lunes, 26 de octubre de 2015
Fun Home: una familia tragicómica (Alison Bechdel)
Lo que más me sorprende de la edición española de este cómic es su portada: transmite exactamente lo contrario que el contenido. El color es estridente, cuando el cómic es intimista. Se apoya en un recurso visual llamativo, cuando las viñetas de Bechdel no pretenden dar la sensación de elaboradas (no todo el tiempo). Muestra los miembros de una familia aislados, cuando en realidad se nos está contando todo lo que une a un padre y a su hija. Tal como lo veo yo, la portada espanta lectores.
La "Fun Home" del título es la forma que tenían Alison y sus hermanos de llamar a la funeraria en la que vivían y que llevaba Bruce Bechdel, el padre de la autora. En ese escenario es donde transcurre prácticamente todo el cómic, que funciona como un ejercicio de Bechdel para conocerse a sí misma y a su padre. Un padre distante, inseguro y muy estricto con el que la autora en un primer momento tiene dificultades para conectar, pero con el que, a lo largo de las páginas, llega a encontrar temas en común. Por ejemplo, la homosexualidad. Ambos vienen de épocas diferentes y por eso la forma en la que desarrollan su identidad sexual es casi opuesta, les lleva por caminos diferentes. Por otro lado, encuentran en la literatura (intercambio de libros y de opiniones, de Oscar Wilde, Proust, Joyce, Shakespeare, Tolstoi, Camus...) la manera de comunicarse. En ese sentido, es muy interesante que Bechdel se relacione con el mundo a través de los libros: las obras de teatro de su madre, la interpretación política y sexual de los libros que hace con su novia, o el análisis del Ulises de Joyce con su profesor en la universidad. Su propio diario es un mecanismo para hablar con ella misma, y es a través de los libros como toma conciencia de su naturaleza homosexual. El resto de personajes, como por ejemplo sus hermanos, se quedan a un margen porque no hay un libro que les una. Si siempre da la sensación de que los libros llevan a la introversión, Bechdel muestra la cara extrovertida de la literatura.
jueves, 22 de octubre de 2015
Enigma: La extraña vida de Alan Turing (Francesca Ricccioni, Tuono Pettinato)
The Imitation Game se ha convertido en una de las películas más decepcionantes del año pasado para los que esperaban ver en el cine una representación honesta de la personalidad de Alan Turing, un científico que destacó en el campo de la lógica y que terminó sus días de forma trágica. Decepción o no, al menos ha servido para que Norma Editorial haya creído posible editar esta biografía italiana de 2012. Es un acercamiento chocante a este personaje histórico por el tono naif y sencillo de este cómic, con unos chistes de humor blanco que en algún momento son complicados de distinguir de los sucesos reales que se van contando. Cuesta hacerse al estilo de este cómic porque no es habitual que un personaje real (Joan Clarke) sea dibujado como uno de ficción (Marcie Johnson, de las tiras de Snoopy), o que la Segunda Guerra Mundial esté resumida como una mezcla de Blancanieves y una pelea de robots gigantes en el océano. Es un cómic complicado, pero uno se va amoldando a él a medida que se pasan las páginas. A pesar de su aspecto juvenil y desenfadado, en realidad el guión de Francesca Ricccioni no huye de ninguno de los temas obligados que hay que tratar en esta historia, desde el drama sentimental a las reflexiones sobre la lógica y sus implicaciones existenciales. Me quedo satisfecho con lo que he leído, especialmente por la sorprendente manera de contar una biografía.
viernes, 16 de octubre de 2015
La saga de los Bojeffries (Alan Moore, Steve Parkhouse)
Después de tres o cuatro tiras y cómics cortos en diferentes revistas más o menos populares, Moore se ganó a los lectores con sus dos primeros proyectos ambiciosos en la revista Warrior, es decir, V de Vendetta y Marvelman. Cronológicamente, su siguiente cómic es precisamente éste, una rareza que no tuvo continuidad en aquella revista y que se tuvo que ir distribuyendo con capítulos dispersos en diferentes publicaciones entre 1983 y 1991, más la última historia de 24 páginas creada para cerrar este recopilatorio. Esto explica la falta de continuidad entre estas historias, que es algo bastante extraño dentro de la obra de Alan Moore, y que al mismo tiempo es la explicación de una de sus virtudes. Cada relato corto es un experimento, centrado en un personaje concreto en cada ocasión o narrado y dibujado de una forma diferente.
