Dentro de unos meses se van a cumplir 10 años desde el estreno de The Spirit (2008), el fracaso más absoluto de la carrera de Frank Miller. La crítica la despedazó y la taquilla no ayudó. Para un presupuesto aproximado de 60 millones dólares, sólo se recuperaron 39 millones. Agregadores de críticas como Rotten Tomatoes o Metacritic le dan respectivamente un 14 % y un 30 de 100. Siempre pienso que es insuficiente valorar toda una película con único número, pero en el caso de The Spirit casi es preferible antes que entrar en detalles sobre sus fallos. Al propio Miller, en una entrevista reciente, le preguntaron qué cambiaría si la volviese a dirigir. No concretó. Sólo dijo: “La haría mejor”.
El productor Michael E. Uslan se había especializado en comprar los derechos de varios personajes de cómic para hacer películas, entre las cuáles han destacado en todos estos años las de Batman. Entre estos personajes estaba también Spirit, por el que una productora de Odd Lot Entertainment, Deborah Del Prete, mostró interés en 2004. Un año después, en enero de 2005, falleció Will Eisner. En la ceremonia de homenaje en Nueva York los dos se acercaron a Frank Miller para ofrecerle escribir y dirigir la adaptación del héroe de Central City.
Frank Miller estaba cerca de su mejor momento. Quedaban unos meses para estrenar Sin City (2005), dirigida por Robert Rodríguez, que convenció a la crítica y entusiasmó al público. Al año siguiente se iba a estrenar 300 (2006), rodada también con pantalla verde, con la que tanto Zack Snyder como Frank Miller fueron catapultados al éxito. Convencer a Miller de que se encargase de este proyecto parecía la mejor decisión. Para él era complicado, pero creyó que no tenía alternativas: «Lo único que pensaba era “Es demasiado grande… No sabría hacerlo”. Y lo rechacé. Y a los tres minutos estaba camino de la puerta, me giré y dije “Nadie más puede tocarlo”, y acepté el trabajo al momento».
¿Era una buena idea darle las riendas de una película a alguien sin experiencia en este medio? Robert Rodríguez consideraba que el verdadero director de Sin City había sido Miller y no él. El propio dibujante, agobiado con la responsabilidad de dirigir esta película, le pidió consejo a Rodríguez. Éste le animó diciendo que hacer películas y cómics en el fondo era lo mismo, que sólo cambiaban las herramientas. Por su parte, Zack Snyder declaraba en la prensa que confiaba en lo que podía llegar a hacer este dibujante.
Lo primero que hizo Miller fue desarrollar un guión en viñetas, un storyboard completo con toda la película. Se apoyó en tres elementos fundamentales. En primer lugar, la historia en dos partes que presentaba al personaje de Sand Saref, una ladrona a la que Spirit debía detener pero a la que al mismo tiempo amaba. Los lectores ya sabían que era una de las historietas favoritas de Miller porque la había utilizado como inspiración para el primer número que escribió de Daredevil, en el que la ninja Elektra tenía un papel similar al de Sand Saref.
En segundo lugar, la presencia del villano Octopus parecía obligatoria. Sin embargo, si en los cómics se trataba de un villano en las sombras, al que nunca se le llegaban a ver nada más que sus guantes, en la película ganó más presencia interpretado por un Samuel L. Jackson sobreactuado. Para Miller, era la única manera de que el personaje pudiese aguantar hora y media en pantalla.
Y por último, la película debía ser también la inevitable historia de origen de Spirit. Tanto este origen como la conexión de Octopus como reverso malvado de Spirit fueron creaciones de Miller. Este cambio y otros por el estilo fueron justificados por el director: según él, Will Eisner habría preferido que Miller hubiese mostrado su visión personal a que realizase una adaptación literal.
La película tenía muchos de los recursos narrativos favoritos de Miller, pero eso no quiere decir que no tuviese en cuenta algunas de las decisiones creativas de Eisner. Por ejemplo, el protagonista nunca podía sujetar una pistola, las mujeres tenían que ser despampanantes y el código de conducta del héroe debía ser intachable. En una escena, mientras Sand Saref está en la ducha, él no entra al baño a detenerla. El motivo: hacerlo sería de mala educación.
A pesar de este cuidado, la cinta fracasa en demasiados aspectos como para señalar los aciertos. Como ejemplo de alguno de estos buenos detalles, tiene su gracia que Miller utilice al gato como «animal guía» de Spirit (las siete vidas, los tejados, la promiscuidad…). También son interesantes todos los guiños que la película le dedica a la historia de cómic americano: autores como Iger, Ditko, Kurtzman y Feiffer, editores como Liebowitz y Donenfeld, la colección Crime Suspenstories, el personaje de Robin, al lema de la película de Superman («Creerás que un hombre puede volar»), o a uno de los cómics de Spirit («¿Qué son diez minutos en la vida de una persona?»).
