lunes, 20 de mayo de 2019

La edad para leer 'Solanin'


Un artículo que leí hace un tiempo (y que recomiendo) preguntaba en el titular si «las películas cambian con los años, o somos nosotros». Noel Ceballos empezaba así una reflexión sobre cómo la experiencia de ver una película es diferente cuando todo lo que la rodea también lo es. Se podrían hacer comentarios parecidos sobre los cómics.

A raíz de la reedición de Zipi y Zape se volvieron a leer en redes opiniones sobre estos personajes. Hubo comentarios positivos, pero también quienes opinaban que los personajes ya les parecían antiguos en los 70 y que, por tanto, no tenía sentido una reedición que quisiese interesar a los niños actuales. Mi sensación es que es un análisis hecho por lectores que dejaron de ser niños hace mucho. No es que Zipi y Zape se hayan vuelto antiguos, sino que nosotros ya no tenemos los ojos para valorar estos cómics. Hemos envejecido tanto que algunos incluso se creen que un tebeo como Tintín, con 100 años de historia y tan blando como puede serlo el suplemento semanal de una revista católica, es más interesante para nuestros sobrinos.

Al revés también debe de pasar. Quiero releer Barrio lejano (1998-1999) y El almanaque de mi padre (1994), de Jiro Taniguchi, cuando tenga 40 años. Los dos son mangas de madurez de mucha calidad, en los que los personajes rememoran la infancia cuando esta les queda muy lejos. Yo los leí a la edad en la que no tenía que haberlos leído, sin tener ni siquiera 25 años, así que sólo los puedo valorar desde cierta distancia. Entiendo a los personajes, pero no vibro con ellos.

El que sí me ha agarrado de las solapas es otro manga, Solanin (2005-2006), que me parece un drama perfecto para aquel lector que fui a los veintitantos. La pareja protagonista, Meiko y Taneda, han entrado en el mercado laboral hace poco y se han dado de bruces con lo que significa trabajar. Ella y él son jóvenes apasionados que se sienten frustrados con el trabajo de oficina y con cómo les impide desarrollar sus sueños artísticos de juventud. Esta búsqueda de su propia identidad, este alejarse de la de la generación de sus padres, les lleva a replantearse no solo sus carreras profesionales, sino también su relación de pareja.

Hay mucha pasión y reflexiones existenciales en este cómic. Lo leo desde cierta distancia, pero sé que si lo hubiese leído en su momento me habría emocionado mucho más. Por eso agradezco el nuevo epílogo que se incluye esta reedición de Norma, en el que los personajes tienen una edad más cercana a la mía. Me identifico con cómo esa frustración con el mundo laboral acaba desapareciendo, con cómo el círculo de amistades se reduce, cómo la intensidad de las emociones encuentra un equilibrio. Siento que he leído Solanin a la edad que tenía que leerlo.

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