lunes, 11 de junio de 2018

Por qué creo que Superlópez pudo terminar en los 80


Creo que el caso de Superlópez es parecido al de las Tortugas Ninja o Cerebus. En los tres casos se trata de personajes que empezaron como parodias pero que acabaron siendo obras más personales. Tal vez la comparación sea más redonda con Cerebus, porque tanto Dave Sim como Jan comparten en su trabajo sus reflexiones y su manera de entender la vida con bastante libertad creativa. Tanto se vuelca Jan en su trabajo que llegamos a pensar que autor y personaje son uno. Sin embargo, tengo la sensación de que el dibujante podría haber abandonado tranquilamente a la supermedianía en los 80 si las cosas hubiesen sido diferentes.

Antes de entrar en la Editorial Bruguera alrededor de 1974, Jan había podido desarrollar un tipo de cómic más personal, con guiones y dibujos suyos, con su forma de entender las historias y la forma de llevarlas al papel. En Bruguera esto cambió. Se tuvo que ajustar a los esquemas de seis hileras de viñetas, el gag alargado de una página, guiones de otras personas y dibujar al mismo tiempo cuadernos coloreables, cuentos, troquelados, las adaptaciones al cómic de Heidi y Marco… Tuvo que ser una época que le dejó marca, porque en Cachabolick Blues Rock (1988) colocó a Martha en una situación parecida a la que vivió él.

Jan consiguió volver al tipo de cómic que le gusta hacer con Las aventuras de Superlópez (1979) con la ayuda en los guiones de Francisco Pérez Navarro. Juntos habían sacado adelante las adaptaciones de Heidi y Marco, pero también algo más personal, Nosotros los Catalanes (1978), una historia de Cataluña en formato cómic. Esta colaboración debió de ser tan fluida que mientras estaban con Superlópez sacaron tiempo para otro cómic en paralelo, Pasolargo (1979) para el suplemento asturiano Espolique.

De este modo, fueron racionando una entrega de Superlópez con frecuencia quincenal hasta 1980, cuando el dibujante decidió encargarse en solitario de Superlópez, sin ayuda ajena en los guiones o el coloreado. Comenzó inmediatamente tras ¡Todos contra uno, uno contra todos! (1979) a serializar Los alienígenas (1980), pero al acabar éste llegó un parón de tres meses hasta que se publicó la primera entrega del siguiente álbum, El Señor de los Chupetes (1980). La regularidad de Superlópez se cayó por segunda vez durante las últimas entregas de La semana más larga (1981) por culpa de Pulgarcito, una nueva colección regular para la revista del mismo nombre. No es sólo que los últimos capítulos saliesen a razón de 6 páginas al mes, sino que pasó un año y medio entre el final de este álbum y el comienzo del siguiente, Los cabecicubos (1982).

Creo que debieron de influir varios factores en las decisiones que tomó Jan en este tiempo. Por una parte estaba la presión de las fechas de entrega de Pulgarcito, y lo poco satisfecho que quedaba con el resultado final por culpa de los coloristas. Por otro lado, Bruguera estaba en suspensión de pagos y tuvo retrasos y deudas en los pagos a sus trabajadores, una situación que creo que tiene un eco en ese Jaime que controla los presupuestos de La gran superproducción. Ante esta situación, el dibujante saltó a Ediciones Druida donde continuó ilustrando cuentos infantiles pero también creó otros personajes para la revista Jauja (1982): Los últimos de Villapiñas y Cab Halloloco.

Jan ha dicho en muchas entrevistas que para él los personajes son menos importantes que las historias, pero creo que alrededor de estos años Jan pudo tener menos cariño por Superlópez que por el resto de sus personajes. Los cabecicubos (1982) se serializó en cuatro meses en la revista Mortadelo Especial, y La caja de Pandora (1983) en tres meses, pero entre uno y otro pasó un año de sequía. Hubo otro año de sequía más hasta que se publicó La gran superproducción (1984), primero en una revista que duró 3 números, y en recopilatorio Olé el mismo mes en el que se cancelaba esa publicación. ¿Quiere decir que Jan estuvo mirando las musarañas mientras tanto? No, al mismo tiempo sus colaboraciones empezaron a aparecer en revistas como Rumbo sur o A tope con sus álbumes Viceversa, trotacosmos de ida y vuelta (1984-1991) y Laszivia (1984), una historieta en el Hara kiri nº 46, y también presentó varios proyectos rechazados, algunos de los cuáles se acabaron publicando en los Guai! nº 85 y 107.

Toda esta falta de periodicidad y la creación de nuevas series para otras revistas me hace pensar que, en otras condiciones, Jan podría haber abandonado Superlópez si cualquier otra editorial, revista y personaje hubiesen llegado a asegurarle una estabilidad económica aceptable. No debió de ser así, porque en cuanto se creó Ediciones B fue uno de los primeros que aceptó la oferta que le hicieron. Con esta editorial volvió la regularidad de las entregas de Superlópez, y con ello se aseguró la continuidad del personaje hasta la actualidad.

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