Se podría decir que en esencia los Bojeffries son el equivalente británico y proletario de La familia Addams. Otro punto interesante es que, si por lo general la ficción cuenta historias de fantasía a partir de entornos costumbristas reconocibles, el acierto de Moore y Parkhouse es saber encontrar lo más rutinario y mundano que surge de un ambiente fantástico, una táctica con la que empezaría también La Balada de Halo Jones del mismo Alan Moore. A partir de este tono cotidiano se desarrolla un humor que parte de la propia personalidad de esta familia y la ridiculización de la sociedad thatcheriana más humilde de la época. Los miembros del clan son un padre e hijo idénticos sin oficio ni beneficio, una hija descomunal con un exceso de confianza inexplicable, un primo hombre lobo que con un trabajo alienante en una fábrica, el bebé radioactivo encerrado en el sótano y el abuelo primigenio que está en su última fase de materia orgánica. Tal vez lo más interesante es que no puedo entender cómo un grupo tan aislado de la sociedad ha conseguido convivir con ella durante todo un siglo, y cómo, a pesar de sus deseos de integrarse, todavía tienen dificultades para entender las costumbres de los demás.
Dentro de la obra de Alan Moore puede ser un trabajo menor, pero es interesante tanto porque se aleja mucho de su tono habitual como por ser uno de sus primeros cómics.
martes, 13 de octubre de 2015
300 y La Chaqueta Metálica, Frank Miller y Stanley Kubrick
En La Guía del Cómic se recogen unas declaraciones de Frank Miller sobre 300 a las que les sigo dando vueltas desde que las leí por primera vez:
La paradoja a la que se refiere Miller la vi claramente cuando acabé teniendo en mis manos "Un Chaleco de Acero" ("The Short-timers"), la novela escrita por Gustave Hasford en la que se basó Stanley Kubrick para "La Chaqueta Metálica" ("Full Metal Jacket", 1987). Excepto por dos momentos clave concretos, la película es una adaptación prácticamente literal del libro, por lo que no voy a distinguirlos mucho. En realidad, la gran diferencia radica en que mientras que Hasford tal vez no tuviese el talento de Kubrick para narrar sus experiencias como periodista y marine durante la guerra de Vietnam, en cada página se ve toda la sinceridad de los libros con una base autobiográfica.
En "Un Chaleco de Acero" tenemos la misma paradoja militar a la que se refiere Miller, pero con mucho más desarrollo. Hasford y Kubrick utilizaron esta ficción para mostrar con ejemplos el absurdo que supone que una institución deshumanizada, sin ningún tipo democracia interna y que tortura a sus propios soldados se estuviese utilizando para llevar "la libertad" a Vietnam. Si algo queda claro desde esa primera escena en la barbería, es la intención de Kubrick de demostrar cómo el cuerpo de marines, igual que una secta, elimina la personalidad de sus cadetes (sus nombres, su ropa, su pelo...) para destruirlos, y a partir de los restos convertirlos en carne de cañón con instintos homicidas. Tanto en el original como en la adaptación, los autores no quieren que el público crea que existe algo parecido al honor o la gloria en la instrucción militar o en la propia guerra.
Es aquí donde empiezan mis primeros problemas con "300". Creo que para Miller, esta paradoja no es criticable, sino precisamente el motivo de que este ambiente le parezca aún más heroico. El ejército es una institución destructiva y sin diálogo, pero no parece que sea algo que quiera denunciar. Para verlo sirve una comparación entre el sargento Hartman y Leónidas. Los dos son igual de estrictos y vejadores, pero el primero parece un loco y el segundo, un padre.
