Sin embargo, el que realmente dejó las Termópilas fue un espartano diferente, y el rechazo que sufrió se ajusta mejor a lo que conocemos de este pueblo por el cómic:
"Por cierto que, según cuentan, dos de los trescientos espartiatas, Éurito y Aristodemo, podían – si ambos se hubiesen puesto de común acuerdo – haberse salvado, volviendo juntos a Esparta (pues habían sido autorizados por Leónidas a abandonar el campamento y se hallaban en Alpeno aquejados de una grave dolencia ocular), o bien – si es que no querían regresar a su patria – haber muerto con sus camaradas. Esos dos sujetos, insisto, podían haber adoptado una u otra determinación, pero no acertaron a llegar a un acuerdo; es más, su decisión fue más bien distinta: mientras que Éurito, al enterarse de la maniobra envolvente de los persas, pidió sus armas, se las puso y ordenó a su hilota que lo llevase al campo de batalla (cuando lo hubo conducido hasta allí, su guía se dio a la fuga, pero él se lanzó a la refriega, perdiendo la vida), Aristodemo, por su parte, se acobardó y se quedó donde estaba.
Pues bien, si Aristodemo hubiese retornado a Esparta por haber padecido la enfermedad él solo, o si hubieran regresado los dos juntos, soy de la opinión de que los espartiatas no habrían manifestado indignación alguna hacia ellos. Pero el caso es que, como uno de ellos había muerto y el otro, pese a encontrarse en la misma situación, no había querido perder la vida, los espartiatas no tuvieron más remedio que irritarse mucho con Aristodemo.
Unos, en definitiva, pretenden que así – esgrimiendo dicho pretexto – fue como Aristodemo se salvó, regresando a Esparta. Otros, en cambio, aseguran que recibió el encargo de llevar un mensaje fuera del campamento y que tuvo la oportunidad de tomar parte en la batalla, pero no quiso hacerlo, sino que se entretuvo en el camino para conservar la vida, en tanto que su compañero de misión llegó a tiempo para la batalla y encontró la muerte.
A su regreso a Lacedemón, Aristodemo sufrió la deshonra y la humillación. Las muestras de discriminación que tuvo que soportar eran las siguientes: ningún espartiata le daba fuego ni le dirigía la palabra, y las muestras de desprecio consistían en que se le apodaba Aristodemo”el Temblón”. Sin embargo, en la batalla de Platea reparó por completo la falta que se le imputaba.
(La traducción es obra de Carlos Schrader, y está extraída del libro La batalla de las Termópilas.)
1 comentario:
Aunque desconozco los pormenores, me arriesgo a decir que perfectamente podría haberse manifestado "indignación" contra ellos. Casos los hay a montones en la Historia, en la prensa. Un ejemplo: Malaspina. Su expedición fue olvidada o desacreditada hasta poco menos que 1993.
Y, por más mitos que haya, no creo que la gente de la Hélade fuera mucho más agradable, menos manipulable o menos voluble que los de otros lugares y épocas.
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