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sábado, 16 de septiembre de 2017

Presentación de Espacios en Blanco en Omega Center (13 de septiembre)


Este miércoles tuvo lugar una presentación profesional del cómic Espacios en blanco en la librería Omega Center (C/Estrella, 20, Madrid) a cargo de Álex Serrano. La librería Delirio (C/Sevilla, 25, Móstoles) ha acogido otra presentación ayer viernes, y esta tarde será la última, de nuevo en Omega Center.

Miguel Francisco explicó que la idea de este cómic empezó a rondarle la cabeza desde que llegó a Finlandia en 2008. Estuvo gestando el proyecto durante mucho tiempo, con bocetos que tuvieron una buena aceptación entre sus contactos de Facebook. Ese fue en el fondo el motivo por el que un amigo presentó una sinopsis del cómic a unas editoriales francesas.

Le sorprendió que Delcourt (la que publica a Paco Roca, dijo) estuviese interesada en publicarlo, a pesar de que solo fuese una sinopsis, él un autor desconocido y tuviese un argumento tan español. De hecho, se puede decir que fueron los primeros en creer en el proyecto, antes que él mismo. Con la firma del contrato le llegó el miedo escénico.

Confesó que en un primer momento intentó hacer un cómic vendible, con un argumento estructurado, pero pensó que así se estaba traicionando a sí mismo. Lo descartó y volvió a empezar de cero dibujando páginas sobre la marcha, con las tripas. Tenía escenas y páginas en mente que quería meter aunque no sabía dónde (como por ejemplo, la página en la que espera al autobús mientras pasan los años), utilizando como nexo su propia vida. Por eso ahora le sorprende cuando le señalan segundas lecturas de este cómic, porque él mientras lo dibujaba no pensaba el cómic, lo sentía.

No había una estructura firme sobre la que trabajar, pero sí una visual que le ha permitido divertirse. Para Miguel Francisco este es un aspecto importante. En los 90 dejó de hacer cómics por aburrimiento, y hace poco dejó de trabajar en la empresa de Angry Birds por el mismo motivo. Diseñó varios de los personajes de este videojuego, pero no lo reivindica con mucho orgullo: «Son todos iguales». También señaló de paso que los países del norte no son el paraíso que se nos vende.


Miguel Francisco empezó muy joven a publicar cómics de muy diferentes tipos, con una formación autodidacta. Lo más conocido es su trabajo en la Editorial Bruguera. Se presentó a una de las convocatorias del Mortadelo de Oro, pero no la ganó. Sin embargo, el editor Armando Matías Guiu llamó a su casa. Cogió el teléfono su madre y, como les parecía una broma, el hermano de Miguel le acompañó el primer día a la editorial. Por esta misma época, con 17 años, empezó también a hacer cómics eróticos en revistas como El cuervo y La judía verde. También en la revista Garibolo: «los responsables de la revista eran el marqués de Urquijo y Vázquez, imagínate».

Al principio publicar era un sueño para él, pero tenía sus partes negativas. En Bruguera durante un tiempo no le pagaron (la editorial estuvo en suspensión de pagos durante una época), los guiones de Jesús de Cos solían llegar tarde, a veces incluso por teléfono, y el nivel de producción era brutal, de 40 o 60 páginas al mes. No se arrepiente, pero no lo recomienda para alguien que empieza, porque es imposible aprender. Es copiarse una y otra vez a uno mismo, y eso afecta al nivel de calidad.

Contó un par de anécdotas de su época en Bruguera. Confirmó que la editora Ana María Palé recortaba páginas originales delante de sus dibujantes, sin ningún criterio. Sacaba del archivo páginas antiguas al azar, y delante de los artistas los rompía incluso con sus propias manos. Miguel también tuvo un papel importante en las manifestaciones y el cierre de Bruguera. Los trabajadores querían pedir a los dibujantes que se uniesen a la huelga, pero la agenda en la que tenían sus teléfonos estaba dentro de la editorial, vigilada por policías en la puerta. Un jovencísimo Miguel Francisco fue el elegido para ir a buscarla.

Lo más positivo de aquellos años fue la gente que conoció. Destacó a Raf, que era muy respetuoso con el trabajo que hacía, y a Josep Maria Beà, que fue como un padre adoptivo para él.

Volver al mundo del cómic después de tantos años dentro de la industria de los videojuegos no ha sido tan difícil como parece, porque Miguel Francisco abandonó el cómic por aburrimiento, pero seguía contando historias. Sí se dio cuenta de algunas limitaciones a la hora de volver a dibujar cómics: había pasado muchos años haciendo diseños, pero no fondos. Por suerte contaba con la ayuda de su hijo que, en broma, «va para director artístico». Le iba señalando por encima del hombro detalles que no le gustaban.

Espacios en blanco es un cómic para su hijo. Miguel explica que todo el sufrimiento de su familia sería una pérdida de tiempo si no se comunica. Aún así, hubo escenas demasiado duras de prefirió dejar fuera, porque habría sido enfangarse. Deja una incógnita en el aire: no sabe cómo se lo ha tomado su familia.

Sobre el argumento del cómic, poco después de terminarlo ha hecho algunos descubrimientos sobre el pasado de su abuelo en América del Sur. Encontró unas cartas, como postales breves, con textos indescifrables con las que se comunicaba con comunistas y otros represaliados de Primo de Rivera, pero no cree que su abuelo estuviese muy metido en política.

Este cómic supone su regreso al mundo del cómic, que opina que vive un buen momento. «Ahora se publican cosas buenísimas». Sin embargo, matiza que el dibujante debería cobrar para mantenerse, porque si no, se trata de una burbuja. Ahora mismo está preparando dos proyectos, uno más personal y otro más comercial, para que la editorial elija.

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