A partir de ahí Frank Miller alimenta también aquella famosa mentira motivacional que dice "lo que no te mata te hace más fuerte". Esta frase en realidad es sólo una justificación para la tortura, para dañar a una persona con la pobre excusa de mejorarlo. Me parece muy interesante que todos aquellos que la citan se olviden de que la frase original de Nietzsche en la que se basan tenía una intención muy diferente: "Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece". El sufrimiento lleva al autoengaño, no a la autosuperación.
Me llama la atención que en los dos casos este estricto ambiente marcial se subraye con un soldado al que le cuesta encajar. El recluta Patoso de "La Chaqueta Metálica" es incapaz de estar a la altura de lo que se le exige, por lo que el sargento Hartman y sus compañeros intentan desarrollar su potencial destruyendo su mente mediante la tortura física y psicológica, lo que llevará inevitablemente a su destrucción total. Uno de los momentos que decía al principio que se pierden en la película es la sonrisa final de Hartman, ese momento en el que descubre que sus esfuerzos han dado resultado: sonríe porque por fin ha conseguido convertir a Patoso en un asesino.
En "300", el objetivo de Miller al mostrar a un este elemento divergente, Efialtes, que sufre una monstruosa deformidad física, es muy diferente. Leónidas no le fuerza a encajar, sino que decide excluirlo de su ejército. No lo hace para protegerle, sino para evitar que perjudique al resto de su escuadrón formado por soldados perfectos. No piensa en buscarle otro lugar en la defensa de Esparta, porque no acepta la integración del diferente bajo ningún concepto. Prácticamente le empuja al suicidio, y no lo lamenta ("Desgraciado. Descanse en paz"). En este sentido, Miller es mucho más ingenuo que Hasford y Kubrick. En "La Chaqueta Metálica", el ejército no es una colección de soldados increíbles, sino que cualquiera vale. No se busca la excelencia porque un soldado sólo necesita saber matar.
"300" es un cómic bastante excepcional dentro de la producción de Frank Miller. Como autor, en su obra muestra una ideología individualista y libertaria, que se opone a todas las organizaciones que se encuentren por encima de las personas. En sus cómics, el enemigo es el gobierno, la policía, la Iglesia... Ve todas las instituciones condenadas a la corrupción, a pesar de los escasos James Gordon que intenten hacer lo correcto desde dentro. Ahí es donde está la verdadera paradoja de "300". ¿Cómo es que Miller de pronto puede ver al Estado (una monarquía precisamente) como un ejemplo moral, de defensa de la democracia y el progreso? Creo que es consciente de esa incoherencia desde el primer momento, y por eso coloca a un ESTADO con letras mayúsculas por encima del gobierno de Leónidas. Los éforos (sacerdotes fáciles de sobornar) son el verdadero poder corrupto de Esparta al que deben obedecer incluso los reyes, con lo que Miller de esa manera puede sentirse identificado sin problemas con la dictadura militar de Leónidas.
La adaptación de Zack Snyder precisamente era fiel a este mensaje político cuando añadía la subtrama de la reina Gorgo. Con ella se quería señalar lo débil y perversa que es cualquier democracia, en contraste con la entrega desinteresada de los intachables militares de este cómic. Es bastante preocupante, ya que en la obra de Miller cualquier Estado dirigido por políticos (El Regreso del Caballero Oscuro, DK2, Sin City...) es corrupto y decadente, mientras que aquí parece dar a entender que uno dirigido por militares no lo sería.
Miller me parece un autor con mucho talento en casi todos los ámbitos del cómic: me gusta su dibujo, su forma de plantear las páginas y creo que ayudó muchísimo a hacer evolucionar el género de superhéroes a algo más consistente y adulto. Sin embargo, estos mensajes políticos son lo que me han impedido subirle al pedestal en el que todo el mundo le tiene.
"Siempre he encontrado fascinante cómo las sociedades libres dependen de sus dictaduras internas para protegerse. Es decir, cuando estamos en peligro no enviamos al Congreso de los Estados Unidos, enviamos a los marines, que están entrenados y jerarquizados como los habitantes de un estado totalitario. Pero son nuestra línea de defensa, los necesitamos. Es uno de los aspectos paradójicos de esta historia que me encantan, que los menos democráticos de los griegos estuvieran defendiendo la democracia."
