sábado, 21 de marzo de 2020
Balas perdidas n.º 6: Asesinos
Vuelvo a dar la matraca: Balas perdidas puede que sea una de las mejores colecciones de cómics que se publica actualmente. Cuando me enteré de que David Lapham iba a continuar la colección después de haberla parado en 2005 me alegré. Tenía algo de miedo de que estuviese trabajando a medio gas, incapaz de recuperar la pasión de los años 90 y los 2000. También tenía miedo de que sólo estuviese reactivando de cualquier manera esta propiedad intelectual con la única intención de vendérsela a Netflix o a HBO. Después de haber leído el que puede ser el mejor tomo de la colección se me han ido todos los miedos.
Este tomo, Asesinos corrige lo que me parecieron errores en el anterior tomo. En Hazañas y travesuras Virginia Applejack se había convertido en una justiciera de instituto, una deriva más bien superheroica que sonaba a atajo y no a acierto inspirado. No encajaba demasiado en una colección que se aleja siempre de los clichés y las soluciones facilonas.
El segundo acierto de Asesinos es poner distancia con este personaje y colocarlo en un segundo plano. Una de las virtudes de Balas perdidas era su naturaleza coral, de semi antología, en la que cada capítulo un nuevo personaje acaparaba el protagonismo. Desde el cuarto tomo David Lapham se ha centrado especialmente en Virginia, una decisión que no me terminaba de convencer en el quinto tomo (lo dicho, justiciera de instituto). En Asesinos no recuperamos el estilo coral, pero tenemos un nuevo personaje, Eli, que se coloca entre Virginia y el lector. Ya no la vemos a ella como la ex fugitiva que ha salido de una experiencia traumática, sino desde el punto de vista de Eli. Con él somos capaces de verla desde fuera, de darnos cuenta de su naturaleza tóxica y recordar que los asesinatos y el crimen no son algo atractivo.
Asesinos, más que ningún otro tomo hasta este momento, pone el acento en lo imprevisible. Hemos visto cómo un conjunto de accidentes empujaron a Virginia desde niña a huir de asesinos a sueldo y a sufrir experiencias extremas que le han llevado a normalizar el ambiente criminal. Con todo lo que sabemos de Virginia, Lapham aquí nos pregunta si se puede salir de ahí, si es posible que Virginia pueda mantener relaciones personales sanas, si encajará algún día en la sociedad y, sobre todo, si es una buena o una mala persona. Le toca al lector contestar estas preguntas. Ya veremos si Lapham quiere darnos su propia opinión en el siguiente tomo.
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