Muchas veces os pasará que al terminar un dibujo a lápiz queráis orgullosos de él y decidís pasarlo a tinta pero... entonces sobreviene la catástrofe; el dibujo pasado a tinta se transforma en una birria, no queda más remedio que tirarlo a la papelera y volver a empezar. ¡Lástima de dibujo! ¿Verdad?
Y es que el trazo a tinta no debéis mirarlo como un sistema para que el dibujo quede negro e indeleble. La plumilla ha de tener alma, o sea, que con ella sobre el dibujo se han de corregir incluso las imperfecciones del lápiz, añadir detalles, en una palabra, dibujar también con la plumilla.
La ilustración da idea de estas advertencias: las figuras a lápiz eran exactamente iguales. En la número 1, se han repasado las líneas descuidadamente, sin dibujarse de nuevo y prescindiendo de añadir detalles; no se ha puesto afán de perfeccionar el dibujo con el trazo de la pluma.
En la figura 2 se ha cuidado el repaso con tinta convenientemente, han aparecido sombras muy ligeras bajo la corbata, bajo la oreja y, para conseguir un efecto completo, sobre la pared se ha proyectado parte de la sombra del muñeco entero, también se ha dado vida a los ojos por medio de un circulito, se han añadido los cabellos, el dibujo ha sido completado en lo posible y, como podéis apreciar, la diferencia entre uno y otro es muy grande.
En resumen, hay que dibujar los muñecos a lápiz, pero también hay que aprender a perfeccionarlos con la tinta china. Un buen sistema para perderle miedo a la plumilla es dibujar directamente muñecos con ella. Aunque en principio os queden mucho peor que con el lápiz, no importa.
(Pulgarcito nº 1118, 10/10/1952)
2 comentarios:
He descubierto este blog gracias a un enlace de Zona Negativa a su (maravillosa) entrada dedicada a 'El castillo de arena' de Jan y se ha ganado un nuevo lector. Enhorabuena por tan buenos blogs, le echaré un vistazo también a su libro, como fan de Bruguera que soy.
¡Muchas gracias! Si le cuesta encontrarlo, escríbame un correo.
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