Osamu Tezuka hizo que yo empezase a ver el cómic japonés de una manera diferente. Hasta ese momento yo había ojeado mangas como Bola de Dragón, Doraemon o Evangelion, pero ninguno de ellos me había llamado la atención. Leer Adolf para mí fue una revelación. Nada más terminarlo salté a otros mangas de Tezuka: Buda, Ayako, Oda a Kiri-Hito, La princesa caballero, MW... Ninguno me decepcionó.
Mi chasco llegó con esta "segunda ola" de mangas de Tezuka que han empezado a editarse en estos años. Tanto El libro de los insectos humanos como Alabaster o La canción de Apolo me parecieron curiosos, con detalles destacables, pero muy lejos de aquellas primeras lecturas. Llegué a pensar que era lo normal. Después de editar todas las obras maestras de Tezuka, por fuerza lo que quedaba tenía que ser inferior.
Dororo me reconcilia con el buen recuerdo que tenía de Tezuka. En este caso se trata de una historia de terror y aventura y un relato de aprendizaje en el que los dos personajes centrales compiten por el protagonismo. Hyakkimaru es el equivalente a un caballero andante que anda tras la pista de 48 demonios que al nacer le robaron 48 partes de su cuerpo, y que al mismo tiempo ayuda a la gente necesitada con la que se encuentra. Dororo es por tanto algo parecido a su escudero, un niño ladrón huérfano que le esconde varios secretos.
No sólo me parece la lectura más sólida entre los últimos mangas de Tezuka publicados en España (a excepción de las últimas páginas del tomo, en las que se nota bastante desgana), sino que resume perfectamente su estilo. Tezuka combinaba el humor más tonto con la solemnidad, daba un trasfondo muy trágico a sus historias al mismo tiempo que las llenaba de anacronismos, autoparodia y referencias a la cultura pop. Sabía cómo divertirse haciendo cómics y en ningún momento dibujó de espaldas a los intereses de los lectores.
1 comentario:
El final deja con ganas de conocer la historia editorial de la serie. De haberlo publicado otra editorial igual se aclaraba mediante algún artículo o prólogo.
A mí las historietas adultas de Tezuka me producen sofocos por lo aburrido de los argumentos y el revoltijo pasional. (Insufrible la del deportista negro.) Son muy bonitas de mirar, pero no tengo idea de si verdaderamente fueron recibidas con entusiasmo en su momento.
Ismamelón Sobrino
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