrir la pasión por los cómics que hay en Angoulême.
El libro es tal y como Mickeyman se muestra a sí mismo: caótico, emocional, muy intenso. Me gusta especialmente el rasgo que más exagera de sí mismo, su tacañería. Explica por ejemplo cómo sobrevive durante varios días únicamente comiendo pan. Me interesa, por un lado, porque me identifico con ella cuando explica sus trucos para viajar en Ryanair. Por otro, porque tengo curiosidad por saber por qué le da tanta importancia a ese rasgo. ¿Es una autocrítica? ¿Es la broma que le hacen los que le conocen? Sea como sea, creo que es necesario. Un autor que se enseña a sí mismo en una obra y no se ataca con dureza está únicamente presumiendo de sí mismo, haciéndose publicidad. La tacañería de Mickeyman, por cierto, conecta con la de Sarah Andersen: ahorrar en comida, derrochar en cómics.
Hay una estructura improvisada en este cómic que le beneficia. Al aterrizar en Angoulême dejamos atrás al Mickeyman cabreado y triste y nos encontramos con uno que vuelve a apasionarse por los cómics. No solo se reencuentra con clásicos del cómic taiwanés que no había podido leer antes, sino que la presencia y el trabajo de autores occidentales como Art Spiegelman (Maus) o Guy Delisle (Pyongyang) le devuelven la ilusión por su trabajo. Las penurias y disgustos de Un mal viaje al oeste quedan atrás y se convierten en simpáticas anécdotas al llegar a las últimas páginas.
martes, 26 de diciembre de 2017
A machete contra Bruguera: 'Cómo hacer una historieta subdesarrollada'
En julio de 1971 se publicó el último número de la revista Strong. Después de 90 números y 90 semanas, la revista decía adiós a unos lectores a los que había intentado dar el mejor contenido posible entre series francobelgas y españolas.
Precisamente era la propia Strong la que presumía en ese último número de la calidad de sus páginas. En una historieta con guión de J. Potau, se mostraba al director artístico Rai Ferrer exclamar: «¡Ya está bien de publicaciones infantiles tontas, retontas y requetetontas!» poco antes de prender fuego a un montón de tebeos y crear una nueva revista. Era un comentario en la línea de una declaración reciente: «Quisimos hacer un tebeo europeo, rompedor, que no tuviera nada que ver con la escuela Bruguera».
Donde quedó más claro este ataque contra la editorial de los mortadelos y los zipizapes fue en la historieta Cómo hacer una historieta subdesarrollada, de Oli, que ridiculiza los lugares comunes de las páginas de las revistas de Bruguera:
Precisamente era la propia Strong la que presumía en ese último número de la calidad de sus páginas. En una historieta con guión de J. Potau, se mostraba al director artístico Rai Ferrer exclamar: «¡Ya está bien de publicaciones infantiles tontas, retontas y requetetontas!» poco antes de prender fuego a un montón de tebeos y crear una nueva revista. Era un comentario en la línea de una declaración reciente: «Quisimos hacer un tebeo europeo, rompedor, que no tuviera nada que ver con la escuela Bruguera».
Donde quedó más claro este ataque contra la editorial de los mortadelos y los zipizapes fue en la historieta Cómo hacer una historieta subdesarrollada, de Oli, que ridiculiza los lugares comunes de las páginas de las revistas de Bruguera:
jueves, 14 de diciembre de 2017
Don Talarico. El castillo encantado (Jan)
En los medios es noticia cuando se consigue encontrar una copia con unas nuevas escenas inéditas del Metrópolis de Fritz Lang o cintas de VHS con algunos primerísimos capítulos desaparecidos de Doctor Who. Me ha venido esto a la cabeza mientras leía cómo ha sido posible recuperar este cómic que, aunque fue dibujado en los 70, jamás se llegó a publicar ni parecía que fuese posible hacerlo porque las páginas con los dibujos originales se habían perdido (o robado, según lo interprete cada lector).
La primera página de este cómic está fechada en 1971, la última, en 2017. Han pasado más de 40 años entre ellas para que fuese interesante la idea de restaurar este álbum casi desde la nada, desde fotocopias de las primeras 33 páginas (más incompletas de lo que parece, por lo que se ve en los extras), y algunos bocetos y otras anotaciones para las 10 últimas, con un estilo de dibujo más actual. Este cómic no sólo tiene el interés de que nos permite descubrir, o reencontrar, al Jan de casi 10 años antes de Superlópez. Esta restauración significa además una lucha contra el paso del tiempo y también de algún modo una reivindicación del autor sobre la propiedad intelectual de su trabajo.
Aunque se haya publicado gracias a la buena acogida del anterior álbum, El castillo encantado empieza como si se tratase de un álbum independiente, poco antes de la conquista musulmana en la península ibérica, con una primera viñeta que parodia la leyenda de la cueva de Hércules en Toledo. A partir de ahí Jan va hilando gags, anacronismos, recursos gráficos chocantes, entrañables personajes con debilidades exageradas (pereza, alcoholismo, lujuria apta para todos los públicos...), caídas y golpes, situaciones ridículas que llegan al absurdo... Todo dentro de un ambiente de tontería general en el que nada se llega a tomar en serio. La guerra no es para tanto, y más que personajes parece en este tebeo hay muñecos que juegan entre ellos, como los del recortable que venía de regalo para los 500 primeros compradores.
No me vuelve loco el castellano medieval de los diálogos, y también creo que al álbum le cuesta arrancar en las primeras páginas, en las que se nota que hay mucha documentación histórica detrás. La lectura se vuelve mucho más ágil en cuanto comienza la aventura propiamente dicha, cuando Alfonso I, rey de Asturias, encomienda a don Talarico la reconquista del castillo encantado del título, habitado por monstruos de aspecto animalado. Le acompañan en la aventura el enamoradizo don Mendo (la obra de Muñoz Seca puede ser una influencia en este cómic) y el borrachín mago Melón, aunque los personajes con los que yo me quedo son los que forman el ejército de soldados anónimos. No estamos en un cómic como Pasolargo, que ridiculice las "gloriosas gestas" que a la propaganda del régimen franquista le gustaba exagerar. Sin embargo, las viñetas de multitudes con los comentarios y quejas de los soldados dan pie a ridiculizar el honor y la gloria que se le atribuyen la guerra.
Jan y Jordi Coll deberían estar muy orgullosos. No creo que El castillo encantado se convierta en un super ventas ni que estuviese pensado para serlo, pero a este álbum se le puede definir con una palabra: es un acontecimiento.
jueves, 7 de diciembre de 2017
Dororo (Osamu Tezuka)
Osamu Tezuka hizo que yo empezase a ver el cómic japonés de una manera diferente. Hasta ese momento yo había ojeado mangas como Bola de Dragón, Doraemon o Evangelion, pero ninguno de ellos me había llamado la atención. Leer Adolf para mí fue una revelación. Nada más terminarlo salté a otros mangas de Tezuka: Buda, Ayako, Oda a Kiri-Hito, La princesa caballero, MW... Ninguno me decepcionó.
Mi chasco llegó con esta "segunda ola" de mangas de Tezuka que han empezado a editarse en estos años. Tanto El libro de los insectos humanos como Alabaster o La canción de Apolo me parecieron curiosos, con detalles destacables, pero muy lejos de aquellas primeras lecturas. Llegué a pensar que era lo normal. Después de editar todas las obras maestras de Tezuka, por fuerza lo que quedaba tenía que ser inferior.
Dororo me reconcilia con el buen recuerdo que tenía de Tezuka. En este caso se trata de una historia de terror y aventura y un relato de aprendizaje en el que los dos personajes centrales compiten por el protagonismo. Hyakkimaru es el equivalente a un caballero andante que anda tras la pista de 48 demonios que al nacer le robaron 48 partes de su cuerpo, y que al mismo tiempo ayuda a la gente necesitada con la que se encuentra. Dororo es por tanto algo parecido a su escudero, un niño ladrón huérfano que le esconde varios secretos.
No sólo me parece la lectura más sólida entre los últimos mangas de Tezuka publicados en España (a excepción de las últimas páginas del tomo, en las que se nota bastante desgana), sino que resume perfectamente su estilo. Tezuka combinaba el humor más tonto con la solemnidad, daba un trasfondo muy trágico a sus historias al mismo tiempo que las llenaba de anacronismos, autoparodia y referencias a la cultura pop. Sabía cómo divertirse haciendo cómics y en ningún momento dibujó de espaldas a los intereses de los lectores.
martes, 5 de diciembre de 2017
Serenity. No power in the 'verse (Chris Roberson, George Jeanty)
Firefly tenía lo necesario para convertirse en una serie de televisión de referencia y, sin embargo, fue cancelada a los 13 capítulos. Ya ha pasado demasiado tiempo como para que sea posible reunir a todo el equipo creativo de nuevo y continuar donde terminó la película. Si queremos saber más sobre estos personajes, solo nos quedan los cómics.
Por lo general, huyo de los cómics de franquicias. Sin haberlos leído me suelen parecer merchandising que no llega a la altura del material con el que está relacionado. Por eso me sorprenden e intentó reivindicar las excepciones que encuentro, como ese Dr. Horrible, and Other Horrible Stories o The Shepherd's Tale. Ahora bien, ni el tomo de esta reseña ni el anterior a este, Leaves on the wind, entrarían en ese grupo.
Dark Horse publicó tres tomos independientes alrededor del universo de Firefly antes de lanzar una colección regular que continuase a partir del final de la película Serenity (2005). En el tomo anterior, el cuarto, Leaves on the wind, se nos mostraba cómo se volvía a reunir la tripulación, la creación de un grupo rebelde tipo 15-M que quería luchar contra la autoritaria Alianza y conocíamos más sobre los experimentos traumáticos a los que fue sometida River. Poco más se podría decir de aquel tomo. El dibujante tal vez no fuese muy bueno con las caras de los actores, pero sí lo era en la inclusión de detalles de fondo que ambientaban perfectamente sus páginas en el universo de la serie.
