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lunes, 17 de junio de 2019

El prestigio de un periódico sin dibujos


El 10 de junio el periódico The New York Times anunció que dejará de publicar viñetas políticas en su edición internacional a partir del día 1 de julio. Poco tiempo les ha durado esta sección. Este diario tradicionalmente no ha tenido sección de cómics (ni siquiera dominicales) ni tampoco un dibujante de viñetas políticas dentro del staff. Según el suizo Patrick Chappatte, prácticamente fue su insistencia la que consiguió que en 2013 este diario le contratase como dibujante y así empezase a incluir este tipo de análisis político en sus páginas.

La decisión del NYT se ha interpretado como una de las consecuencias de la publicación de una viñeta polémica el pasado 25 de abril. En ella, el primer ministro israelí Netanhayu aparecía como un perro lazarillo que guiaba a un Donald Trump ciego. La viñeta había sido publicada originalmente en el Expresso de Lisboa, pero como el NYT fue quien la difundió a nivel mundial ha sido quien ha recibido todas las críticas. El día 29 un grupo de manifestantes protestó delante del edificio de la redacción al mismo tiempo que el embajador israelí en EEUU decía en un acto en recuerdo de las víctimas del Holocausto que este periódico era «un pozo negro de hostilidad». Unos días después, el 9 de mayo, una asociación de rabinos tuvo una reunión de hora y media con el vice presidente y el director del NYT para hablar sobre la imagen de Israel que transmite este diario.

Ni siquiera a Patrick Chappatte le ha parecido que la viñeta en cuestión tuviese la calidad necesaria: «Son muchos años de trabajo destrozados por una única viñeta (ni siquiera mía) que no debería haberse publicado en el mejor periódico del mundo». Yo también pienso que la viñeta del portugués António Moreira Antunes no es lo que uno esperaría de un diario que presume de prestigio internacional. La crítica a la influencia que ejerce el gobierno judío sobre Donald Trump me parece legítima, pero en la viñeta hay otras lecturas mucho más torpes. Por ejemplo, no tiene sentido mezclar símbolos religiosos (la estrella de David y el kipá) con lo que debería ser una crítica estrictamente política. Además, Netanyahu no solo aparece dibujado como un perro, con la connotación negativa que esto tiene, sino que se le ha dibujado como un perro salchicha. Con esta raza se suele representar a Alemania en el humor gráfico, por lo que la intención del autor no es precisamente sutil.

De todos modos, repito que la crítica a esta influencia me parece legítima. El propio Chappatte ha dibujado bastantes viñetas sobre el conflicto entre Israel y Palestina con una intención parecida, pero en ellas no ha caído en este tipo de errores.

El antisemitismo es un tema especialmente delicado cuando hablamos del NYT. Una de las mayores manchas de su reputación es que durante la Segunda Guerra Mundial dio una cobertura mínima al holocausto nazi. Es posible que por eso la reacción del diario haya sido exagerada para compensar esta viñeta. El 1 de mayo el director A. G. Sulzberger anunció que el editor responsable de aprobarla había recibido medidas disciplinarias, que se había cancelado el contrato con el sindicato de prensa que distribuyó esa viñeta y que se iba a dejar de publicar cualquier tipo de tira sindicada. No ha debido de parecer suficiente, porque ahora se ha anunciado, como he dicho, que el diario dejará de publicar viñetas de política internacional de sus dibujantes Patrick Chappatte y Heng Kim Song. Según la versión oficial, la intención es alinear la edición internacional con la nacional, que dejó de incluir humor gráfico político hace unos años.

No tengo claro que en este caso haya habido un problema con la libertad de expresión. De hecho, la viñeta es una reedición de la que publicó el Expresso sin ninguna consecuencia internacional y se ha reproducido en otros periódicos y en redes sociales sin ningún problema. Creo que más bien lo que demuestra es la debilidad de la prensa actual frente a las presiones del poder político y económico y también de que los dibujantes han sido el eslabón más débil de este conflicto.

Que los dibujantes hayan sido el chivo expiatorio nos hace pensar al mismo tiempo en la debilidad de su situación dentro del periódico, pero también en la gran influencia que tiene su trabajo en la sociedad. En la maravillosa defensa de una compañera de profesión, Ann Telnaes, del Washington Post, se dice que «las viñetas trascienden lenguajes y fronteras» y que sus mensajes llegan a todas las clases sociales. También Chappatte se muestra optimista porque en la era de las imágenes «su poder nunca ha sido mayor». Me han recordado una frase que me llamó la atención de La legislación sobre historieta en España: «El diputado López Varela llegó a afirmar [en julio de 1933] que la sátira dibujada resultaba una crítica tan directa que arraigaba más profundamente en la sociedad».

Que un periódico considerado como uno de los mejores del mundo elimine el humor gráfico de sus páginas es una mala noticia para el periodismo político, pero también un paso atrás en el reconocimiento de una forma de expresión con tanto poder comunicativo. Como consuelo, parece que en nuestro país la tendencia es la contraria. Hace unos días Mauro EntrialgoEneko anunciaron que han pasado a ser colaboradores de El Salto y Público respectivamente.

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