Junto a todos estos guiños, Miller se dedicó también a hacerse autohomenajes, en algunos casos descarados y en otros creo que accidentales. Por ejemplo, el más obvio es la referencia a que Sand Saref tiene el complejo de Electra, con la que Miller explicitaba la conexión entre esta villana de Will Eisner y su ninja griega. O también la presencia de elementos de la mitología grecolatina, que conectaban de alguna manera la película con el contexto histórico de 300. La forma con la que Spirit deambula con la espada de Plaster of Paris atravesada en el pecho recuerda a Kirigi; la escena japonesa de Octopus, a su pasión por Lobo solitario y su cachorro; y aquel «Era un buen trabajo, no debiste firmarlo», al pensamiento que Matt Murdock recitaba en la saga Born Again.
En otros casos, las conexiones entre esta película y otros trabajos anteriores de Frank Miller parecen más bien el origen de malas decisiones. Es inevitable acordarse de Daredevil viendo a Spirit saltar por las azoteas, o de Lobezno cuando su factor de regeneración le salva de la muerte tantas veces. Will Eisner le había puesto a Spirit un pequeño antifaz al personaje para poder hacerlo pasar por superhéroe, pero Frank Miller ignoró ese detalle y lo transformó en uno de ellos. Se ha escrito que Miller sólo sabe hacer cómics de superhéroes, y The Spirit puede ser el mejor ejemplo. Excepto él, nadie había pedido que Spirit tuviese superpoderes.
La lista de fallos es muy larga, por desgracia. Imágenes extravagantes, diálogos cursis, un humor que no funciona en la mayoría de los casos, efectos especiales poco conseguidos, una voz de narrador que sobra… Si hubiese que señalar un fallo fundamental, creo que hay unanimidad en que el problema es que Miller simplemente no dominaba el medio.
En uno de los prólogos de Los archivos de The Spirit, Miller comentó un desencuentro que había tenido con Eisner hacía muchos años. Él le decía que el cómic y el cine eran medios equivalentes, en el que a cada viñeta le correspondía un fotograma. Eisner parece que se lo tomó mal y le explicó con vehemencia la diferencia entre ambos. Viendo esta película, parece que Miller no llegó a entender aquellas explicaciones. Los planos son muy breves, y parecen más pensados para ser leídos en una página que para verlos sobre una pantalla. Los cambios de tono o la estructura habrían funcionado seguramente en un cómic, pero aquí parecían errores de novato.
La respuesta del público fue bastante negativa ya desde el primer anuncio de que Miller llevaría las riendas del proyecto, y los tráilers no hicieron cambiar de opinión a los escépticos (por lo general, sobre todo no gustó que la estética recordase a la de Sin City). Por eso no se entiende el optimismo de los responsables. Miller estaba seguro de que ésta iba a ser la primera entrega de una trilogía, y al mismo tiempo se le anunciaba como director de la adaptación de Buck Rogers. La triste realidad es que al público no le interesó ni siquiera el DVD de la versión del director, con todo el material que se había quedado fuera del montaje final para lograr una calificación para mayores de 13 años.
También es cierto que hubo críticas injustas. Los fans de los cómics se tiraron de los pelos por que el héroe llevase gabardina y otro tipo de detalles que consideraban alejados del personaje original. Al dibujante Kyle Baker le llamaron la atención tanto esos ataques como para escribir un artículo comparando esos supuestos fallos con páginas de los cómics para demostrar que Miller había sido más fiel de lo que algunos pensaban. No sólo eso, también aseguró que la cinta le había encantado. Imagino que en este tiempo habrá cambiado de opinión, porque su reseña ha desaparecido de su blog.
Personalmente, no creo que toda la culpa de los errores se deban a Frank Miller. Quienes le pusieron en la silla del director sabían la poca experiencia cinematográfica que tenía, y tenían medios para saber la película que estaba haciendo. En vez de guiarle y corregirle, confiaron en que sólo su nombre vendería entradas, hiciese lo que hiciese. «Todos pensábamos que Frank tenía sus propios seguidores y que le serían fieles a pesar de todo, pero nos equivocamos», se lamentó la productora Del Prete.
En el mundo audiovisual, Miller tuvo una segunda oportunidad en 2010 con un anuncio de colonia para Gucci, protagonizado por Evan Rachel Wood y Chris Evans. Unos años despuñes, Sin City: Una dama por la que matar (2014) también se hundió en taquilla y dejó muy fría a la crítica, que vio una simple repetición de la primera entrega pero menos impactante. Ahora con Cursed tal vez pueda enmendarse. Se trata de una novela para jóvenes adultos escrita a cuatro manos entre él mismo y Thomas Wheeler que cuenta el mito del Rey Arturo desde el punto de vista de la Dama del Lago. Se publicará supuestamente en 2019, el mismo año en el que Netflix estrenará la adaptación en su plataforma, una adaptación en el que estos dos autores trabajarán como productores. Entonces podremos ver qué es lo que Miller ha aprendido en estos 10 años.
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