No power in the 'verse no va mucho más allá. El pasado de River regresa una vez más, mientras que el capitán Malcolm Reynolds y su equipo se las tienen que ver también con rebeldes extremistas que han decidido tomar una posición más agresiva contra la Alianza. El tomo cumple pero no entusiasma. Me quedo con que las últimas páginas dan a entender que los autores son conscientes de que nos han dado una historia de transición y que van a probar algo diferente en la siguiente entrega.
jueves, 30 de noviembre de 2017
España: una, grande y libre (Carlos Giménez, Ivá)
Desde hace unos meses estamos viendo un ascenso de la extrema derecha en España. Me he preguntado varias veces por la responsabilidad que han tenido nuestras instituciones respecto a esta tendencia, especialmente la de los medios de comunicación. Y entre estos, también le he dado vueltas al papel que el mundo del cómic (autores y editoriales) ha adoptado durante este tiempo. Tengo la sensación de que desde hace unos años ha habido más preocupación por una búsqueda autoral y estética, y que por lo general se ha esquivado el conflicto ideológico alejándose de la política u ofreciendo cómics con un contenido político tibio, que no les cerrarse las puertas en las secciones de cultura de los periódicos.
Deberían publicarse más cómics como España: una, grande y libre, especialmente en estos momentos que estamos viviendo. Por eso esta antología, esta recopilación de historias de dos páginas producidas en los inicios de la Transición, sigue teniendo un hueco en nuestra sociedad. Siguen tan de actualidad como la impunidad ante la ley de los alborotadores de extrema derecha, las desigualdades económicas y las reivindicaciones sociales.
Las narraciones políticas pueden ser la mejor manera de trasmitir ideas y valores con claridad y para un gran público. Por contra, sus aspectos formales suelen ser sosos porque el componente estético tiene que quedar en segundo plano. Es en ese aspecto donde Giménez e Ivá más me han sorprendido. El tomo recopila historias con un contenido pedagógico de izquierdas que trata muchos temas, desde el funcionamiento básico del capitalismo a la represión del Estado contra la disidencia, con el interés añadido de que usa estilos de dibujo, recursos y géneros diferentes de una historia a la siguiente. Historias mudas, narraciones que alternan pasado y presente, giros finales, monólogos que interpelan al lector, historias de ciencia ficción y fantasía, alegorías... España: una, grande y libre por tanto no es solo un cómic con un contenido necesario, sino también disfrutable.
martes, 28 de noviembre de 2017
Liga de la Justicia: Joss Whedon reunió a los Vengadores y salvó a la Liga de la Justicia
Durante un tiempo, uno de los planes de Warner fue desarrollar su universo de superhéroes a partir de una película de la Liga de la Justicia, y después presentar a los personajes individuales en otras. Vista ésta, ojalá hubiese sido esa primera película del universo DC.
Liga de la Justicia podría ser la conclusión de una trilogía improvisada que empezó con El hombre de acero y Batman v Superman. Todo empezó con un desastre orquestado por Zack Snyder, Christopher Nolan y David S. Goyer, una nueva visión de Superman más seria y oscura, alejada completamente no sólo del icónico Superman de Richard Donner sino de cualquier Superman memorable de los tebeos. Vista la mala recepción, Warner replanteó la segunda parte como una película en la que Superman compartiese protagonismo con Batman, al mismo tiempo que preparaba el camino a la creación de su supergrupo. La película sin embargo ni funcionó como película de Superman, ni como película de Batman, ni como un origen de la Liga.
Tiene toda la pinta de que esta entrega iba encaminada a resultar tan fallida como las otras dos. Es el motivo por el que se contrató a Joss Whedon en mayo para reescribir y dirigir nuevas escenas, en un primer momento sin que se le diese mucha publicidad, y ya más visible cuando Snyder abandonó la producción después de la muerte de su hija. Su participación se ha calculado en alrededor de un 20 % del metraje, pero después de ver la película casi parece que su 20 % es el que define el tono y el argumento.
Me extraña que se haya dicho lo contrario, porque la combinación de estilos es muy evidente en el resultado final. La cinta evoluciona desde el enfoque más serio e intensito de Snyder al entretenido y emocional de Whedon (de ahí el contraste entre la música electrónica de las otras dos a la orquesta sinfónica de Danny Elfman). Se nota especialmente su mano en cómo la trama parece que quiere llevarnos hacia el flashforward apocalíptico de Batman v Superman, pero cómo afortunadamente tuerce en otra dirección en un momento clave. En algunos casos los añadidos de Whedon suponen claramente una mejora, como las escenas de la familia rusa o la derrota del villano. Sin embargo, al mismo tiempo es la explicación de todas las incoherencias con el resto de películas de este universo y consigo misma (por ejemplo, una tonta: si Flash necesita un traje fabricado con revestimiento de cohetes, entonces sólo debería poder llevar consigo, cuando corre, a gente protegida con un traje similar).
Wonder Woman fue la película de DC que entusiasmó a la crítica y al público, pero Liga de la Justicia es la que por fin me ha convencido a mí. A pesar del argumento básico y los personajes de relleno, el tono ligero y divertido me metió en la película. Las peleas no me han parecido interminables, ni he visto pretensiones fallidas de contener un mensaje profundo. Todo esto lo escribe alguien incapaz de soportar ninguna película de Zack Snyder. Con 300 y Watchmen me retorcí en la butaca, mientras que con El hombre de acero y Batman v Superman me moría de aburrimiento. No daba un duro por esta película tampoco sabiendo que era principalmente responsabilidad de Snyder, y que Whedon, decían, se había restringido a pulir un guión.
Lo que más me molesta de todo esto es que Warner haya llegado por fin a una película aceptable de superhéroes de esta manera. Con una película que no es de Zack Snyder (no queda suyo prácticamente nada), pero tampoco de Joss Whedon (sólo ha podido añadir diálogos alrededor de las escenas de acción que ya había rodadas). Con una película que tiene un argumento del montón, que no aporta nada ni le importa a nadie. Quiero creer que lo importante de esta película es que significa que Warner va a dejar de dar bandazos, que por fin ha encontrado el tono que quiere para sus películas de DC y que se acabaron los superhéroes aburridos. Que con esta película empieza lo bueno.
miércoles, 15 de noviembre de 2017
100 años de TBO (Antoni Guiral, Lluís Giralt)
Hay un detalle que me llama la atención de TBO: mientras que Bruguera era un gigante editorial que inundaba los kioskos con revistas muy diferentes, TBO era la única revista de una empresa familiar de la competencia. A pesar de ese contraste, esta revista tenía un impacto popular similar. Caló en la sociedad hasta el punto de que se aceptó "tebeo" como nombre para las revistas de historietas. Todo eso a pesar de (¿o gracias a?) un humor más blanco y para todos los públicos, con un enfoque más conservador, con golpes y caídas menos duras, con sorpresas finales no tan frustrantes. Las historietas de Benejam y Coll, por decir dos autores, no eran tan cáusticas como un Mortadelo o un Anacleto, pero siguen manteniendo el interés todavía hoy.
Este ensayo de Antoni Guiral y Lluís Giralt es un repaso a la trayectoria de esta revista, desde su creación en 1917 hasta la actualidad. Con la ayuda del segundo, Guiral expone las etapas por las que pasó la revista, sus autores, los personajes y las secciones fijas. Entre bastantes curiosidades y datos poco conocidos (como que Ramón y Cajal era fan de TBO o que la revista bautizó a los Pitufos como "Tebeítos"), el libro desarrolla los años anteriores y posteriores a la Guerra Civil, la modernización en los 70 con el nuevo y más surrealista TBO 2000, y la versión de Ediciones B de esta cabecera. También, puesto a desmontar mitos, demuestra que hubo más personajes regulares que los que se recuerdan (más allá de la familia Ulises, los Inventos del TBO, Josechu el vasco, Altamiro de la Cueva...) y que no siempre fue una revista de humor tan blanco como se piensa ahora.
En un libro de historia como este existe el riesgo de elevar el tono y de dirigirse sólo al entendido en la materia. Por eso me parece digno de destacar que una de las virtudes de Guiral, no sólo aquí sino en general, es que habla al lector "de tú", buscando la complicidad del gran público. Tal vez porque creo que la pasión de Guiral es la divulgación: no basta con listar datos sobre estos tebeos, sino que se le nota que se esfuerza en que el lector sienta interés por ellos, en que quiera leerlos.
100 años de TBO se tiene que colocar al lado de Cuando los comics se llamaban tebeos y Los tebeos de nuestra infancia, que son los equivalentes a este libro pero con la Editorial Bruguera. Igual que hizo Guiral con aquellos dos, Giralt y él aquí no sólo dan a conocer la importancia de esta cabecera sino que han logrado la mejor recopilación de historietas del TBO que se ha hecho en mucho tiempo.
lunes, 30 de octubre de 2017
Astérix en Italia (Jean-Yves Ferri, Didier Conrad)
Estamos en la misma situación en la que estaban los lectores franceses cuando los cómics de Astérix los producían Goscinny y Uderzo: los estamos leyendo al mismo ritmo al que van saliendo. Y estamos experimentando lo mismo, esa decepción de que el último álbum publicado no sea tan bueno como recordamos que eran los anteriores.
Es algo que tengo que pensar con cada nuevo álbum de Astérix de los producidos por Ferri y Conrad. Astérix en Italia es un buen cómic, muy ameno, lleno de detalles, chistes, referencias, viñetas impresionantes y alguna curiosidad (que Obélix lleve la voz cantante no es determinante, pero es una variación de lo habitual). En este álbum el objetivo de Astérix y... digo, Obélix y Astérix es ganar una carrera a lo largo de Italia para humillar una vez más a Roma. Sin embargo, Julio César entiende que la carrera tiene más importancia política que deportiva y ordena que se amañe para que el único ganador posible sea Roma.
Nos encontramos por tanto ante un cómic de los turísticos, en los que los personajes atraviesan las ciudades más conocidas de Italia de una manera parecida (incluso en las prisas) a La vuelta a la Galia. Saltando de juego de palabras a juego de palabras, dando y sufriendo golpes y caídas, sorprendiéndose por las referencias a la cultura italiana (de caricaturas he distinguido las de Pavarotti, Bud Spencer, Roberto Benigni, Berlusconi y Leonardo da Vinci), los galos llegan a la meta dejando al lector que reflexione, aunque no mucho, sobre la corrupción política y sobre cómo el Estado y las empresas privadas utilizan los eventos deportivos con fines propagandísticos.
Es un pequeño detalle, pero lo que sí me chirría es que la adivina acierte su predicción.
lunes, 16 de octubre de 2017
Pies descalzos 4 (de 4) (Keiji Nakazawa)
En el último tomo de este cómic Gen entra definitivamente en la madurez: la separación de la familia, el abandono del hogar, la búsqueda de un trabajo y su primer amor. Al mismo tiempo que sus amigos Katsuko, Ryuta y Musubi están haciendo progresos en su negocio de fabricación y venta de vestidos, Gen encuentra su vocación en el dibujo, para recordarnos el componente autobiográfico de esta historia. Este aprendizaje le vuelve a enfrentar contra el que es el gran villano de su vida: el poder opresor, autoritario y militarista, que sólo piensa en su propio beneficio. Es un enemigo que hemos visto de muchas formas en los tomos anteriores, y que aquí vemos personificado en sacerdotes, profesores, la policía, la yakuza y hasta en su propio jefe.
