- ¿Qué se celebra aquí, que hay tanta gente?
- El Banquet de la Victòria.
- ¿De la victoria? Ah, vaya, serán paisanos.
La intención se entiende mejor si nos explican que el "paisanos" de entonces equivale a nuestro actual "civiles", y que el Banquet de la Victòria fue la celebración del resultado de las elecciones municipales de aquel año, que habían dado una aplastante victoria a la Lliga Regionalista en Cataluña. Con esta viñetita se ridiculizaba al ejército español de la época, que todavía estaba profundamente humillado por la pérdida de Cuba y Filipinas, al señalarlo como incapaz de lograr una victoria comparable. Parece evidente que en los cuarteles la broma no iba a sentar muy bien, pero eso no justifica que, en la noche del 25 de noviembre, entre 200 y 300 oficiales (no fueron soldados rasos, fueron oficiales) asaltasen a hachazos la imprenta de la revista, la saqueasen y la prendiesen fuego. De regreso a sus casas a través de las Ramblas, la oficialidad se encontró con un grupo de gente que se encaró con ellos por estos actos desproporcionados. Como respuesta, los militares usaron sus sables y dejaron a su paso ocho heridos.
En el ABC del día siguiente, se publicó la siguiente noticia sobre el suceso. Las fotos son del ABC del 28 de noviembre.
GRAVES SUCESOS EN BARCELONA
Noticias alarmantes.
En las primeras horas de la madrugada los periodistas que por razón de oficio frecuentan algunas dependencias oficiales y las oficinas de Telégrafos y Teléfonos, notaron que algo grave debía ocurrir en Barcelona, pues las comunicaciones telegráficas y telefónicas entre dicha capital y Madrid quedaron interrumpidas en absoluto desde la una y media.
Lo único que se sabía era que el ministro de la Gobernación había adoptado dicha determinación en vista de un despacho recibido de la ciudad condal.
En los primeros momentos todo fueron comentarios y conjeturas; creíase en alguna grave
colisión entre republicanos y catalanistas, y suponíase no sin cierto fundamento, que estos últimos hubiesen celebrado alguna manifestación ruidosa por habérseles denegado el permiso que solicitaron para la celebración de un mitin.
El Sr. Montero Ríos.
A las dos de la madrugada, algunos corresponsales de periódicos de Barcelona telefonearon al presidente del Consejo de ministros, rogándole que les dijera algo concreto acerca de lo sucedido.
El Sr. Montero Ríos, que ya estaba entregado al descanso, se despertó sobresaltado y contestó que nada sabía.
A medida que avanzaba la noche, la alarma era mayor en Madrid. En los Casinos y entre los trasnochadores que tenían conocimiento de lo que sucedía, no se hablaba de otra cosa.
En Gobernación.
Uno de nuestros redactores intentó ver al Sr. García Prieto en su despacho oficial después de las tres de la madrugada.
El ministro de la Gobernación se hallaba trabajando en su domicilio con el subsecretario, Sr. Fernández Latorre y, por consiguiente, nuestro compañero no pudo realizar su primer propósito.
Sin embargo, pocos momentos después entraba en el ministerio el Sr. Fernández Latorre, y teniendo en cuenta sin duda que ocultando lo ocurrido contribuiría a aumentar más la alarma, dio cuenta a nuestro redactor del telegrama que efectivamente había recibido el ministro después de las diez, y cuya versión es la siguiente:
Provocación de los catalanistas.
Desde hace varios días y después de los sucesos ocurridos en Barcelona el 18 por la noche, los periódicos catalanistas, especialmente los satíricos, venían publicando artículos mortificantes para los republicanos y llenos de excitaciones contra el Poder central, muy ofensivas todas ellas para el Gobierno y para España.
En algunos de dichos periódicos satíricos se habían publicado caricaturas con alusiones muy significativas en contra del Ejército, y esto había producido bastante excitación en los ánimos.
Tanto entre los militares como entre los republicanos se notaba gran descontento, y todo hacía temer que se reprodujeran y se exacerbaran los antiguos enconos.
Graves colisiones.
En las primeras horas de la noche se notó gran efervescencia en el Círculo de la Unión republicana, algunos de cuyos socios se dirigieron al de los catalanistas, con los que sostuvieron violentos altercados, en los que intervino la policía. Mientras tanto, un numeroso grupo de jefes y oficiales de todas las Armas se dirigió en actitud hostil hacia la redacción del Cucut.
Los militares entraron en la imprenta, asaltaron la redacción e inutilizaron el material, dando ¡vivas! á España y ¡mueras! al separatismo.
En las calles, entretanto, fueron recogidos ocho paisanos heridos.
En la Veu.
Parece que los militares se dirigieron después a la redacción de La Veu y realizaron igual obra que en las del semanario Cucut.
Avisado el gobernador civil, general Fuentes, que se hallaba en la Casa Consistorial presidiendo
un reparto de premios a los alumnos de las escuelas municipales, se presentó en la casa de La Veu.
Exhortó a los militares a que depusieran su actitud, pero sus indicaciones no fueron atendidas.
Fue preciso llamar al general Castellvi, capitán general interino, y cuando este se presentó, los militares acataron su autoridad, cesaron en su obra y se encaminaron a la Capitanía general, donde dieron palabra de no volver a desmandarse.
Fuerzas de la Guardia civil quedaron patrullando las calles.
Las tropas han quedado acuarteladas.
La tranquilidad restablecida.
A las cuatro de la mañana se ha retirado de Gobernación el subsecretario. El último despacho que había recibido de Barcelona, anunciaba que la tranquilidad quedaba restablecida.
Consejo de ministros.
Esta mañana, a las nueve, se reunirá el Consejo de ministros para ocuparse de los deplorables sucesos qué dejamos reseñados.
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