Básicamente, Constantino Bértolo diferencia cuatro niveles en los que se produce la lectura:
- Formal
- Autobiográfico
- Metaliterario
- Ideológico
(El esquema es mi interpretación, por si
alguien piensa que es una, eh... "cosa mejorable")
alguien piensa que es una, eh... "cosa mejorable")
Lectura formal: Constantino Bértolo lo llama «lectura textual», pero como he cambiado la lectura de libros por la de cómics me parece que este cambio también es necesario. No es un nivel de lectura sencillo aunque lo parezca, porque implica comprender la narración tal y como es: entender las palabras, entender los dibujos, las secuencias, los personajes, las elipsis entre las viñetas... No se trata de añadir ningún significado al texto, sino de entenderlo como tal.
Desde esta primera lectura es de donde pueden surgir los otros tres niveles, relacionados entre sí:
Lectura autobiográfica: el lector desarrolla empatía por los personajes, se identifica con lo que les ocurre. Asocia lo que lee a su propia experiencia, la cual está muy relacionada con su moral personal y su entorno social. Y por tanto, es evidente que una misma persona puede desarrollar diferentes lecturas autobiográficas en momentos diferentes de su vida. Ejemplos de esta lectura pueden ser Maus, en tanto que todas las relaciones familiares son difíciles, o los tebeos de superhéroes por la admiración que sentimos por la fuerza de voluntad de los personajes.
Lectura metaliteraria: cada nueva lectura se compara con todas las lecturas previas, de modo que un lector más experimentado y variado tendrá inevitablemente una opinión diferente que la de un lector novato. En el caso de una serie con muchos años de vida, un lector con décadas de ese tebeo a sus espaldas sabrá identificar si el autor repite o innova en la biografía del protagonista de esa colección. El lector que conozca muchos cómics de género negro tendrá una visión diferente del que llegue de nuevas a Torpedo, Balas Perdidas, Sin City o Camino a la Perdición.
Lectura ideológica: Cada narración refleja, se quiera o no, la visión del mundo imperante en su sociedad y época, o también la resistencia a esa cosmovisión mayoritaria. Por eso mismo, a partir de un cómic cada lector tomará de esa narración una lección concreta que encajará o no en su ideología, es decir, el conjunto de ideas o creencias en las que él se basa para desarrollar su vida social. Con V de Vendetta el lector tendrá que decidir si comparte el anarquismo de Alan Moore, con Astérix, si cree que debe ayudar, como el personaje, a quien necesite su ayuda, o con Los Leones de Bagdag si la Guerra de Irak era necesaria y ha servido para algo, por poner algunos ejemplos.
Estos tres niveles de lectura se retroalimentan, como he dicho antes. Una lectura autobiográfica excesiva se puede amortiguar con la lectura ideológica, y el exceso de esta con una adecuada lectura metaliteraria. El abuso de lectura metaliteraria se puede corregir con unas convenientes lecturas autobiográfica y política, y la tentación de caer en formalismo de la lectura textual se puede frenar con las otras tres.
Se puede coger como ejemplo una tira de Mafalda:
Una lectura formal nos sirve para unir las líneas del dibujo y de las letras para entender el cómic como cómic: el diálogo, el plano fijo, la pausa durante la cual Libertad piensa, qué significa cada expresión de las caras... En este caso, Mafalda no sabe cómo responder la pregunta de Libertad («¡Puf! ¿Qué te diría yo...?»), pero ella interpreta su «¡Puf!» al pie de la letra.
Con la lectura autobiográfica entiendo el «¡puf!» y el «¡puaj!» a los que se refieren. Los siento y los comprendo porque muchas veces he caído en esos sentimientos viendo ciertas actitudes de la sociedad o de la política. Como la tira no se refiere a nada en concreto, cada lector es capaz de imaginarse a qué reaccionan los adultos a los que se refiere Libertad.
La lectura metaliteraria la hago desde los tebeos políticos y de niños que llevo leídos. Los comparo y personalmente pienso que Quino refleja perfectamente la ingenuidad y el idelismo infantiles, y al mismo tiempo les da una carga política brillante, sutil. Veo un dibujo caricaturesco con una linea muy fina, etcétera, etcétera.