Nakazawa prepara con antelación un gran final para la colección, con más drama y acción de lo que se había visto hasta ese momento: un enfrentamiento con la yakuza. Al mismo tiempo, también las reflexiones de Nakazawa sobre el bombardeo de Hiroshima llegan más lejos. Si antes Gen culpaba a Japón (y a su emperador impune) y EEUU por el sufrimiento que ha significado la bomba atómica para su país, ahora también es capaz de ver que gracias a este sufrimiento se han evitado más guerras nucleares en el mundo.
martes, 10 de octubre de 2017
Espacios en blanco (Miguel Francisco)
Los cómics biográficos relacionados con la Guerra Civil que se han publicado en los últimos años (tampoco son muchos en realidad) tienen en común que son una reconstrucción de la vida de los familiares de uno de los autores. Miguel Francisco adopta otro enfoque, no tiene otro remedio, porque la información que tiene de su padre y de su abuelo antes y después de la guerra es mínima. En lugar de entrar dentro de la mente de su familia, nos propone una reflexión diferente: ¿por qué su abuelo tuvo miedo de explicar su vida? ¿Por qué su padre sufría al intentar recordar su infancia? ¿Qué supuso la Dictadura para este país, para llegar al punto de que una parte de la sociedad, la de los perdedores, no se atreviese a hablar de su pasado?
Estos «espacios en blanco» son los que Miguel Francisco siente que tiene que tiene que llenar para explicar la historia de su familia a su hijo. Este vacío se convierte en una obsesión que le persigue en su traslado a Noruega para trabajar en la empresa de Angry Birds, que ocupa sus momentos de ocio (incluso los más íntimos) y, con este cómic, también su trabajo.
lunes, 18 de septiembre de 2017
Noche oscura. Una historia verídica de Batman (Paul Dini, Eduardo Risso)
Cuando tenía 18 años sufrí un asalto violento en la entrada de una parada de metro. No llegué al extremo de la experiencia por la que pasó Paul Dini, el guionista de este cómic, pero me he identificado con el sentimiento de culpa («podría haber hecho algo para evitarlo»), con el miedo a volver a pasar por lo mismo y con las vueltas que le da a todo lo que estuvo relacionado con ese asalto. Dini utiliza storyboards de animación y sesiones de psicoanálisis para explicar cómo llegaron a romperle la cara y cómo, tras pasar por el quirófano, tuvo que elegir entre la autodestrucción o superarlo y seguir adelante. Su trabajo en la serie de animación de Batman le sirve para explicar que la ficción no sólo tiene una función escapista (sin matiz negativo), sino también inspiradora.
Creo que estas ideas podrían haber dado para un buen cómic, pero le lastran dos problemas. Dini es demasiado expositivo, analiza cada aspecto hasta el punto de que incluso se adelanta a los comentarios de los lectores. Puede que por ese motivo Eduardo Risso no termine de brillar en un cómic introspectivo que no encaja con su estilo y que no le permite aportar tampoco algo personal.
sábado, 16 de septiembre de 2017
Presentación de Espacios en Blanco en Omega Center (13 de septiembre)
Este miércoles tuvo lugar una presentación profesional del cómic Espacios en blanco en la librería Omega Center (C/Estrella, 20, Madrid) a cargo de Álex Serrano. La librería Delirio (C/Sevilla, 25, Móstoles) ha acogido otra presentación ayer viernes, y esta tarde será la última, de nuevo en Omega Center.
Miguel Francisco explicó que la idea de este cómic empezó a rondarle la cabeza desde que llegó a Finlandia en 2008. Estuvo gestando el proyecto durante mucho tiempo, con bocetos que tuvieron una buena aceptación entre sus contactos de Facebook. Ese fue en el fondo el motivo por el que un amigo presentó una sinopsis del cómic a unas editoriales francesas.
Le sorprendió que Delcourt (la que publica a Paco Roca, dijo) estuviese interesada en publicarlo, a pesar de que solo fuese una sinopsis, él un autor desconocido y tuviese un argumento tan español. De hecho, se puede decir que fueron los primeros en creer en el proyecto, antes que él mismo. Con la firma del contrato le llegó el miedo escénico.
Confesó que en un primer momento intentó hacer un cómic vendible, con un argumento estructurado, pero pensó que así se estaba traicionando a sí mismo. Lo descartó y volvió a empezar de cero dibujando páginas sobre la marcha, con las tripas. Tenía escenas y páginas en mente que quería meter aunque no sabía dónde (como por ejemplo, la página en la que espera al autobús mientras pasan los años), utilizando como nexo su propia vida. Por eso ahora le sorprende cuando le señalan segundas lecturas de este cómic, porque él mientras lo dibujaba no pensaba el cómic, lo sentía.
No había una estructura firme sobre la que trabajar, pero sí una visual que le ha permitido divertirse. Para Miguel Francisco este es un aspecto importante. En los 90 dejó de hacer cómics por aburrimiento, y hace poco dejó de trabajar en la empresa de Angry Birds por el mismo motivo. Diseñó varios de los personajes de este videojuego, pero no lo reivindica con mucho orgullo: «Son todos iguales». También señaló de paso que los países del norte no son el paraíso que se nos vende.
Miguel Francisco empezó muy joven a publicar cómics de muy diferentes tipos, con una formación autodidacta. Lo más conocido es su trabajo en la Editorial Bruguera. Se presentó a una de las convocatorias del Mortadelo de Oro, pero no la ganó. Sin embargo, el editor Armando Matías Guiu llamó a su casa. Cogió el teléfono su madre y, como les parecía una broma, el hermano de Miguel le acompañó el primer día a la editorial. Por esta misma época, con 17 años, empezó también a hacer cómics eróticos en revistas como El cuervo y La judía verde. También en la revista Garibolo: «los responsables de la revista eran el marqués de Urquijo y Vázquez, imagínate».
Al principio publicar era un sueño para él, pero tenía sus partes negativas. En Bruguera durante un tiempo no le pagaron (la editorial estuvo en suspensión de pagos durante una época), los guiones de Jesús de Cos solían llegar tarde, a veces incluso por teléfono, y el nivel de producción era brutal, de 40 o 60 páginas al mes. No se arrepiente, pero no lo recomienda para alguien que empieza, porque es imposible aprender. Es copiarse una y otra vez a uno mismo, y eso afecta al nivel de calidad.
Contó un par de anécdotas de su época en Bruguera. Confirmó que la editora Ana María Palé recortaba páginas originales delante de sus dibujantes, sin ningún criterio. Sacaba del archivo páginas antiguas al azar, y delante de los artistas los rompía incluso con sus propias manos. Miguel también tuvo un papel importante en las manifestaciones y el cierre de Bruguera. Los trabajadores querían pedir a los dibujantes que se uniesen a la huelga, pero la agenda en la que tenían sus teléfonos estaba dentro de la editorial, vigilada por policías en la puerta. Un jovencísimo Miguel Francisco fue el elegido para ir a buscarla.
Lo más positivo de aquellos años fue la gente que conoció. Destacó a Raf, que era muy respetuoso con el trabajo que hacía, y a Josep Maria Beà, que fue como un padre adoptivo para él.
Volver al mundo del cómic después de tantos años dentro de la industria de los videojuegos no ha sido tan difícil como parece, porque Miguel Francisco abandonó el cómic por aburrimiento, pero seguía contando historias. Sí se dio cuenta de algunas limitaciones a la hora de volver a dibujar cómics: había pasado muchos años haciendo diseños, pero no fondos. Por suerte contaba con la ayuda de su hijo que, en broma, «va para director artístico». Le iba señalando por encima del hombro detalles que no le gustaban.
Espacios en blanco es un cómic para su hijo. Miguel explica que todo el sufrimiento de su familia sería una pérdida de tiempo si no se comunica. Aún así, hubo escenas demasiado duras de prefirió dejar fuera, porque habría sido enfangarse. Deja una incógnita en el aire: no sabe cómo se lo ha tomado su familia.
Sobre el argumento del cómic, poco después de terminarlo ha hecho algunos descubrimientos sobre el pasado de su abuelo en América del Sur. Encontró unas cartas, como postales breves, con textos indescifrables con las que se comunicaba con comunistas y otros represaliados de Primo de Rivera, pero no cree que su abuelo estuviese muy metido en política.
Este cómic supone su regreso al mundo del cómic, que opina que vive un buen momento. «Ahora se publican cosas buenísimas». Sin embargo, matiza que el dibujante debería cobrar para mantenerse, porque si no, se trata de una burbuja. Ahora mismo está preparando dos proyectos, uno más personal y otro más comercial, para que la editorial elija.
viernes, 15 de septiembre de 2017
Llocs sorprendents / Lugares sorprendentes (Josep Coll)
Después del buen sabor de boca que me quedó con el anterior recopilatorio de Coll, tenía ganas de tener en mis manos esta continuación (el 2 de la contraportada lo deja bien claro). Hay algunas diferencias: la reproducción se ha hecho (creo) a partir de páginas de revista, no desde los dibujos originales, y la clasificación de chistes. El tomo se divide en dos partes, en primer lugar ambientes exóticos de cazadores africanos y caníbales, y después la especialidad de Coll, chistes de náufragos.
En estas páginas (que yo no había visto en otros recopilatorios) se puede ver la expresividad del dibujo de Coll, sus pequeños personajes espigados... pero también algo más. En muchas de estas historietas los personajes no acaban «perplejos», como en el título del anterior tomo, sino que demuestran mucha imaginación para construir aparatos para cazar, para divertirse... Pienso en otras series de la revista (Morcillón y Babali, Josechu el vasco o Los inventos del TBO) y creo que se podría decir que era una de las características que definieron a la revista. Frente a los personajes fracasados y resentidos de Bruguera, los de TBO utilizaban su ingenio y su imaginación para conseguir pequeños logros.
miércoles, 13 de septiembre de 2017
La ciudad de cristal (Paul Auster, Paul Karasik, David Mazzucchelli)
Sobre la creación de este cómic, Art Spiegelman comenta en el prólogo lo siguiente: «Yo no podía imaginar quién demonios podía estar interesado en adaptar un libro en... ¡otro libro!» Precisamente por los temas que trata este cómic, la adaptación de la novela Ciudad de cristal al cómic (o a la novela... gráfica) tiene bastante más sentido que la de cualquier otro libro.