La paradoja a la que se refiere Miller la vi claramente cuando acabé teniendo en mis manos "Un Chaleco de Acero" ("The Short-timers"), la novela escrita por Gustave Hasford en la que se basó Stanley Kubrick para "La Chaqueta Metálica" ("Full Metal Jacket", 1987). Excepto por dos momentos clave concretos, la película es una adaptación prácticamente literal del libro, por lo que no voy a distinguirlos mucho. En realidad, la gran diferencia radica en que mientras que Hasford tal vez no tuviese el talento de Kubrick para narrar sus experiencias como periodista y marine durante la guerra de Vietnam, en cada página se ve toda la sinceridad de los libros con una base autobiográfica.
En "Un Chaleco de Acero" tenemos la misma paradoja militar a la que se refiere Miller, pero con mucho más desarrollo. Hasford y Kubrick utilizaron esta ficción para mostrar con ejemplos el absurdo que supone que una institución deshumanizada, sin ningún tipo democracia interna y que tortura a sus propios soldados se estuviese utilizando para llevar "la libertad" a Vietnam. Si algo queda claro desde esa primera escena en la barbería, es la intención de Kubrick de demostrar cómo el cuerpo de marines, igual que una secta, elimina la personalidad de sus cadetes (sus nombres, su ropa, su pelo...) para destruirlos, y a partir de los restos convertirlos en carne de cañón con instintos homicidas. Tanto en el original como en la adaptación, los autores no quieren que el público crea que existe algo parecido al honor o la gloria en la instrucción militar o en la propia guerra.
"El joven Stelios se marea. Imperdonable."
Es aquí donde empiezan mis primeros problemas con "300". Creo que para Miller, esta paradoja no es criticable, sino precisamente el motivo de que este ambiente le parezca aún más heroico. El ejército es una institución destructiva y sin diálogo, pero no parece que sea algo que quiera denunciar. Para verlo sirve una comparación entre el sargento Hartman y Leónidas. Los dos son igual de estrictos y vejadores, pero el primero parece un loco y el segundo, un padre.
A partir de ahí Frank Miller alimenta también aquella famosa mentira motivacional que dice "lo que no te mata te hace más fuerte". Esta frase en realidad es sólo una justificación para la tortura, para dañar a una persona con la pobre excusa de mejorarlo. Me parece muy interesante que todos aquellos que la citan se olviden de que la frase original de Nietzsche en la que se basan tenía una intención muy diferente: "Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece". El sufrimiento lleva al autoengaño, no a la autosuperación.
Me llama la atención que en los dos casos este estricto ambiente marcial se subraye con un soldado al que le cuesta encajar. El recluta Patoso de "La Chaqueta Metálica" es incapaz de estar a la altura de lo que se le exige, por lo que el sargento Hartman y sus compañeros intentan desarrollar su potencial destruyendo su mente mediante la tortura física y psicológica, lo que llevará inevitablemente a su destrucción total. Uno de los momentos que decía al principio que se pierden en la película es la sonrisa final de Hartman, ese momento en el que descubre que sus esfuerzos han dado resultado: sonríe porque por fin ha conseguido convertir a Patoso en un asesino.
En "300", el objetivo de Miller al mostrar a un este elemento divergente, Efialtes, que sufre una monstruosa deformidad física, es muy diferente. Leónidas no le fuerza a encajar, sino que decide excluirlo de su ejército. No lo hace para protegerle, sino para evitar que perjudique al resto de su escuadrón formado por soldados perfectos. No piensa en buscarle otro lugar en la defensa de Esparta, porque no acepta la integración del diferente bajo ningún concepto. Prácticamente le empuja al suicidio, y no lo lamenta ("Desgraciado. Descanse en paz"). En este sentido, Miller es mucho más ingenuo que Hasford y Kubrick. En "La Chaqueta Metálica", el ejército no es una colección de soldados increíbles, sino que cualquiera vale. No se busca la excelencia porque un soldado sólo necesita saber matar.