En lo ideológico, esta tira es bastante suave. Simplemente muestra esa intermitencia entre la resignación y el asco frente a una situación política o social. Sin embargo, dentro del contexto de las tiras de Mafalda, se entiende el signo del compromiso político del autor y a dónde va dirigida su crítica.
A partir de estos niveles de lectura, según se priorice uno u otro, se pueden clasificar a los lectores por tipos:
Lector proyectivo: se trataría de la persona que da importancia únicamente a la lectura autobiográfica, dejando a un lado toda su experiencia lectora y su visión del mundo, con lo que apenas puede cuestionar lo que lee. Es fácil relacionarlo con un lector joven (aunque no todos los lectores proyectivos sean jóvenes), porque es el que todavía no ha acumulado suficientes lecturas y está empezando a desarrollar sus ideas sobre la vida en sociedad.
Lector inocente: se caracteriza por una aparente falta de exigencia, que esconde una exigencia en realidad muy fuerte: la de no ser molestado. Su actitud es de resignación, conformismo y autocomplacencia. Tiene la absoluta seguridad de que para leer no es necesario ningún prejuicio moral o político, que la lectura es únicamente una distracción, un pasatiempo. Sus frases típicas suenan parecidas a «Leo para olvidarme de todo», «Lo leí del tirón» o «A todo le pones pegas, ¿a ti te gusta algún libro?»... Si hablásemos de películas, sin duda la frase sería «Dejo aparcado el cerebro en la puerta del cine».
Lector sectario: da una excesiva importancia a la lectura politizada de lo que tiene en las manos, dejando a un lado sus componentes textuales, autobiográficos y metaliterarios. Este lector sobrevalora todo lo que se adecue a su ideología y subestima lo que quede fuera. Ahora bien, se puede caer en el error de considerar «sectario» a cualquier lector que tenga en cuenta la lectura política, ya que actualmente se considera «no-ideología» a la forma de vida actual, e «ideología» a las reflexiones que la ponen en cuestión. Es decir, una lectura que se realice desde la ideología dominante es difícil que se considere una lectura política aunque lo es sin ninguna duda.
Lector letraherida: el que prioriza el nivel de lectura que queda, el metaliterario. El lector que se centra en el formalismo para sus lecturas, que sólo tiene una sensibilidad estética y rechaza lo ideológico en las narraciones. Es fácil imaginarse en este tipo al lector de cómics obsesionado con la calidad de la escritura o la pericia del dibujante, al que rechaza o ensalza a un autor sólo por su tipo de dibujo. En el caso de los lectores de superhéroes, también es fácil identificar al obsesionado con que cada número de una colección no chirríe con la continuidad bajo ningún concepto, sin importarle si se vulneró ésta para conseguir más identificación con los lectores de su época o para mostrar una visión política nueva.
Lector civil: es el lector que se entiende a sí mismo como ciudadano y está implicado en su contexto social, cultural y político. Es decir, que es capaz de desarrollar una identificación con lo que lee, asociarlo a lecturas previas y relacionarlo con la realidad en la que vive. A partir de sus lecturas es capaz de encontrar nuevas claves para entenderse mejor a sí mismo y a su entorno.
Lector crítico: a diferencia del resto de lectores, el crítico es el único que tiene una responsabilidad. Responsabilidad con los lectores, los autores, las editoriales y consigo mismo (como autor a su vez). El crítico no sólo atraviesa los niveles de lectura que he explicado antes, sino que tiene que autoanalizarse a sí mismo, tiene que leerse a sí mismo, para entender cómo le han afectado sus referentes autobiográficos, literarios y políticos. Cualquier análisis crítico tiene que ser necesariamente subjetivo y parcial, pero al mismo tiempo el crítico tiene la obligación de intentar controlar sus intereses y prejuicios y hacer saber a sus lectores cuáles son. Por último, el crítico tiene la obligación de ser honesto y renunciar totalmente a hacer publicidad o adular a sus amigos o a sus artistas idolatrados.
1 comentario:
No me parece suave la tira: en la lectura metaliteraria quedaría por anotar el reconocimiento del ámbito familiar de los personajes, la distinta competencia intelectual de los padres de Mafalda y Libertad.
Me declaro lector inocente y fenológicamente soñador (que conste).
Publicar un comentario