Daniel Quinn fue poeta hace muchos años, pero debido a la muerte de su mujer y su hijo decidió convertirse en un escritor de novelas de misterio. Una noche recibe la llamada de alguien que pregunta por Paul Auster, el detective. Quinn se hace pasar por él para iniciar un caso que gira alrededor de un filósofo y teólogo que aisló a su hijo durante 9 años para conseguir que hablase el lenguaje de Dios.
La novela habla principalmente de la identidad y la soledad. La identidad une un símbolo (una palabra) con una realidad. Es un aspecto sobre el que los personajes reflexionan constantemente. Por ejemplo, ¿la palabra "paraguas" vale para un paraguas normal y uno roto? ¿No son realidades diferentes que necesitan palabras diferentes? De hecho, este mismo juego lo va haciendo la novela en segundo plano, incluso con el propio protagonista. No sólo él mismo utiliza tres nombres diferentes (Quinn, su pseudónimo como autor de novelas y el nombre del detective al que suplanta), sino que uno de esos tres nombres pertenece a tres personas diferentes (el protagonista, el autor de la novela y el detective al que nunca se llega a ver).
Es este tipo de reflexiones las que explican uno de los aciertos de esta adaptación, el uso de los símbolos para contar la historia. Si debería existir una conexión entre una palabra y su cosa, debería haber una entre un dibujo o un icono y su cosa. Como la primera viñeta con la que empieza el cómic: ¿en qué se diferencian el dibujo de un teléfono del dibujo que representa el dibujo de un teléfono?
El caso que acepta Daniel Quinn consiste en seguir a Peter Stillman, un filósofo del lenguaje que tuvo la teoría de que si no se aprendía a hablar ningún idioma, se aprendería el lenguaje de Dios. Su hijo y la (en apariencia) esposa de este temen que tras salir de la cárcel quiera volver para matarle. La realidad con la que se encuentra Quinn es muy diferente. Ahora es solo un viejo que sigue obsesionado con aquellas viejas ideas, como demuestra en una de sus conversaciones: es una lástima que en español Quinn no pueda rimar con «gemelo» («twin») ni con «pecado» («sin»).
Que estas ideas surjan en una (falsa) novela de misterio tiene su gracia en tanto que si una palabra y su cosa no tienen una relación única, es decir, si el lenguaje con el que vivimos (o más bien, en el que vivimos) es fallido, ¿cómo se puede asegurar que el culpable de un crimen es uno y no otro? Daniel Quinn entra tanto en estos pensamientos que llega a encerrarse en el motivo por el que aceptó el caso en primer lugar: su soledad. Sus novelas de misterios, fingir que es un detective privado, todo eran excusas para no enfrentarse a la realidad, para no pensar, para vagar sin rumbo. Pero si la teoría de Peter Stillman es que se aprende el lenguaje de Dios al no aprender un idioma (pureza a través de soledad), la experiencia de Quinn es muy diferente.
La adaptación de Karasik y Mazzucchelli no sólo sigue al pie de la letra el libro (cada frase de este cómic sale de una frase del libro), sino que aporta lecturas y detalles que justifican la existencia de este cómic por sí mismo, incluso con independencia de la novela de la que surge. Un mismo título para dos obras igual de recomendables, un mismo nombre para dos cosas. Por ejemplo, la personificación de Quinn en Max Work, el protagonista de sus novelas, es un genial añadido de esta adaptación, como lo son también los nombres que aparecen en el telefonillo del portal junto al de Paul Auster.
Leí por primera vez este cómic en la biblioteca en la edición de Anagrama, de la que no tengo un mal recuerdo. Llevaba bastante tiempo con ganas de tener este cómic para poder releerlo, pero hay algunos detalles que ensombrecen esta edición: una página en la que los textos aparecen desplazados fuera de sus cartelas y otras dos páginas en las que los dibujos aparecen pixelados.
lunes, 11 de septiembre de 2017
Cosa de dos (Oriol Jardí y Jordi March)
Cosa de dos fue una serie de corta vida en la revista El Jueves. En cada entrega de dos páginas los autores parodiaban una pareja histórica o ficticia en conflicto: Epi y Blas, Quevedo y Góngora, Ratzinger y el papa Francisco, Superman y Lois Lane... Para este recopilatorio se ha añadido al final precisamente una pareja más, la de los autores Oriol Jardí y Jordi March. El dibujante tiene la oportunidad de volver a mostrar su talento en el dibujo (caricaturas, expresividad, ambientación...) gracias a un guión que le mueve por escenarios muy variados, diferentes épocas históricas, géneros... Un guión que también ha tenido que basarse en documentación para centrarse en los aspectos más relevantes de cada personaje y que tiene sus momentos más ingeniosos cuando se aleja de los chistes de sexo.
lunes, 4 de septiembre de 2017
Daredevil: 'Ruleta' - La censura y los superhéroes
Batman sujeta una gran arma de fuego, apunta a un pandillero y lo mata de un tiro. Hay muchos momentos como este en El regreso del Caballero Oscuro que definen a este Batman crepuscular, obligado a aplicar una violencia más extrema para intentar traer la paz a la ciudad de Gotham. Hay muchos aspectos de esta miniserie de cuatro números que explican su éxito, pero tal vez el más destacado es que se dirigía a un público más adulto. Es decir, se publicó sin aplicarle las normas de autocensura.
La censura era un tema que preocupaba a Frank Miller desde que empezó a trabajar en la industria del cómic americano. Uno de sus primeros números de Daredevil, Child’s play, tuvo problemas con el Comics Code Authority por mostrar explícitamente cómo un niño consumía polvo de ángel. El que iba a ser su primer cómic de esta colección en solitario (Daredevil #167), es decir, antes de la presentación de Elektra, acabó recibiendo permiso para ser publicado dos años después (Daredevil #183), tras modificar esas tres viñetas tan delicadas y cambiar la portada. (Aunque sea un dato un poco rocambolesco, añado el detalle de que en la segunda viñeta del Daredevil #169 se hace referencia a este cómic, aunque estuviese inédito en aquel momento). También me suena haber leído que a la oficina del Comics Code se le enviaban únicamente copias de las páginas del dibujo de tinta, porque la sangre de estos cómics se incluía en la fase de coloreado y así no las echaban atrás. Lo que es evidente es que los sais de Elektra atravesaban carne y huesos pero no la tela para evitarse problemas con los censores.
Frank Miller debió darle vueltas a todas estas limitaciones por lo que se ve en el cómic que cerró su etapa. En Ruleta (Daredevil #191, 1983), Matt Murdock, vestido como superhéroe, visita a Bullseye en el hospital al que había sido enviado después de dejarle tetrapléjico. Allí se dedica a explicarle con un largo monólogo un asunto que le preocupa al mismo tiempo que juega a la ruleta rusa con él. Narrativamente el recurso funciona porque la tensión aumenta a cada golpe de percutor, pero me cuesta ver a Daredevil, incluso al de Miller, como un psicópata que tortura a un inválido.
En lo formal, el cómic se alejaba de aquello a lo que los lectores estaban acostumbrados. Frente a la Nueva York en sombras en la que se movía el héroe, este cómic se ambienta en una habitación de hospital iluminada con una luz tan blanca que es imposible distinguir el suelo de las paredes. Mientras que Klaus Janson solía entintar con manchas y rayas sueltas, aquí Terry Austin dió un acabado delineado y cuidadoso. Lynn Varley, que había coloreado a Miller en la miniserie de Lobezno, aportaba también una paleta novedosa. Y tampoco había acción, sólo una simple historia de un niño y la tensión que ya he mencionado de llegar hasta la bala en la recámara.
El niño en cuestión se llamaba Chuckie y adoraba a Daredevil. Ve a todas horas el vídeo de su pelea con Bullseye, grabada en el Daredevil #146 y dibujada por Gil Kane, uno de los dibujantes a los que Miller imita. Su obsesión llega al punto de que cuando el superhéroe tiene que reducir por la fuerza a su padre, un criminal, al niño se le tuercen los cables, lleva un revólver al colegio y dispara a un compañero de recreo. Mientras recuerda esta historia, Daredevil se pregunta: «¿Qué trastornó a Chuckie?»
He leído bastantes reflexiones sobre este cómic. Me suena que alguno decía que Miller estaba hablando sobre la validez del género de superhéroes, otro que su intención era analizar las contradicciones de los superhéroes (usan la violencia para traer paz), un tercero seguramente añadía que trata sobre cómo Daredevil asume que su vida está asociada con la violencia... La opinión más extendida parece ser que Frank Miller hace que Daredevil sea consciente de que su heroísmo puede tener una mala influencia en la sociedad.
Yo diría que en realidad Miller intenta ir más lejos que eso, que le estaba dando vueltas a la influencia que puede tener la ficción violenta (los cómics de superhéroes) en los jóvenes, utilizando como metáfora la influencia que Daredevil tiene en la personalidad de un niño. Una pista de que va en esa dirección es una de las frases del padre de Chuckie: «Esa gente de la tele siempre mostrando cosas violentas o aún peores. Por eso mi esposa y yo nos unimos al comité promoralidad». El villano del tebeo es un santurrón moralista que critica la violencia en la televisión, y seguramente también la de los cómics.
En un primer momento Daredevil quiere descubrir qué es lo que Chuckie ve de interesante en él, pero se lleva una decepción al ver que su «lector» hace una interpretación superficial de sus aventuras: «¡Eres estupendo! Cuando alguien te molesta le coges y… ¡pow!». En un exceso, Miller asocia que Chuckie sea un «lector» torpe con sus problemas psicológicos. Lo que destroza la lógica del niño es su falta de «comprensión lectora», el no haber entendido realmente qué mensajes y reflexiones está lanzando Miller por debajo de los enfrentamientos sangrientos con Kingpin y los ninjas.
A renglón seguido, Frank Miller contrasta a Chuckie con la infancia de Matt Murdock (es importante el detalle de que Miller hable en todo momento de niños, no de adultos que «leen cómics»). El primero ha tenido una infancia que parece cómoda (familia de clase media por la forma de vestir y los muebles, padre estricto pero no violento), mientras que Daredevil se crió en una familia pobre, desestructurada y sufriendo los malos tratos de su padre, un boxeador alcohólico. La intención no es (o no parece) desmontar que el aprendizaje, en contraposición con lo innato, es fundamental para el desarrollo de una persona. No importa el tipo de infancia (de influencia) ha tenido Matt Murdock. Había algo en él, algo innato, que le ha llevado por el camino correcto hacia la abogacía y el superheroísmo. O incluso más allá, maduró sin necesidad de un buen modelo de conducta, sino todo lo contrario.