"300" es un cómic bastante excepcional dentro de la producción de Frank Miller. Como autor, en su obra muestra una ideología individualista y libertaria, que se opone a todas las organizaciones que se encuentren por encima de las personas. En sus cómics, el enemigo es el gobierno, la policía, la Iglesia... Ve todas las instituciones condenadas a la corrupción, a pesar de los escasos James Gordon que intenten hacer lo correcto desde dentro. Ahí es donde está la verdadera paradoja de "300". ¿Cómo es que Miller de pronto puede ver al Estado (una monarquía precisamente) como un ejemplo moral, de defensa de la democracia y el progreso? Creo que es consciente de esa incoherencia desde el primer momento, y por eso coloca a un ESTADO con letras mayúsculas por encima del gobierno de Leónidas. Los éforos (sacerdotes fáciles de sobornar) son el verdadero poder corrupto de Esparta al que deben obedecer incluso los reyes, con lo que Miller de esa manera puede sentirse identificado sin problemas con la dictadura militar de Leónidas.
La adaptación de Zack Snyder precisamente era fiel a este mensaje político cuando añadía la subtrama de la reina Gorgo. Con ella se quería señalar lo débil y perversa que es cualquier democracia, en contraste con la entrega desinteresada de los intachables militares de este cómic. Es bastante preocupante, ya que en la obra de Miller cualquier Estado dirigido por políticos (El Regreso del Caballero Oscuro, DK2, Sin City...) es corrupto y decadente, mientras que aquí parece dar a entender que uno dirigido por militares no lo sería.
Miller me parece un autor con mucho talento en casi todos los ámbitos del cómic: me gusta su dibujo, su forma de plantear las páginas y creo que ayudó muchísimo a hacer evolucionar el género de superhéroes a algo más consistente y adulto. Sin embargo, estos mensajes políticos son lo que me han impedido subirle al pedestal en el que todo el mundo le tiene.
sábado, 10 de octubre de 2015
El Multiverso 7 (de 9) - Los Maestros (Grant Morrison, Jim Lee)
Imagino que con "El hombre en el castillo" en mente a la hora de escribir esta historia, Morrison repite la idea de "JLA: Tierra 2". En aquel cómic, los superhéroes de DC descubrían un mundo alternativo en el que el bien y el mal estaban intercambiados, en el que los héroes destruían y los villanos salvaban vidas. Volvemos al mismo relativismo: si hasta ahora la Nobleza había pervertido a los héroes de cada Tierra alternativa para volverlos malvados, aquí la Nobleza trastorna a los héroes para empujarlos hacia el mal... dentro de una sociedad que como lectores nos parece malvada de por sí. Dentro de todo ambiente de ética difusa, Morrison tiene un momento de brillantez cuando el Batman nazi de este mundo asegura que no tienen nada de lo que avergonzarse ni que enmendar de los errores que cometieron sus abuelos durante la Segunda Guerra Mundial. Ese pragmatismo egoísta, una actitud que todavía vemos en los periódicos actualmente, es lo que al final condenará a miles de inocentes.
Por la parte que toca a Jim Lee, voy a tener que revisar cómics suyos anteriores porque no recuerdo haber visto tantos detalles que me han chirriado. En la primera escena del cuarto de baño de Hitler, el rodapié aparece y desaparece, las baldosas de las paredes cambian de tamaño, y la base del retrete pasa de estar pegada a la pared a casi junto a la puerta. A la estatua del Monumento a Lincoln le falta inexplicablemente el pedestal, y los escalones para llegar a ella cambian de dos a tres de una viñeta a otra. Durante la entrevista a Overman me extraña que un plató tenga cinco plantas de altura y las cámaras se alejen tanto de su objetivo, pero hasta me parece aceptable comparado con la familia que pone su televisor a 10 metros del sofá. Durante la ópera, los cantantes pasan de estar en un foso a actuar a la misma altura que la segunda planta de los palcos. Aún con todo, su tipo de dibujo pega bien con el tono de la historia y de algún modo sus planos poderosos pueden recordar a los de Leni Riefenstahl, como el funeral de Overgirl.
