jueves, 21 de noviembre de 2013

Dios Ama, el Hombre Mata, de Chris Claremont y Brent Anderson

96 páginas, tapa dura, 12 €

La premisa de la colección de los X-men se basa en que los miembros de este grupo han conseguido superpoderes debido a una mutación genética, por lo que se han ganado el miedo y el odio injustificados de la mayor parte de la sociedad. Sin embargo, los X-men son superhéroes que en vez de buscar venganza contra esa actitud, lo que hacen es defender a la humanidad de los peligros que la amenacen. Es decir, se trata de una combinación de los papeles de víctima y de héroe, son mártires con superpoderes.

La premisa es tan tonta y está tan poco reflexionada que es comprensible que los propios Stan Lee y Jack Kirby la olvidasen en el segundo número de la colección. ¿Cómo puede la humanidad sentir miedo y odio por los personajes de la colección X-Men pero admirar a los Cuatro Fantásticos? Si un mutante no dice que lo es, ¿cómo se le puede distinguir de superhéroes como Daredevil, Luke Cage, etc.? En un universo mutante, aislado del resto de los superhéroes de la editorial, el concepto podría funcionar, pero dentro del cosmos Marvel es absurda.

En 1982 el aclamado guionista Chris Claremont participó en el proyecto editorial de Jim Shooter, un nuevo formato con el que quería llegar a un público adulto, el álbum francés (llamado aquí "novela gráfica"). Esto significaba tapas de cartón resistentes con más páginas, de mayor tamaño, mejor papel y mejor color. Y por tanto, en teoría, un guión más inteligente y adulto. Por ese motivo, para desarrollar una historia en este formato Claremont decidió alejarse de los villanos coloristas de ciencia ficción de la colección regular y resucitó la premisa de la colección utilizando a un telepredicador fanático que difundía el odio a los mutantes y funcionaba como una metáfora del racismo.

Por desgracia, este guionista cargado de sus mejores intenciones no fue capaz de llevar su idea a la práctica. En primer lugar, su escritura sigue tendiendo a la completa exposición, al subrayado. Los personajes se describen no tanto por los actos y decisiones que toman a lo largo de la historia sino de manera forzada mediante cuadros de texto (la página de presentación del grupo), con soliloquios (la primera aparición de Magneto), bocadillos de pensamiento, etc. En algún caso Claremont incluso cae en errores de novato con textos que no aportan nada al dibujo (última viñeta de la página 20) o que contradicen lo que se ve en la viñeta (página 7, viñeta 8).


Esta sobreexposición me lleva a donde este cómic falla estrepitosamente, a su villano, el reverendo Stryker. Se trata de un antiguo militar problemático y con problemas mentales que después de una mala experiencia decide volcarse en la religión y predicar el exterminio de los mutantes. Se trata de un personaje ridículamente bidimensional, sin matices ni contradicciones, descrito mediante simples clichés: un líder carismático, experto en la oratoria, aficionado a recitar de memoria siempre que puede largas citas bíblicas e inflexible en sus decisiones. Sin discusión, este villano es lo más alejado del concepto "cómic adulto" que tengo en mente.

El problema es que tampoco Claremont quiere caer en una zona de grises morales, no se arriesga a que el lector pueda sentir empatía por Stryker. Cuando Claremont da voz a algún personaje (los realizadores de televisión, Cíclope, el senador y los policías), todos opinan igual, que su mensaje está equivocado. ¿Dónde está entonces ese dominio de la oratoria de Stryker? Según el cómic, sólo consigue realmente convencer a los asesinos que trabajan para él y al Danny de las primeras páginas, el resto de seguidores son estúpidos sin reflexiones personales. Si sabemos que Stryker es una persona elocuente es porque otros personajes lo afirman en voz alta, no porque el argumento nos lo muestre.

De hecho, Claremont se ataca a sí mismo al intentar redimir al villano Magneto, al que Xavier describe directamente como "maligno" mediante una sobreexposición más, aunque no le veamos aquí comportarse realmente como tal. Redimiendo al clásico archienemigo de la colección justo en este cómic, el guionista cae en la contradicción. Si Magneto es capaz de cometer crímenes por una buena causa, si es malo pero a la vez es bueno, si es un personaje tridimensional, ¿cómo es posible que Stryker sea una caricatura sin desarrollo?

Stryker es también incoherente, que no es lo mismo que contradictorio. Si su epifanía le lleva a la conclusión de que debe compartir con la humanidad su evangelio de odio a los mutantes, ¿qué tienen que ver los asesinatos a mutantes que realiza a escondidas? Si se trata de un simple telepredicador, ¿de dónde ha sacado la extravagante máquina de hipnosis de ciencia ficción? Si no quiere que la sociedad sepa que él está relacionado con el asesinato de niños mutantes inocentes, ¿por qué apunta con una pistola a un mutante... en público, sin que esté sometido a una situación crítica?

Al menos un villano tan monolítico como Stryker podría servir para agitar al resto de personajes, para producir en ellos algún tipo de cambio o una nueva reflexión, pero no hay nada de eso. Lo que tenemos es justo lo contrario, una historia en la que los personajes se mantienen en su posición, en la que, a pesar de algunas dudas, refuerzan las personalidades que aparecían en las primeras páginas. Nada cambia, la intolerancia seguirá existiendo, los héroes deben seguir siendo heroicos.

Si nos alejamos del guión realmente hay pocas pegas que poner en comparación. El dibujo no es de mi gusto, pero sí es interesante. El color sirve tanto para que el dibujo parezca más realista como para ganar en expresividad. Alguna página es confusa por el orden de lectura de las viñetas y las viñetas fotocopiadas llegan a cansar, pero se agradecen las ganas de querer hacer algo diferente a lo habitual. A nivel gráfico, uno de los mejores momentos es el sueño de Xavier con el que Stryker intenta controlarle. Otro buen detalle es que Anderson en bastantes momentos se preocupe por sacar a todo grupo en viñetas independientes del mismo tamaño, así se insiste en que todos son un equipo pero cada uno tiene su propia personalidad.

Lo que nos queda entonces es un cómic fuera de continuidad (¿Kitty Pryde con el apodo de Ariel, un indicio de romance entre Cíclope y Tormenta que nunca se explorará?) en el que su gran baza fue realmente su formato novedoso. Con estos cómics Marvel llamaba la atención de los coleccionistas pop, más preocupados por las rarezas externas que por el contenido. Más preocupados de si el cómic estaba editado en tomo o en grapa, en horizontal o en vertical, que por un análisis realmente adulto e inteligente del racismo y la intolerancia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo leí siendo un niño (cuando lo publicó Forum), y entonces me pareció un comic buenísimo y muy adulto. Muy adulto por el enfoque "serio" del problema del racismo, pero especialmente por la crudeza de muchas escenas (violencia explícita muy realista, sangre) que no era normal en los tebeos de Marvel. Este cómic me impactó mucho, y lo leí y releí muchas veces. Pero hoy, 25? años después, no creo que pase de ser un cómic "normal". (Aunque, eso sí, creo que el realismo y crudeza de algunas escenas concretas sigue siendo un poco alto para un comic Marvel).

Anónimo dijo...

No vale la pena hablarte de las bondades de esta joya..

Peúbe dijo...

Pero veo que sí vale la pena escribir un comentario para hacerme de menos.