Daredevil finaliza su monólogo diciendo que Bullseye y él son «las dos caras de una misma moneda», una traducción creativa de Francisco Pérez Navarro de la frase «I guess we’re stuck with each other». En realidad, más que la oposición entre los dos, lo que Miller quería señalar es que el héroe y el villano son inseparables en este tipo de historietas.
Lo son por lo que dice Daredevil justo antes: «Cuando tengo la oportunidad de acabar contigo… mi pistola no tiene balas». El Comics Code se las quitaba. Por esta mala influencia que los cómics violentos ejercen (o dicen que ejercen) sobre los niños, Frank Miller no podía llevar el enfrentamiento de Daredevil y Bullseye hacia el desenlace lógico, a la muerte de un asesino en serie imposible de reinsertar en la sociedad.
Sólo unos años después, sin la supervisión de una autocensura y por tanto en un tebeo para lectores más adultos, la ametralladora de Batman sí tendría balas.
La censura era un tema que preocupaba a Frank Miller desde que empezó a trabajar en la industria del cómic americano. Uno de sus primeros números de Daredevil, Child’s play, tuvo problemas con el Comics Code Authority por mostrar explícitamente cómo un niño consumía polvo de ángel. El que iba a ser su primer cómic de esta colección en solitario (Daredevil #167), es decir, antes de la presentación de Elektra, acabó recibiendo permiso para ser publicado dos años después (Daredevil #183), tras modificar esas tres viñetas tan delicadas y cambiar la portada. (Aunque sea un dato un poco rocambolesco, añado el detalle de que en la segunda viñeta del Daredevil #169 se hace referencia a este cómic, aunque estuviese inédito en aquel momento). También me suena haber leído que a la oficina del Comics Code se le enviaban únicamente copias de las páginas del dibujo de tinta, porque la sangre de estos cómics se incluía en la fase de coloreado y así no las echaban atrás. Lo que es evidente es que los sais de Elektra atravesaban carne y huesos pero no la tela para evitarse problemas con los censores.
La que se planeó como portada original de Child's Play
Ben Urich es testigo de un asesinato con sais de Elektra
Frank Miller debió darle vueltas a todas estas limitaciones por lo que se ve en el cómic que cerró su etapa. En Ruleta (Daredevil #191, 1983), Matt Murdock, vestido como superhéroe, visita a Bullseye en el hospital al que había sido enviado después de dejarle tetrapléjico. Allí se dedica a explicarle con un largo monólogo un asunto que le preocupa al mismo tiempo que juega a la ruleta rusa con él. Narrativamente el recurso funciona porque la tensión aumenta a cada golpe de percutor, pero me cuesta ver a Daredevil, incluso al de Miller, como un psicópata que tortura a un inválido.
Portada de Ruleta
En lo formal, el cómic se alejaba de aquello a lo que los lectores estaban acostumbrados. Frente a la Nueva York en sombras en la que se movía el héroe, este cómic se ambienta en una habitación de hospital iluminada con una luz tan blanca que es imposible distinguir el suelo de las paredes. Mientras que Klaus Janson solía entintar con manchas y rayas sueltas, aquí Terry Austin dió un acabado delineado y cuidadoso. Lynn Varley, que había coloreado a Miller en la miniserie de Lobezno, aportaba también una paleta novedosa. Y tampoco había acción, sólo una simple historia de un niño y la tensión que ya he mencionado de llegar hasta la bala en la recámara.
El niño en cuestión se llamaba Chuckie y adoraba a Daredevil. Ve a todas horas el vídeo de su pelea con Bullseye, grabada en el Daredevil #146 y dibujada por Gil Kane, uno de los dibujantes a los que Miller imita. Su obsesión llega al punto de que cuando el superhéroe tiene que reducir por la fuerza a su padre, un criminal, al niño se le tuercen los cables, lleva un revólver al colegio y dispara a un compañero de recreo. Mientras recuerda esta historia, Daredevil se pregunta: «¿Qué trastornó a Chuckie?»
He leído bastantes reflexiones sobre este cómic. Me suena que alguno decía que Miller estaba hablando sobre la validez del género de superhéroes, otro que su intención era analizar las contradicciones de los superhéroes (usan la violencia para traer paz), un tercero seguramente añadía que trata sobre cómo Daredevil asume que su vida está asociada con la violencia... La opinión más extendida parece ser que Frank Miller hace que Daredevil sea consciente de que su heroísmo puede tener una mala influencia en la sociedad.
Yo diría que en realidad Miller intenta ir más lejos que eso, que le estaba dando vueltas a la influencia que puede tener la ficción violenta (los cómics de superhéroes) en los jóvenes, utilizando como metáfora la influencia que Daredevil tiene en la personalidad de un niño. Una pista de que va en esa dirección es una de las frases del padre de Chuckie: «Esa gente de la tele siempre mostrando cosas violentas o aún peores. Por eso mi esposa y yo nos unimos al comité promoralidad». El villano del tebeo es un santurrón moralista que critica la violencia en la televisión, y seguramente también la de los cómics.
En un primer momento Daredevil quiere descubrir qué es lo que Chuckie ve de interesante en él, pero se lleva una decepción al ver que su «lector» hace una interpretación superficial de sus aventuras: «¡Eres estupendo! Cuando alguien te molesta le coges y… ¡pow!». En un exceso, Miller asocia que Chuckie sea un «lector» torpe con sus problemas psicológicos. Lo que destroza la lógica del niño es su falta de «comprensión lectora», el no haber entendido realmente qué mensajes y reflexiones está lanzando Miller por debajo de los enfrentamientos sangrientos con Kingpin y los ninjas.
A renglón seguido, Frank Miller contrasta a Chuckie con la infancia de Matt Murdock (es importante el detalle de que Miller hable en todo momento de niños, no de adultos que «leen cómics»). El primero ha tenido una infancia que parece cómoda (familia de clase media por la forma de vestir y los muebles, padre estricto pero no violento), mientras que Daredevil se crió en una familia pobre, desestructurada y sufriendo los malos tratos de su padre, un boxeador alcohólico. La intención no es (o no parece) desmontar que el aprendizaje, en contraposición con lo innato, es fundamental para el desarrollo de una persona. No importa el tipo de infancia (de influencia) ha tenido Matt Murdock. Había algo en él, algo innato, que le ha llevado por el camino correcto hacia la abogacía y el superheroísmo. O incluso más allá, maduró sin necesidad de un buen modelo de conducta, sino todo lo contrario.
El padre de Matt Murdock, borracho, le parte la cara a su hijo
Daredevil finaliza su monólogo diciendo que Bullseye y él son «las dos caras de una misma moneda», una traducción creativa de Francisco Pérez Navarro de la frase «I guess we’re stuck with each other». En realidad, más que la oposición entre los dos, lo que Miller quería señalar es que el héroe y el villano son inseparables en este tipo de historietas.
Lo son por lo que dice Daredevil justo antes: «Cuando tengo la oportunidad de acabar contigo… mi pistola no tiene balas». El Comics Code se las quitaba. Por esta mala influencia que los cómics violentos ejercen (o dicen que ejercen) sobre los niños, Frank Miller no podía llevar el enfrentamiento de Daredevil y Bullseye hacia el desenlace lógico, a la muerte de un asesino en serie imposible de reinsertar en la sociedad.
Sólo unos años después, sin la supervisión de una autocensura y por tanto en un tebeo para lectores más adultos, la ametralladora de Batman sí tendría balas.
miércoles, 16 de agosto de 2017
Giant days 1 (John Allison, Lissa Treiman, Whitney Cogar)
Necesitaba una lectura como esta. Llevo un tiempo pensando que se le da visibilidad especialmente a un cómic que va dirigido a una generación diferente de la mía. No es sólo debido a la (necesaria) madurez del cómic, gracias a la cual desde hace muchos años se ha empezado a hablar de temas como el paso del tiempo, los recuerdos, la nostalgia, la vida adulta, la formación de una familia, asumir una enfermedad difícil... También es por las reediciones de clásicos del cómic, entre los cuáles hay algunos que funcionaban perfectamente dentro de su contexto, pero a los que el paso del tiempo les ha quitado parte de su fuerza.
No se trata de que hay que leer sólo cómics de la generación a la que uno pertenece, sino de que se nota el cambio. Por eso en Giant days he encontrado un cómic que me ha entusiasmado, con el que he sentido una afinidad inmediata. Hacía años que no veía algo así.
Esther, Susan y Daisy son tres universitarias peculiares que se hacen amigas. No viven aventuras ni tampoco están en un slice of life, sino que las vamos conociendo a través de pequeños y divertidos problemas: un resfriado, las relaciones amorosas, las drogas... El tomo empieza tal vez demasiado desordenado, pero tiene una estructura más sólida a cada número que pasa, lo que presagia que el segundo tomo será aún mejor.
Si no hay palabras para describir lo bien que se refleja en el guión el ambiente universitario actual, tiene aún más mérito lo que se ha conseguido en el dibujo con la estética de los personajes: las ropas, los peinados... No parece que se esté leyendo un cómic, sino que se esté dentro de ese ambiente universitario. También me gusta mucho algo que ya vi en Sarah Andersen, el uso de viñetas-meme dentro del cómic. Todo en este tipo de dibujo (que me recuerda a los dibujos animados) parece hecho a medida para un público joven y con ganas de divertirse.
lunes, 14 de agosto de 2017
El Capitán Trueno (Víctor Mora y Jesús Blasco)
Poco antes de la quiebra de la Editorial Bruguera, Víctor Mora y la editorial terminaron sus disputas legales para que el primero volviese a encargarse en 1986 de los guiones del Capitán Trueno. Teniendo en cuenta los años que habían pasado, el regreso resulta decepcionante. Nada había cambiado en 20 años, los personajes seguían siendo los mismos, los escenarios, los villanos, la estructura, los gags... La única novedad consistía en pequeños toques de un erotismo gratuito pero apto para todos los públicos (¿eso era lo único que iba a distinguir los cómics de Trueno publicados bajo la Dictadura de los de la Democracia?). Más allá de eso, todo sonaba a ya visto, como si fuese imposible contar nada nuevo de este personaje.