lunes, 5 de octubre de 2015
El chiste de ¡Cu-cut!, censura en el cómic
Uno de los ejemplos más antiguos y conocidos (aunque no el primero) de represión contra el cómic de nuestro país ocurrió en 1905, a raíz de una polémica viñeta publicada en "¡Cu-Cut!", una revista catalana de ideario independentista. El chiste en cuestión, bajo una ilustración de Junceda, mostraba a un militar que mantenía esta conversación:
La intención se entiende mejor si nos explican que el "paisanos" de entonces equivale a nuestro actual "civiles", y que el Banquet de la Victòria fue la celebración del resultado de las elecciones municipales de aquel año, que habían dado una aplastante victoria a la Lliga Regionalista en Cataluña. Con esta viñetita se ridiculizaba al ejército español de la época, que todavía estaba profundamente humillado por la pérdida de Cuba y Filipinas, al señalarlo como incapaz de lograr una victoria comparable. Parece evidente que en los cuarteles la broma no iba a sentar muy bien, pero eso no justifica que, en la noche del 25 de noviembre, entre 200 y 300 oficiales (no fueron soldados rasos, fueron oficiales) asaltasen a hachazos la imprenta de la revista, la saqueasen y la prendiesen fuego. De regreso a sus casas a través de las Ramblas, la oficialidad se encontró con un grupo de gente que se encaró con ellos por estos actos desproporcionados. Como respuesta, los militares usaron sus sables y dejaron a su paso ocho heridos.
En el ABC del día siguiente, se publicó la siguiente noticia sobre el suceso. Las fotos son del ABC del 28 de noviembre.
GRAVES SUCESOS EN BARCELONA
Noticias alarmantes.
En las primeras horas de la madrugada los periodistas que por razón de oficio frecuentan algunas dependencias oficiales y las oficinas de Telégrafos y Teléfonos, notaron que algo grave debía ocurrir en Barcelona, pues las comunicaciones telegráficas y telefónicas entre dicha capital y Madrid quedaron interrumpidas en absoluto desde la una y media.
Lo único que se sabía era que el ministro de la Gobernación había adoptado dicha determinación en vista de un despacho recibido de la ciudad condal.
En los primeros momentos todo fueron comentarios y conjeturas; creíase en alguna grave
colisión entre republicanos y catalanistas, y suponíase no sin cierto fundamento, que estos últimos hubiesen celebrado alguna manifestación ruidosa por habérseles denegado el permiso que solicitaron para la celebración de un mitin.
El Sr. Montero Ríos.
A las dos de la madrugada, algunos corresponsales de periódicos de Barcelona telefonearon al presidente del Consejo de ministros, rogándole que les dijera algo concreto acerca de lo sucedido.
El Sr. Montero Ríos, que ya estaba entregado al descanso, se despertó sobresaltado y contestó que nada sabía.
A medida que avanzaba la noche, la alarma era mayor en Madrid. En los Casinos y entre los trasnochadores que tenían conocimiento de lo que sucedía, no se hablaba de otra cosa.
En Gobernación.
Uno de nuestros redactores intentó ver al Sr. García Prieto en su despacho oficial después de las tres de la madrugada.
El ministro de la Gobernación se hallaba trabajando en su domicilio con el subsecretario, Sr. Fernández Latorre y, por consiguiente, nuestro compañero no pudo realizar su primer propósito.
Sin embargo, pocos momentos después entraba en el ministerio el Sr. Fernández Latorre, y teniendo en cuenta sin duda que ocultando lo ocurrido contribuiría a aumentar más la alarma, dio cuenta a nuestro redactor del telegrama que efectivamente había recibido el ministro después de las diez, y cuya versión es la siguiente:
Provocación de los catalanistas.
