Ediciones B. 592 páginas, tomo rústica.
Hace tiempo Víctor Mora mostró en su blog simpatía por los jóvenes que salieron el 15 de mayo de 2011 a las plazas de España cargados con tiendas de campaña. Por lo que leo en una de sus novelas, Paris flash-back (1978), imagino que aquellos días le debieron de recordar los ideales y las ganas de cambiar el mundo que vio de cerca en la primavera de 1968, cuando el autor del Capitán Trueno vivía exiliado en París junto a otros antifranquistas españoles. Este año se cumplen precisamente 50 años de aquel intento de revolución, y a pesar de todo este tiempo la sociedad no ha cambiado mucho, o al menos eso se deduce de las páginas de este libro.
París flash-back es la tercera parte de la trilogía de la posguerra de Víctor Mora, la conclusión de Los plátanos de Barcelona (1966) y El tranvía azul (¿1985?). Este libro recoge el exilio en París de Lluís Martí (el personaje que podemos identificar con el propio autor), una estancia que transcurre en paralelo con las vidas de una docena de personajes de diferentes orígenes: otros españoles, artistas, prostitutas, nobles, empresarios, antidisturbios, estudiantes, drogadictos… La narración salta de un personaje a otro, intercalando de vez en cuando fragmentos del diario personal de Lluís Martí. Habiendo leído Diario de a bordo, no me parece una locura pensar que estos fragmentos puedan ser del propio diario de Víctor Mora de aquellos días.
La revolución de mayo del 68 fue un suceso espontáneo que no buscaba el poder sino cambiar la sociedad. Tuvo su origen en el desencanto hacia una sociedad de consumo asfixiante, el imperialismo de los EEUU durante la guerra de Vietnam, el autoritarismo del gobierno de De Gaulle, el puritanismo y el comienzo de una recesión económica. Igual que hace unos años con el 15-M, los sindicatos y partidos de izquierdas tradicionales en un primer momento miraron con desprecio y criticaron a los jóvenes que empezaron estas revueltas. Fue después, con la brutal represión policial (palizas, detenciones masivas, gas mostaza…), cuando el pueblo de Francia salió a apoyarles. Incluso los vecinos de las tiendas y balcones cercanos del barrio latino mostraban su apoyo y ayudaban a los manifestantes. Los sindicatos, aunque tarde, decidieron ayudarles iniciando una huelga general a la que poco a poco se unieron la mayoría de trabajadores. También los medios de comunicación, a los que los estudiantes criticaban por su colaboracionismo con el sistema capitalista, tuvieron la altura moral de secundarla.
Uno de los puntos fuertes de la novela es que Víctor Mora describe estas revueltas desde dentro, con detalles que sólo se ven cuando se ha participado en ellas. Mora explica cómo los estudiantes e inmigrantes del barrio latino levantan las barricadas con adoquines (que luego se arrojaban a los antidisturbios), cómo desmontan el mobiliario urbano para reforzarlas, incluso talando árboles. Las manifestaciones de esta novela se viven desde dentro, viendo también cómo se infiltran policías de incógnito. Todas ellas se confrontan con la manifestación final del 30 de mayo, convocada por la derecha francesa en apoyo a De Gaulle. A ella asisten algunos de los personajes presentados en la novela, cantando la Marsellesa y ondeando unas banderas de Francia que «una buena parte de la izquierda ha entregado estúpidamente a la derecha», en opinión de Mora. Los antidisturbios, aunque presentes, han recibido órdenes de no actuar.
El otro aspecto que mejor funciona en la novela es, como en las otras dos partes de la trilogía, las anécdotas y curiosidades relacionadas con la Guerra Civil y la represión franquista. Por ejemplo, un general republicano explica que no siente remordimientos por la orden de no hundir un barco usado por el bando franquista porque era uno de los mejores de la marina española. En otro fragmento se explican varias curiosidades sobre el autoritarismo en los colegios españoles del franquismo, como llamar a un alumno alto al estrado para que el profesor pueda mantener el brazo con el saludo fascista sin cansarse, apoyado en la cabeza del niño.
