viernes, 8 de enero de 2016
Robocop (Frank Miller, Steven Grant, Juan José Ryp)
La película Robocop (1987) dirigida por Paul Verhoeven parecía una historia salida de la cabeza de los guionistas de cómics de la época. La trama tenía una estructura simétrica y una conspiración de una empresa privada que podían recordar a Watchmen, y el renacimiento de un héroe mezclado con la paranoia nuclear eran dos de los aspectos fundamentales de El regreso del Caballero Oscuro de Frank Miller. Por eso parece lógico que los productores de Orion pensasen en este último para escribir el guión de la secuela. Sin embargo, por desacuerdos con el director, su trabajo sufrió una profunda reescritura y no llegó a la gran pantalla tal como él lo había planeado. Con esta adaptación al cómic de Steven Grant y Juan José Ryp los lectores pueden pueden hacerse una idea de lo que el público de su época se perdió.
No he visto Robocop 2 (1990), así que no puedo comparar los dos guiones. Lo que sí puedo es alegrarme de que esta historia no llegase a ser dirigida. La sátira con la que Verhoeven señalaba los defectos de la sociedad de su época es transformada aquí en una caricatura grotesca. Las tres directivas de Robocop, que en la cinta original eran un homenaje a las leyes de la robótica de Asimov, son para Miller un punto de partida para una discutible defensa de algo parecido al objetivismo de Ayn Rand y un ataque al buenismo y la sensiblería. En realidad, lo verdaderamente imperdonable es que Miller se olvida de que la película original funcionaba porque, antes que una película de acción y tiros con mensaje político y metáforas religiosas, era la historia de Alex Murphy, de cómo evolucionaba y tomaba conciencia de su nueva situación. Frank Miller resolvió el último acto de su guión con una rutinaria escena de persecución vacía y sin más contenido.
En lo que respecta a este cómic, Steven Grant cumple sin más. Después de dos números en los que se preocupa por distribuir la trama para que encaje en las páginas de cada comic-book, se desinteresa y cierra cada capítulo simplemente en el momento en el que se le terminan las páginas. Por su parte, se nota que Juan José Ryp se deja la piel en los pequeños detalles de cada viñeta, pero por desgracia tiene la contrapartida de que la lectura de su dibujo se hace más lenta y pesada.
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