Quiero pensar que en estas tres aventuras (la tercera nunca se publicó completa) los autores estaban asimilando a los personajes, preparándose para sorprender a los lectores en cuanto no se lo esperasen. Tal vez algo de eso había en la tercera aventura, en la que el Capitán Trueno se metía en medio de un conflicto extraterrestre (uf...). La colección fue interrumpida en poco tiempo por motivos que no tienen nada que ver con la calidad o las ventas. Habría sido interesante ver hasta dónde podría haber llegado la cosa.
jueves, 3 de agosto de 2017
La cárcel de papel (Álvaro Pons)
Álvaro es demasiado humilde cuando culpa del éxito de su blog a haber sido el primero en español sobre cómics. Su diario digital, escrito día a día sobre la marcha (con sus ligeros cambios de opinión y sus erratas conscientes en los nombres propios), se ha transformado en un libro analógico que sirve ahora como testimonio y visión de conjunto del cómic en nuestro país de los últimos años. Después de ser ordenadas por secciones (reflexiones, cine, reseñas...), la selección de entradas que han sido recopiladas aquí abarcan todo tipo de temas. Desde las reseñas de cómics al análisis de la situación laboral de sus autores, de la curiosidad de Magneto vestido como el rey Juan Carlos al secuestro de El Jueves, de Los Increíbles de Pixar a un cómic (sólo uno) de Rob Liefeld.
La mayor crítica que le puedo a hacer a Álvaro es que a veces no opino como él. Ya habrá quien se lo habrá dicho, pero creo que sus puntos fuertes como divulgador y crítico son la facilidad que tiene para expresar sus opiniones de una manera sencilla, su larga experiencia como lector, y posiblemente más que todo eso su pasión por este medio (cuánto se echa en falta en las críticas que a veces se leen por ahí, que parecen escritas como si fuesen salchichas). Me quiero quedar también con algo que no me parece habitual: Álvaro a menudo explica su biografía lectora para contextualizar sus opiniones, para avisar de sus gustos e intereses al lector y que éste pueda valorar la subjetividad de sus críticas. O así lo entendí yo.
La sección de comentarios del blog de Álvaro Pons me había dejado un recuerdo de conflicto y desencuentros que no he encontrado en ninguna parte de este libro. Me choca ese contraste entre la sensación que se me había quedado y lo que veo aquí, un anfitrión conciliador que es honesto con sus opiniones personales pero que no busca la polémica seria (la tontorrona alguna vez, pero lo avisa). Lo veo perfectamente en sus entradas sobre la creación del Premio Nacional del Cómic. A pesar del optimismo con el que veía este acontecimiento, dio espacio a las críticas de los que pensaban diferente, sin compartirlas, pero sin atacarles ni ridiculizarles.
lunes, 31 de julio de 2017
'Érase una vez...', la película de la Cenicienta del creador de Zipi y Zape
Antes de cerrar este capítulo dedicado a la trayectoria «animada» de Josep Escobar –y, como diría aquel, last but no least–, entre 1949 y 1950 nuestro hombre se dedicará en cuerpo y alma a la, seguramente, su mejor –o al menos la más ambiciosa– producción en el terreno de los dibujos animados. De nuevo los hermanos Baguñá, junto a Josep Benet Morell como productor ejecutivo y bajo el abrigo de Estela Films, ponen en marcha la confección de un largometraje a todo color. Con Alexandre Cirici-Pellicer como director artístico y Escobar como guionista y director de animación, y con un complejo aparato técnico y artístico –que incluye la utilización del revolucionario rotoscopio y un elevado número de animadores y técnicos–, entre marzo de 1949 y abril de 1950 se lleva a cabo la producción de Érase una vez, una historia claramente inspirada en la Cenicienta. El por qué no llegó a titularse así, lo contó el propio Escobar. «Por aquel entonces, Walt Disney estaba realizando en EEUU su famosa adaptación de La Cenicienta, y al enterarse de que nosotros hacíamos lo mismo en España, registró sin pérdida de tiempo el título del cuento infantil en nuestro país, de modo que nosotros llegamos tarde, y nuestra película tuvo que llamarse de otro modo». En el film que incluía un total de 557 planos (173 dibujados por Escobar) colaborarían algunos miembros del plantel de Dibujos Animados Chamartín, como Ferrándiz, Tur, Fresquet, Sevillano o Paz, así como un joven José Luis Sagasti.Érase una vez, que fue estrenada con gran éxito de crítica y de público en España a finales de 1950 –y que obtuvo una Mención Especial en el Festival de Cine Infantil de Venecia– fue, como asegura la especialista en dibujos animados María Luisa Martínez, una producción ambiciosa para la época, con un presupuesto estimado de cuatro millones de pesetas. En esta producción se realizaron 370 000 dibujos y 25 000 celuloides, para los que fueron necesarios 1815 kilos de pinturas, 1600 pinceles y 10 litros de tinta china.
Extracto de El mundo de Escobar (A. Guiral y J.M. Soldevilla)
María Manzanera: ¿De quién fue la idea de incluir las secuencias del baile de los caballos o la de los fantasmas, que no existen en el cuento de La Cenicienta?
Josep Escobar: Mía. Me dieron un guion escrito; pero yo podía añadir los gagas humorísticos; llevo más de 60 años en la profesión y tengo costumbre de idear situaciones ingeniosas o divertidas (...).
María Manzanera: ¿Hay alguna secuencia de Érase una vez… que le guste especialmente?
Josep Escobar: Sí, una que me resultó especialmente laboriosa pero que después llegó a ser mi favorita: la secuencia en que el paje atraviesa una pasarela de tablas que cuelga sobre un río. Fue tremendamente difícil, porque a casa paso, no sólo variaba la forma de la tabla donde él pisaba, sino que había que cambiar la posición de todas las de la pasarela, ya que se balanceaba por entero.
Entrevista a Josep Escobar del libro Cine de animación
en España: largometrajes 1945-1985 (María Manzanera.)
La Cenicienta de Escobar 1 por rubenpenacadiz
La Cenicienta de Escobar 2 por rubenpenacadiz
domingo, 30 de julio de 2017
Wonder Woman. El feminismo como superpoder (Elisa McCausland)
Se ha asentado en gran parte de la crítica especializada la idea de que el cómic de superhéroes, el comercial, el que busca el gran público, el de las peleas y las escenas de acción... no da pie a un análisis interesante. Hay libros y estudios sesudos sobre casos excepcionales, tanto de algunos cómics (los eternos Watchmen y El regreso del Caballero Oscuro, por ejemplo) o de autores concretos, pero creo que nadie había llegado tan lejos como Elisa McCausland en este libro. Era necesario un libro así: son cómics creados dentro de una industria con sus defectos y limitaciones, pero los autores siguen siendo autores, con su ideología, sus intereses y un mensaje que quieren transmitir a los lectores.
Cuando los psicólogos William Moulton Marston, su esposa y su amante junto al dibujante sufragista Harry G. Peter crearon a Wonder Woman tenían en mente un mensaje político, el feminismo. Sin ninguna duda, la mejor parte del libro son estos primeros años estas primeras páginas del libro en las que descubrimos las raíces feministas de las que germinó esta superheroína, lo realmente contestataria y personal que era aunque se disfrazase de una estética comercial de tebeo juvenil de aventuras. Precisamente es uno de los aciertos de este clan Marston: compartir una ideología contracultural con un público reducido es sencillo, lo difícil es atraer a una gran masa de lectores para que lean algo muy alejado de las convenciones sociales.
Tanto en esta primera parte como en la que habla de los artistas que continuaron a cargo del personaje (Robert Kanigher, George Pérez, Greg Rucka, Renae De Liz...), Elisa conecta cada visión del personaje con el movimiento feminista correspondiente a su época. No importa si estos autores eran conscientes o no del potencial transformador de Wonder Woman, al terminar de leer el libro uno se da cuenta de las implicaciones sociales que tienen las historias de superhéroes, incluso las de los autores que no pretendían revolucionar el género.
Tal vez porque no hace falta llevar la revolución a los géneros de ficción, sino a la sociedad.
viernes, 28 de julio de 2017
Un policía en la luna (Tom Gauld)
Un agente de la ley patrulla en una luna prácticamente deshabitada. Su trabajo (como muchos otros), sus rutinas, su burocracia... no le aportan sentido a la vida. ¿Para qué es necesario él en un satélite sin delitos? Como en los cómics de Jason (al menos los que me gustan), aquí se parte de una premisa de género desatada, ciencia ficción y policíaco, para derivar a sus consecuencias más costumbristas. El sueño futurista de toda una generación, la colonización de la Luna, se ha convertido en algo deprimente, en soledad y alienación. Una lectura breve, muy breve, pero simpática para el lector al que le guste el estilo de Tom Gauld.
Me quedo con la duda de quién es el que pone todo el dinero para automatizar mecánicos, tiendas, museos, terapeutas... en un satélite en el que no vive nadie.
miércoles, 28 de junio de 2017
Estos NO son los mejores años del cómic español
El pasado sábado el guionista David Muñoz (al que recomiendo seguir) daba explicaciones en un hilo de Twitter sobre la situación del cómic español en la actualidad. A partir de un dato anecdótico ("las razones por la que es tan difícil encontrar dibujantes para proyectos de cómic editados en España") unió varias realidades económicas que explicaban la "industria", por llamarlo de alguna manera, del cómic español.
Lo que me preocupa es que pueda haber gente a la que estas explicaciones le hayan sorprendido.
Creo que es necesario insistir en ello: tal como está el mercado del cómic español, la mayoría de los que escriben y dibujan cómics están regalando su trabajo. Hacer cómics en España está más cerca de ser un hobby que de una forma de ganarse la vida.
Los únicos países en los que el cómic puede considerarse un trabajo, en los que hay una verdadera industria, son Francia y Estados Unidos (bajo unas condiciones laborales concretas, de acuerdo, mucho trabajo de encargo con marcas comerciales para grandes empresas). Por eso tantos autores trabajar allí. Carlos Pacheco, Marcos Martín, David Aja, Natacha Bustos, Juanjo Guarnido, Juan Díaz Canales, Rubén Pellejero, Antonio Altarriba, Keko, Jaime Martín, el Studio Kôsen... La lista es larguísima. Son autores que han tenido que emigrar a otros países en busca de trabajo.
En otros ámbitos, nos lamentamos de este éxodo. Nos preocupa que se vayan de España científicos, ingenieros, lo que sea, pero cuando se trata de autores de cómic buscamos una justificación, una disculpa. No me parece justo. Tan preocupante debería ser un hecho como el otro, y las mismas disculpas valen para una cosa como para la otra.