Desde hace varios días y después de los sucesos ocurridos en Barcelona el 18 por la noche, los periódicos catalanistas, especialmente los satíricos, venían publicando artículos mortificantes para los republicanos y llenos de excitaciones contra el Poder central, muy ofensivas todas ellas para el Gobierno y para España.
En algunos de dichos periódicos satíricos se habían publicado caricaturas con alusiones muy significativas en contra del Ejército, y esto había producido bastante excitación en los ánimos.
Tanto entre los militares como entre los republicanos se notaba gran descontento, y todo hacía temer que se reprodujeran y se exacerbaran los antiguos enconos.
Graves colisiones.
En las primeras horas de la noche se notó gran efervescencia en el Círculo de la Unión republicana, algunos de cuyos socios se dirigieron al de los catalanistas, con los que sostuvieron violentos altercados, en los que intervino la policía. Mientras tanto, un numeroso grupo de jefes y oficiales de todas las Armas se dirigió en actitud hostil hacia la redacción del Cucut.
Los militares entraron en la imprenta, asaltaron la redacción e inutilizaron el material, dando ¡vivas! á España y ¡mueras! al separatismo.
En las calles, entretanto, fueron recogidos ocho paisanos heridos.
En la Veu.
Parece que los militares se dirigieron después a la redacción de La Veu y realizaron igual obra que en las del semanario Cucut.
Avisado el gobernador civil, general Fuentes, que se hallaba en la Casa Consistorial presidiendo
un reparto de premios a los alumnos de las escuelas municipales, se presentó en la casa de La Veu.
Exhortó a los militares a que depusieran su actitud, pero sus indicaciones no fueron atendidas.
Fue preciso llamar al general Castellvi, capitán general interino, y cuando este se presentó, los militares acataron su autoridad, cesaron en su obra y se encaminaron a la Capitanía general, donde dieron palabra de no volver a desmandarse.
Fuerzas de la Guardia civil quedaron patrullando las calles.
Las tropas han quedado acuarteladas.
La tranquilidad restablecida.
A las cuatro de la mañana se ha retirado de Gobernación el subsecretario. El último despacho que había recibido de Barcelona, anunciaba que la tranquilidad quedaba restablecida.
Consejo de ministros.
Esta mañana, a las nueve, se reunirá el Consejo de ministros para ocuparse de los deplorables sucesos qué dejamos reseñados.
- ¿Qué se celebra aquí, que hay tanta gente?
- El Banquet de la Victòria.
- ¿De la victoria? Ah, vaya, serán paisanos.
La intención se entiende mejor si nos explican que el "paisanos" de entonces equivale a nuestro actual "civiles", y que el Banquet de la Victòria fue la celebración del resultado de las elecciones municipales de aquel año, que habían dado una aplastante victoria a la Lliga Regionalista en Cataluña. Con esta viñetita se ridiculizaba al ejército español de la época, que todavía estaba profundamente humillado por la pérdida de Cuba y Filipinas, al señalarlo como incapaz de lograr una victoria comparable. Parece evidente que en los cuarteles la broma no iba a sentar muy bien, pero eso no justifica que, en la noche del 25 de noviembre, entre 200 y 300 oficiales (no fueron soldados rasos, fueron oficiales) asaltasen a hachazos la imprenta de la revista, la saqueasen y la prendiesen fuego. De regreso a sus casas a través de las Ramblas, la oficialidad se encontró con un grupo de gente que se encaró con ellos por estos actos desproporcionados. Como respuesta, los militares usaron sus sables y dejaron a su paso ocho heridos.
En el ABC del día siguiente, se publicó la siguiente noticia sobre el suceso. Las fotos son del ABC del 28 de noviembre.
GRAVES SUCESOS EN BARCELONA
Noticias alarmantes.
En las primeras horas de la madrugada los periodistas que por razón de oficio frecuentan algunas dependencias oficiales y las oficinas de Telégrafos y Teléfonos, notaron que algo grave debía ocurrir en Barcelona, pues las comunicaciones telegráficas y telefónicas entre dicha capital y Madrid quedaron interrumpidas en absoluto desde la una y media.
