miércoles, 5 de noviembre de 2014
Mis problemas con Ojo de Halcón
Ojo de Halcón se encuentra con lo que claramente es un mafioso de pacotilla. Está desahuciando a una mujer con hijos porque no puede pagar el alquiler del piso que éste acaba de triplicar. La justificación de mafiosillo es que el contrato que ella firmó le da la razón. Y Clint, como buen defensor del status quo no le contradice: la propiedad privada es sagrada, los contratos, son sagrados. Cualquier organización que pretenda ayudar al menos favorecido (como una asociación de consumidores o de afectados por las hipotecas, por ejemplo) es innecesaria. El abuso del dueño del piso está justificado porque viene en un papel. Si la culpa es de ella por no leer el contrato, que relea la frase: "la culpa es de ella".
¿Hubiese sido un buen momento para pedir ayuda legal a Daredevil? Él al menos es un héroe que defiende a los débiles.
La única forma que Clint Barton tiene para oponerse a la tiranía de los hombres malos no es luchar contra la injusticia, sino seguir las normas de un sistema perverso. ¿Triplicas el alquiler? Te lo pago. ¿Me subes las tasas judiciales? Aquí tienes el dinero. ¿Aumentas las horas de mi contrato? Pues las hago. El mafiosillo no contaba con eso. Ni él ni yo.
Me vienen dudas a la cabeza. ¿De dónde sale todo ese dinero? ¿En qué trabaja Clint? (¿Trabaja?) ¿Es un Bruce Wayne millonario? ¿O cobra un sueldo de los Vengadores? ¿De dónde saldría ese sueldo?
Sin embargo, Clint tensa la cuerda porque sabe que su trato no iba a funcionar de primeras. Empuja la conversación hasta convertirla en una pelea. Ya sabes, en caso de que en una conversación quieras llevar la razón le estampas el puño en la cara al contrario y ya está. Así se decide si se pone o no el ascensor en las reuniones de vecinos de los mejores barrios. Empiezas una pelea, repartes hostias a todo el mundo e impones tu visión del mundo.
No puedo con el primer número de Ojo de Halcón de Fraction y Aja. Cuanto más lo pienso más repugnante me parece.
domingo, 2 de noviembre de 2014
Neurocómic (Matteo Farinella, Hana Roš)
Cartoné, 136 páginas, blanco y negro, 22 €
De día, Matteo Farinella y Hana Roš son dos doctorados en neurociencia. Sin embargo, de noche se transforman en dibujantes que quieren usar el cómic para divulgar las investigaciones que tanto les apasionan. Neurocómic es una consecuencia de sus intereses comunes y del apoyo de Wellcome Trust, una fundación benéfica que se dedica a financiar la investigación biomédica en salud y educación.
Neurocómic presenta a un personaje anónimo que viaja a través de nuestro cerebro buscando una manera de salir. Durante su camino se encuentra con anfitriones peculiares, principalmente científicos, que le irán explicando cada zona del cerebro en la que se encuentra. Las comparaciones que me vienen a la cabeza son Alicia en el País de las Maravillas, la película Yellow Submarine... Mundos de ficción surrealistas, con una coherencia absurda. A lo largo de este paseo el personaje y el lector van aprendiendo conceptos básicos de morfología de las neuronas, los neurotransmisores, la sinapsis, el aprendizaje, la memoria, etc.
Su principal baza es que es un cómic muy didáctico. Los autores han sabido simplificar los pocos conceptos que tratan hasta hacerlos muy comprensibles y presentarlos mediante metáforas gráficas bastante ocurrentes. No tiene un gran dibujo, pero es muy funcional y en algunos momentos es bastante ingenioso. El desarrollo de los capítulos no sólo sigue una división temática, sino que casi es el desarrollo cronológico de las investigaciones científicas sobre el cerebro. No es un cómic que profundice demasiado en la materia. Los bocadillos tienen muy pocas palabras y con ellos se explican de forma simple unos pocos conceptos básicos con lo que se hace un cómic mucho más ameno, pero también simple.
Es un cómic curioso, entretenido, pero el final a mí me saca de la historia. Buscando la conexión entre "neuro" y "cómic", los autores acaban haciendo un homenaje a Scott McCloud en el último capítulo. Los personajes le desvelan el "truco" al lector, le dicen que ellos son personajes de ficción y que ha sido el lector el que ha creado toda la historia en su cerebro, cuando precisamente me parece lo contrario. Es un cómic demasiado expositivo que no busca la implicación del lector, no crea intriga ni con recursos dramáticos (aventuras, misterios, humor...) ni buscando que el lector quiera adelantarse a las explicaciones. Es como una clase magistral más, un profesor que explica mientras el alumno le escucha.
Es imposible encontrarle un defecto a la cuidada edición de Norma, que incluso se ha preocupado por respetar la rotulación original. La cubierta de tela con brillos plateados puede engañar al lector y hacerle creer que se trata de un cómic muy diferente, más elaborado y sofisticado. Entendiendo que es un cómic didáctico sin demasiadas profundidad ni pretensiones cualquier lector quedará satisfecho.
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