Es posible que muchos lectores no conozcan esta realidad económica, esta realidad material, en la que se mueve el cómic en España. Llevo mucho tiempo pensando que es algo que debería estar más en boca de nosotros. Nos felicitamos por el reconocimiento institucional, por la mayor presencia en las noticias y en las grandes superficies, pero esa satisfacción es la del que se pone del parte del lector. Habría que ponerse también de parte del autor, que es el que lo sostiene todo, el que arriesga más su tiempo y dinero. Es el eslabón más débil en esta cadena de producción.
Habría que hablar del dinero que mueve el cómic entendido como un trabajo. Leyendo a algunos lectores, parece que no son capaces de asociar que el dinero determina el tiempo que un dibujante le puede dedicar a un cómic. Que parece que no ven que hay decisiones estéticas que tienen un origen económico, no artístico. Cuando alguien destaca el grado de detalle de dibujantes como Winsor McCay o Harold Foster debería saber que con sus páginas ganaba un dinero por el que le era rentable dedicarle mucho tiempo al dibujo. Es el mismo motivo por el que el cómic alternativo muchas veces tiene un dibujo más sencillo o se publica en blanco y negro: no es porque sus autores no sepan dibujar ni porque hayan decidido experimentar con la síntesis, es porque no pueden dedicarle más tiempo material.
¿Cómo se podría hacer para que los autores de cómic españoles pudiesen ganar un dinero justo por su trabajo? No tengo las soluciones ni me voy a atrever a lanzar ideas. De hecho, hay quien considera que la situación está bien tal y como está, y no me suena haber leído a nadie quejándose.
Si estoy escribiendo todo esto es para responder a un triunfalismo que llevo mucho tiempo sin compartir. Tal vez sean los mejores años del cómic español para los lectores y algunos autores de cómic, pero me parece que no lo son para los autores que querrían dedicarse en exclusiva al cómic como trabajo.
Lo que me preocupa es que pueda haber gente a la que estas explicaciones le hayan sorprendido.
Creo que es necesario insistir en ello: tal como está el mercado del cómic español, la mayoría de los que escriben y dibujan cómics están regalando su trabajo. Hacer cómics en España está más cerca de ser un hobby que de una forma de ganarse la vida.
Los únicos países en los que el cómic puede considerarse un trabajo, en los que hay una verdadera industria, son Francia y Estados Unidos (bajo unas condiciones laborales concretas, de acuerdo, mucho trabajo de encargo con marcas comerciales para grandes empresas). Por eso tantos autores trabajar allí. Carlos Pacheco, Marcos Martín, David Aja, Natacha Bustos, Juanjo Guarnido, Juan Díaz Canales, Rubén Pellejero, Antonio Altarriba, Keko, Jaime Martín, el Studio Kôsen... La lista es larguísima. Son autores que han tenido que emigrar a otros países en busca de trabajo.
En otros ámbitos, nos lamentamos de este éxodo. Nos preocupa que se vayan de España científicos, ingenieros, lo que sea, pero cuando se trata de autores de cómic buscamos una justificación, una disculpa. No me parece justo. Tan preocupante debería ser un hecho como el otro, y las mismas disculpas valen para una cosa como para la otra.
Es posible que muchos lectores no conozcan esta realidad económica, esta realidad material, en la que se mueve el cómic en España. Llevo mucho tiempo pensando que es algo que debería estar más en boca de nosotros. Nos felicitamos por el reconocimiento institucional, por la mayor presencia en las noticias y en las grandes superficies, pero esa satisfacción es la del que se pone del parte del lector. Habría que ponerse también de parte del autor, que es el que lo sostiene todo, el que arriesga más su tiempo y dinero. Es el eslabón más débil en esta cadena de producción.
Habría que hablar del dinero que mueve el cómic entendido como un trabajo. Leyendo a algunos lectores, parece que no son capaces de asociar que el dinero determina el tiempo que un dibujante le puede dedicar a un cómic. Que parece que no ven que hay decisiones estéticas que tienen un origen económico, no artístico. Cuando alguien destaca el grado de detalle de dibujantes como Winsor McCay o Harold Foster debería saber que con sus páginas ganaba un dinero por el que le era rentable dedicarle mucho tiempo al dibujo. Es el mismo motivo por el que el cómic alternativo muchas veces tiene un dibujo más sencillo o se publica en blanco y negro: no es porque sus autores no sepan dibujar ni porque hayan decidido experimentar con la síntesis, es porque no pueden dedicarle más tiempo material.
¿Cómo se podría hacer para que los autores de cómic españoles pudiesen ganar un dinero justo por su trabajo? No tengo las soluciones ni me voy a atrever a lanzar ideas. De hecho, hay quien considera que la situación está bien tal y como está, y no me suena haber leído a nadie quejándose.
Si estoy escribiendo todo esto es para responder a un triunfalismo que llevo mucho tiempo sin compartir. Tal vez sean los mejores años del cómic español para los lectores y algunos autores de cómic, pero me parece que no lo son para los autores que querrían dedicarse en exclusiva al cómic como trabajo.
Pies descalzos 3 (de 4) (Keiji Nakazawa)
Tal vez tendría que releer los anteriores tomos, porque he notado en este que la historia está subrayando el aspecto propagandístico. No se puede culpar al autor. Tiene un material entre manos que obliga a reflexionar sobre la guerra. Con un tema tan central, tan político, dejar esas reflexiones a un lado sería insultante. Sin embargo, creo que no es necesario recordarle al lector continuamente lo que ya sabe, es decir, que el origen de todas las desgracias de los personajes es la guerra que enfrentó a EEUU y Japón.
La bomba atómica (que para el autor fue responsabilidad de Japón, de EEUU y de las empresas que se beneficiaron económicamente del conflicto) continúa haciendo imposible la vida de Gen Nakaoka. Las muertes de gente de su entorno cercano y la llegada de nuevos compañeros le obligan a madurar, a convertirse poco a poco en adulto, al mismo tiempo que su actitud pasa de la defensa al ataque. Hasta ahora se trataba de sobrevivir en un ambiente de pobreza y desigualdad que empujaba a los personajes a aceptar la delincuencia como opción válida, o a trabajos degradantes como la recogida de excrementos. Sin embargo, en las páginas de este tomo, Gen empieza a tomar la iniciativa del cambio político, ya sea involucrándose en manifestaciones pacifistas, difundiendo libros prohibidos por el gobierno de ocupación de EEUU en Japón (y por lo cual es torturado de maneras que nos recuerdan a lo que hemos oído hace poco de Guantánamo), o liderando actividades de insumisión contra las autoridades políticas y educativas.
Keiji Nakazawa continúa por tanto desarrollando su mensaje pacifista, cada vez con mensajes más evidentes. Si hasta ahora la guerra era una realidad contra la que era difícil luchar, en este tomo usa la figura de un profesor comunista para insistir en la importancia de la educación para evitar que se repitan los errores del pasado.
lunes, 26 de junio de 2017
Un noruego en el Camino de Santiago (Jason)
Mientras leía este cómic iba recordando cómo fue la vez que yo hice el Camino de Santiago, especialmente los pequeños detalles: los sellos en cada albergue, el sol siempre que daba de espaldas, las literas con pintadas de bolígrafo, la búsqueda de las flechas amarillas, el andar a primera hora de la mañana a oscuras... Todos estos aspectos que han (hemos) vivido los peregrinos me despertaban la nostalgia y me transportaban a las anécdotas que yo viví en cada jornada del Camino. En comparación, las anécdotas o reflexiones que va contando Jason en este tomo no son ni más interesantes ni menos interesantes, sino las mismas que las que otros miles de peregrinos. Las mismas, pero contadas con un sentido del humor especial y con simpáticas referencias cinematográficas dispersas por estas páginas. Supongo que, en ese sentido, el lector que no haya hecho el Camino se sentirá más fascinado por este ambiente, por la rutina que ocupa unas semanas en las que tu principal objetivo es andar.
miércoles, 21 de junio de 2017
Getafe Sector 3 (Jaime Ramos, Samu González)
Desde 2007 se han ido publicando en el fanzine Rantifuso una colección de historias cortas y sin continuidad de Getafe Sector 3, una serie de ciencia ficción de tono lúdico y entretenido, entre lo tontorrón y lo macarra. Mecha, Darwin y Radamante se habían metido en diferentes aventurillas con viajes en el tiempo, robots y extraterrestres, gatos y franconejos... que ahora se recogen en un tomo en el que se les ha dado unidad y continuidad. Cuando Samu me pidió ayuda para poder sacar adelante este recopilatorio (sólo he hecho el logo y los colores planos de unas pocas páginas), no dudé en ofrecerme. En Getafe Sector 3 es donde mejor se recoge la evolución de su estilo de dibujo, que siempre ha mezclado lo cartoon y lo manga, lo desesnfadado con lo espectacular. Además de la propia historia, el tomo recoge como extras una colección de ilustraciones, comentarios de cada historia y un teaser de la siguiente entrega.
lunes, 19 de junio de 2017
Crónica de la presentación de 'Wonder Woman. El feminismo como superpoder'
El pasado jueves 15 de junio tuvo lugar la presentación de Wonder Woman. El feminismo como superpoder (Elisa McCausland, 2017), editado por Errata Naturae, en la librería La Central de Callao, en Madrid. La presentación fue apadrinada por la editora Emilia Lope, la ilustradora Carla Berrocal y el crítico y periodista Jordi Costa. Lo que tenían en común los dos últimos resaltaba el interés del libro: confesaron que desconocían el personaje y su trayectoria, pero gracias a Elisa lo empezaron a encontrar apasionante.
Elisa McCausland y Carla Berrocal, fotografía de Diego Salgado
Entre Elisa McCausland y Carla Berrocal se notaba una conexión de cariño y amistad evidente, tanta que Elisa bromeaba con que podrían formar un dúo cómico. Carla puso un ejemplo de esta conexión: ellas no lo sabían al conocerse, pero la madre de una y el padre de la otra trabajan en lineas aéreas y, al volver de sus viajes, solían traer cómics con ellos. Esto explica, en parte, cómo las dos se aficionaron desde muy jóvenes a los superhéroes americanos. Carla sólo tenía halagos para Elisa. Destacó su perfeccionismo y su inteligencia, y señaló que era muy fácil trabajar con ella. Cuando Elisa le anunció que iban a publicarle este libro se alegró muchísimo por ella y aceptó ayudarla con ilustraciones para la portada y el interior. Esta portada acabó siendo una fusión entre el pasado (dibujado por Carla Berrocal) y una proyección del presente (dibujado por Natacha Bustos). Elisa veía un vínculo entre el estilo de Carla Berrocal y la primera Wonder Woman, la de H. G. Peter, algo en lo que la ilustradora coincidía: la consideraba un personaje “estéticamente interesante”, especialmente en sus primeros años.