Lo único que se sabía era que el ministro de la Gobernación había adoptado dicha determinación en vista de un despacho recibido de la ciudad condal.
En los primeros momentos todo fueron comentarios y conjeturas; creíase en alguna grave
colisión entre republicanos y catalanistas, y suponíase no sin cierto fundamento, que estos últimos hubiesen celebrado alguna manifestación ruidosa por habérseles denegado el permiso que solicitaron para la celebración de un mitin.
El Sr. Montero Ríos.
A las dos de la madrugada, algunos corresponsales de periódicos de Barcelona telefonearon al presidente del Consejo de ministros, rogándole que les dijera algo concreto acerca de lo sucedido.
El Sr. Montero Ríos, que ya estaba entregado al descanso, se despertó sobresaltado y contestó que nada sabía.
A medida que avanzaba la noche, la alarma era mayor en Madrid. En los Casinos y entre los trasnochadores que tenían conocimiento de lo que sucedía, no se hablaba de otra cosa.
En Gobernación.
Uno de nuestros redactores intentó ver al Sr. García Prieto en su despacho oficial después de las tres de la madrugada.
El ministro de la Gobernación se hallaba trabajando en su domicilio con el subsecretario, Sr. Fernández Latorre y, por consiguiente, nuestro compañero no pudo realizar su primer propósito.
Sin embargo, pocos momentos después entraba en el ministerio el Sr. Fernández Latorre, y teniendo en cuenta sin duda que ocultando lo ocurrido contribuiría a aumentar más la alarma, dio cuenta a nuestro redactor del telegrama que efectivamente había recibido el ministro después de las diez, y cuya versión es la siguiente:
Provocación de los catalanistas.
Desde hace varios días y después de los sucesos ocurridos en Barcelona el 18 por la noche, los periódicos catalanistas, especialmente los satíricos, venían publicando artículos mortificantes para los republicanos y llenos de excitaciones contra el Poder central, muy ofensivas todas ellas para el Gobierno y para España.
En algunos de dichos periódicos satíricos se habían publicado caricaturas con alusiones muy significativas en contra del Ejército, y esto había producido bastante excitación en los ánimos.
Tanto entre los militares como entre los republicanos se notaba gran descontento, y todo hacía temer que se reprodujeran y se exacerbaran los antiguos enconos.
Graves colisiones.
En las primeras horas de la noche se notó gran efervescencia en el Círculo de la Unión republicana, algunos de cuyos socios se dirigieron al de los catalanistas, con los que sostuvieron violentos altercados, en los que intervino la policía. Mientras tanto, un numeroso grupo de jefes y oficiales de todas las Armas se dirigió en actitud hostil hacia la redacción del Cucut.
Los militares entraron en la imprenta, asaltaron la redacción e inutilizaron el material, dando ¡vivas! á España y ¡mueras! al separatismo.
En las calles, entretanto, fueron recogidos ocho paisanos heridos.
En la Veu.
Parece que los militares se dirigieron después a la redacción de La Veu y realizaron igual obra que en las del semanario Cucut.
Avisado el gobernador civil, general Fuentes, que se hallaba en la Casa Consistorial presidiendo
un reparto de premios a los alumnos de las escuelas municipales, se presentó en la casa de La Veu.
Exhortó a los militares a que depusieran su actitud, pero sus indicaciones no fueron atendidas.
Fue preciso llamar al general Castellvi, capitán general interino, y cuando este se presentó, los militares acataron su autoridad, cesaron en su obra y se encaminaron a la Capitanía general, donde dieron palabra de no volver a desmandarse.
Fuerzas de la Guardia civil quedaron patrullando las calles.
Las tropas han quedado acuarteladas.
La tranquilidad restablecida.
A las cuatro de la mañana se ha retirado de Gobernación el subsecretario. El último despacho que había recibido de Barcelona, anunciaba que la tranquilidad quedaba restablecida.
Consejo de ministros.
Esta mañana, a las nueve, se reunirá el Consejo de ministros para ocuparse de los deplorables sucesos qué dejamos reseñados.
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