Rústica, blanco y negro, 96 páginas, 9 €
Para ser un gran humorista se dice que es necesario que un artista se encuentre en un continuo estado de enfado y decepción. Leído No os Indignéis Tanto repaso la anterior frase y creo que Manel Fontdevila es uno de los mejores humoristas de este país.
Si me pongo imbécil, podría decir que aquí Fontdevila realmente no nos cuenta nada nuevo. En sus presentaciones de cómics y sus charlas (dentro de éste libro hay un par) ya dejaba caer algunas de estas reflexiones: la necesidad de manifestarse a pesar de la respuesta de la policía, la apertura de los límites de la corrección política, ele hecho de que los políticos no puedan ser tocados físicamente... Son ideas que Fontdevila nunca había ocultado, nunca se las había guardado para sí pensando "esto lo saco luego en un tebeo y me forro". En absoluto, porque este cómic supone realmente, creo yo, ampliar el público para estas ideas y la posibilidad de ordenarlas, de darles coherencia y un significado global.
Ése es uno de los aspectos más curiosos de este cómic. Fontdevila parece alucinado, uno no sabe al principio de qué va todo esto. El cómic cambia de registro, de narración, de personajes, de temas... continuamente. En un primer momento, alguien podría pensar que lo que hay aquí es el resultado de una indigestión, desparramado sin orden sobre el papel. Y es lo contrario, éste podría ser uno de los cómics mejor planteados y estructurados que se han publicado nunca. Pasito a pasito, página a página, Fontdevila va profundizando en sus opiniones hasta poder construir un manifiesto de la desobediencia civil.
Voy a caer en una comparación obvia: este cómic se va a colocar en las tiendas al lado de los libritos de Aleix Saló, es decir, Simiocracia y Europesadilla. Hay puntos en común, es innegable. Los dos tratan temas políticos de actualidad, los dos utilizan el ensayo en vez de la ficción y los dos se acogen a un formato económico para transmitir sus opiniones. Estos cómics no quieren ser álbumes de gran tamaño con papel de colores satinado, su objetivo no es ser un deleite estético para entretener a una clase acomodada. Aquí lo que pesa es el mensaje, no la forma. Sin embargo, lo aclaro, es evidente que Fontdevila no ha tomado como modelo a Saló, porque este tipo de cómic es el que lleva haciendo en El Jueves desde hace años, esa mezcla de cómic-ensayo con él mismo de protagonista-narrador.
Es el estilo de sus páginas en El Jueves, pero con más variedad y buscando la unidad gráfica que pide un libro. Para las partes biográficas Fontdevila puede dibujarse a sí mismo en una distribución de viñetas normal o dentro de un bocadillo de pensamiento, en los análisis enumera una serie de factores y busca el divertido contraste entre ellos y el contenido de la viñeta, salta a anécdotas encerradas en grandes paréntesis, viñetas a página completa, dobles páginas, se desvía con un cómic de estilo retro forzado como los de Rosenda, etc. El dibujo es lo contrario de un trabajo impersonal, está muy elaborado y busca la innovación.
El título del cómic es una respuesta al ¡Indignaos! de Stéphane Hessel. Mientras que el diplomático francés ordenaba a los lectores que sólo se irritasen, Fontdevila entiende que es insuficiente, que hay que quejarse. A partir de las manifestaciones, de la rebeldía, de la desobediencia civil es como se amplían los límites de la libertad.
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