Una de las ilustraciones de Carla Berrocal en el libro
Hablaron de la importancia que tienen los brazaletes y las balas de la portada, que para Elisa son elementos clave del personaje. En un primer momento, ella recordó que los brazaletes en Wonder Woman simbolizan una decisión que se toma, el autocontrol y la sumisión, en el sentido de someterse a retos y compromisos. Más tarde añadió que su obsesión por esta combinación de elementos venía también por un cómic del evento Amalgam publicado entre 1996 y 1997, que nació como una forma de unir los universos de ficción de Marvel y DC. Una de sus consecuencias fue el cómic Amazon (John Byrne, 1996), protagonizado por un personaje que mezclaba a Wonder Woman con la Tormenta de los X-Men. La segunda consecuencia, Bullets and Bracelets (John Ostrander y Gary Frank, 1996), “Balas y brazaletes”, en el que el compañero de Wonder Woman, Steve Trevor, adquiría las características del Castigador.
A continuación tomó la palabra Jordi Costa, al que Elisa demostró su respeto diciendo que había una generación de críticos y periodistas culturales que le debían mucho, incluyéndose a ella misma. Igual que Carla, Jordi también se alegraba de que el genio de Elisa se hubiese materializado en un libro “excepcional y sobresaliente”, aunque hasta ese momento su talento ya se había percibido en su carrera periodística. Y, también como Carla, Jordi quiso señalar un paralelismo entre su biografía lectora y la de Elisa. Si ella sentía una obsesión por Wonder Woman, él destacó que nació cerca del personaje de Doña Urraca, una “bruja” de la postguerra creada dentro de la Editorial Bruguera. Apuntó que tal vez sería interesante analizar también este personaje desde una perspectiva feminista, porque igual que Wonder Woman también fue un personaje que acabó siendo domesticado por el sistema.
Jordi Costa, fotografía de Diego Salgado
Este personaje desembocó en una reflexión sobre la cultura académica y la cultura popular, que Jordi defendió como “un buen material con el descifrar la vida”. Para él, es absurdo poner límites entre la cultura y la cultura popular, y el trabajo del “clan Marston” (William Moulton Marston, su esposa Elizabeth Holloway Marston y Olive Byrne, la compañera de ambos) sería un buen ejemplo. Por lo general, la cultura de masas transmite los valores dominantes de cada sociedad y, por tanto, no busca estimular la insumisión. Sin embargo, los creadores de Wonder Woman creían que los cómics podían ser lo contrario, propaganda de un ideario feminista que utilizase los arquetipos para transmitir unos valores que discutían la visión oficial (Jordi Costa comparó este uso de arquetipos de género con el personaje de Promethea, creado por Alan Moore y J. H. Williams III). El clan Marston, que venía de ámbitos culturales y activistas, con ayuda del dibujante Harry G. Peter (Elisa aclara que antes había sido ilustrador en prensa sufragista, y su mentora, Lou Rogers, una pionera en el feminismo más combatiente), desarrolló un personaje activista que era un reflejo del ideario político de los autores y de la utopía familiar, sexual y libertaria que les unía. “Fue una cuña transmisora de unos valores que no estaban en la ideología de ninguna editorial hasta el momento”.
Carla Berrocal y Emilia Lope, fotografía de Diego Salgado
Volviendo a la conexión con Doña Urraca con la que comenzó su intervención, Jordi Costa apuntó que esta superheroína también sufrió una domesticación, un “proceso de pérdida de ese sustrato ideológico”, al que le siguió un reajuste y también una gran influencia posterior. En ese sentido, señaló a Katniss Everdeen, la protagonista de Los juegos del hambre (Suzanne Collins, 2008), como un ejemplo de la continuación de este arquetipo.
Su exposición terminó con un elogio a la forma de escribir de Elisa. Desde el ámbito de la academia hay una tendencia a escoger un elemento de la cultura popular y analizarlo académicamente. Para Jordi, es como diseccionar una rana muerta, no hay pasión en ello. Por eso destacó que en el estilo del libro se nota un amor sincero por el personaje. Le recordó a Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (Michael Chabon, 2000), la novela ganadora del premio Pulitzer en el año 2001. Para Jordi, aquella novela había sido escrita a partir del cariño hacia la figura de Superman. Por este motivo, si Chabon hubiese escrito antes de esa novela un estudio sobre Superman, se habría visto en él la misma pasión que se encuentra en este libro por Wonder Woman.
En su turno, Elisa McCausland explicó el título del libro, “Feminismo como superpoder”. Mientras que la academia se centra en el “viaje del héroe” (John Campbell habló de este concepto en su estudio El héroe de las mil caras, 1949), el “viaje de la heroína” suele quedar fuera de estos análisis. Para ella, es un viaje muy diferente y esencialmente feminista que consiste en una evolución a través de la cual el personaje es consciente de sí mismo, de lo que la limita, para a continuación poder dinamitar el sistema. Esta ruptura del sistema seguiría la reflexión de Simone de Beauvoir que abre este ensayo: no se trata de quitar el poder, sino de repensarlo.
Volvió a reivindicar el trabajo de Marston y su hackeo al arquetipo, y señaló que sería interesante saber qué habría hecho de vivir en la época actual, en la que hay un importante “capitalismo de emociones”. Fue gracias a sus dotes persuasivas propias de psicólogo y publicista, a su manera de seducir a los lectores, con lo que dio impulso a un personaje de cómic que funcionó como un mecanismo desactivador, un artefacto de extrañamiento que revelaba la construcción en la que vivimos.
Alguien del público preguntó acerca de cuáles eran los valores o poderes de Wonder Woman, sus limitaciones y en qué aspecto se sentía identificada la autora con el personaje. Para Elisa, dependía de la Wonder Woman de cada época, pero su poder sería la voluntad de servicio (comentó que el guionista Greg Rucka se centró en este aspecto, en “la voluntad de servicio público”). Al hilo de este aspecto, Elisa señaló que Wonder Woman (y todos los superhéroes en general) suele ser vista como espejo de lo que somos. Para ella, resulta más interesante si se le ve como “abismo”, como un héroe que pide más de ti. La principal limitación del personaje es “su anatomía de superheroína pechugona”, con el que se le suele hacer bodyshaming (una actitud que consiste en hacer sentir culpable a alguien por su aspecto físico). En este sentido, aunque es cierto que en el cine y la televisión la han interpretado ex modelos, le parecía destacable que en el dibujo sus representaciones suelen salirse del código femenino. Respecto a la tercera pregunta, Elisa respondió entre risas que se identificaba con el masoquismo del personaje.
A continuación, otro asistente comentó que estaba aprendiendo mucho con el libro y quiso saber si Elisa había aprendido también algo inesperado escribiéndolo. “Mucho”, responde, pero destacó especialmente las figuras de Robert Kanigher y Fredric Wertham. “Vista desde la actualidad, la etapa de Kanigher es muy interesante por surrealista”: Wonder Woman comparte aventuras con las versiones adolescente y bebé de ella misma, en cierta ocasión transporta un dinosaurio bebé en un carrito por la calle, tiene un novio sireno... Elisa quería equilibrar las cosas, porque ningún estudio de Wonder Woman ha querido tratar esa etapa, pero ella se preguntaba cómo había aguantado un cómic tanto tiempo con los cambios que Kanigher había introducido respecto a lo creado por Marston.
Sobre esta etapa desconcertante, Elisa explicó un debate reciente. ¿Se mantuvo el personaje en las revistas sólo para que la editorial DC conservase los derechos de Wonder Woman, o era una forma del sistema para guardar el personaje hasta que volviese a ser necesario? Sea cual sea la respuesta, “a día de hoy es el personaje o mito que necesitamos”.
Al hilo de la mención a Fredric Wertham, otro asistente se interesó por cómo el código de autocensura de aquellos años afectó a esta heroína. Elisa explicó que Marston con Wonder Woman estaba planteando algo cercano a una utopía lésbica. Por tanto, la censura obligó a depauperar a sus heroínas amazonas y domesticarlas, a darles como principal objetivo el casamiento. Debido a estos cambios, las ventas cayeron y por lo tanto se cancelaron muchas colecciones de superheroínas, entre las que sobrevivió Wonder Woman. Elisa como ejemplo contrapuso la Wonder Woman de Marston con Batwoman, que nació en esta época sólo para evitar que los lectores puedan pensar que Batman y Robin eran gays.
Una de las ilustraciones de Natacha Bustos en el libro
Entre el público, otra persona pregunta quién era el lector medio de la colección. Elisa no lo tiene claro y cree que cada estudioso da una respuesta diferente. Aún así, parece que Marston enfocaba la colección para que la leyesen los niños. Por eso le hace gracia que se haga bodyshaming con Wonder Woman, cuando su atractivo aspecto de pin-up era intencionado desde su creación.
La presentación terminó con dos preguntas del público que parecían pensadas para cerrar la charla. Sobre cómo debería ser el futuro de Wonder Woman, Elisa mencionó la miniserie de La leyenda de Wonder Woman (Renae De Liz, 2016), y se lamentaba de las tramas inacabadas de Greg Rucka, el guionista actual del personaje, que ha abandonado la colección este mismo mes. Yendo más lejos, destacaba que, en una dirección muy parecida, el guionista Jason Aaron estaba trabajando con el arquetipo de este tipo de personaje en la colección actual de Thor, en la que la protagonista desde 2014 es la doctora Jane Foster con los poderes del dios del trueno. En cualquier caso, los cómics de superhéroes son un reflejo de nuestro mundo, por lo que el futuro de Wonder Woman tendrá que ver con nuestra historia.
¿Qué cómic recomendaría a un lector actual? La pregunta dejó indecisa a Elisa, que explicó que tendría que conocer a la persona para poder recomendarle correctamente. Por ejemplo, destaca que lo que hizo George Pérez en 1987 es digno de elogio. En contraste, en los últimos años es difícil recomendar algunos de sus cómics porque el personaje ha sufrido varios reboots. Incluso de los cómics que generalmente son criticados por presentar una Wonder Woman de estética sexualizada y violenta (los de Mike Deodato Jr. en los 90) Elisa guarda buenos recuerdos de su infancia, como el personaje de Artemisa, “una adolescente enfadada que tenía algo de razón en sus enfados”. ¿Qué cómic se quedaría para ella de toda la colección de Wonder Woman? Sin ninguna duda, la primera etapa del clan Marston.
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