A pesar de toda la simpatía que Víctor Mora demuestra por los estudiantes, no quiere ocultar la contradicción que hay entre unos hijos de familias acomodadas pero revolucionarios que se enfrentan contra antidisturbios de clase obrera, ni el choque entre las reivindicaciones estudiantiles con las de los trabajadores de las fábricas en huelga. Se puede decir que esta novela no es precisamente panfletaria. La intención de Víctor Mora es, como explica el propio Lluís Martí dentro del relato, mostrar la lucha comunista desde dentro del partido, sin apasionamientos ni actos heroicos, sino con un enfoque costumbrista y explicando las razones de las debilidades y divisiones internas. Por los comentarios y las decisiones que toma el Mora escritor, se nota que su visión era crítica con las interpretaciones más dogmáticas del comunismo. Entre los comentarios que aparecen en estas páginas están la necesidad de aplicar un análisis marxista a las estructuras de poder creadas a partir del marxismo, y la contradicción de que un movimiento iniciado por el filósofo que dijo que la religión es un opio para el pueblo tuviese tan deificados a sus líderes.
Otro de los fallos que Lluís Martí/Víctor Mora señala del inmovilismo del partido en aquellos años era la defensa de la liberación sexual, un análisis que el PCF seguía posponiendo. El sexo de hecho es uno de los temas que más aparecen en esta novela, no falta en ninguna de las tramas y es especialmente insistente en la que involucra a Lluís Martí e Irena (la Edenia de la anterior novela está en esos años en una cárcel catalana). En Martí veo una frustración sexual exagerada que le lleva a unos comportamientos difícilmente justificables. No sé si es intencionado o una casualidad, pero la relación de Martí con el sexo conecta con el enfoque tóxico de casi todas las relaciones sexuales del resto de personajes, como si éstas fuesen instrumentos de sumisión y humillación con las mujeres.
Víctor Mora no era, me temo, un buen novelista. Este libro está formado como digo por subtramas de una docena de personajes que no se relacionan entre sí, o apenas nada. Casi parece que sus vidas pertenecen a otras novelas, como si fuesen relatos inéditos que el autor ha querido publicar de alguna manera. El desarrollo de estas tramas tampoco es interesante porque no evolucionan ni tienen un cierre. En realidad, en la mayoría de los casos los personajes son excusas para que ellos cuenten pequeñas historias o den pie para que el narrador las cuente. La estructura es bastante fallida, y otro ejemplo es el motivo que le impide a Lluís regresar a España, el «asunto Marlowe». Mora intenta crear intriga con pequeñas referencias a lo largo del libro hacia este detalle, pero ni éstas despiertan interés en el lector ni tampoco resulta satisfactorio cuando el misterio se revela al final.
Aparte, Mora arrastra algunos de los problemas de las dos anteriores novelas, como la obsesión con el sexo (me queda la duda de que creyese que era un buen gancho comercial) y lo poco explicadas que están las diferencias ideológicas entre los bandos anticapitalistas. Si en las anteriores novelas estos dos aspectos podían ser un pequeño problema, aquí ganan en gravedad porque son una parte fundamental del relato que Mora quiere contar. A esto se añade el uso excesivo de palabras y frases en inglés y francés. No sólo creo que mantenerlo en su idioma original no aporta nada, sino que sin traducciones en las notas a pie de página se convierten en fragmentos irrelevantes.
No me parece agradable insistir en lo fallida que es esta novela, especialmente por la obsesión de Lluís/Víctor en volcarse en la literatura y por el sentimiento de inferioridad que siente por sus guiones del Capitán Espacio/Capitán Trueno. Me choca porque el mismo Mora ha sido en las anteriores novelas un apasionado de clásicos del cómic como los de Hal Foster o Will Eisner. ¿Por qué ese desdén en ese momento hacia el mundo de las viñetas? ¿Había olvidado los motivos por los que le atraían en su juventud?
Me hace pensar en la decadencia de la colección del Capitán Trueno. Se suele comentar que la gestión explotadora de la editorial y la censura franquista mataron a este aventurero superventas, pero con esta trilogía no puedo evitar pensar que Mora también tuvo parte de responsabilidad. Su compromiso con el pensamiento comunista, aunque no fuese tan dogmático como el de algunos de sus compañeros, le llevaron a entender la escritura como otra herramienta de la revolución. Con el Capitán Trueno Víctor Mora nunca tendría la libertad de expresarse contra el fascismo como en esta novela, y, por tanto, debió de perder interés para él. El Capitán Trueno pasó a ser únicamente una forma de ganarse la vida.
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