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martes, 13 de octubre de 2015

300 y La Chaqueta Metálica, Frank Miller y Stanley Kubrick

En La Guía del Cómic se recogen unas declaraciones de Frank Miller sobre 300 a las que les sigo dando vueltas desde que las leí por primera vez:

"Siempre he encontrado fascinante cómo las sociedades libres dependen de sus dictaduras internas para protegerse. Es decir, cuando estamos en peligro no enviamos al Congreso de los Estados Unidos, enviamos a los marines, que están entrenados y jerarquizados como los habitantes de un estado totalitario. Pero son nuestra línea de defensa, los necesitamos. Es uno de los aspectos paradójicos de esta historia que me encantan, que los menos democráticos de los griegos estuvieran defendiendo la democracia."

La paradoja a la que se refiere Miller la vi claramente cuando acabé teniendo en mis manos "Un Chaleco de Acero" ("The Short-timers"), la novela escrita por Gustave Hasford en la que se basó Stanley Kubrick para "La Chaqueta Metálica" ("Full Metal Jacket", 1987). Excepto por dos momentos clave concretos, la película es una adaptación prácticamente literal del libro, por lo que no voy a distinguirlos mucho. En realidad, la gran diferencia radica en que mientras que Hasford tal vez no tuviese el talento de Kubrick para narrar sus experiencias como periodista y marine durante la guerra de Vietnam, en cada página se ve toda la sinceridad de los libros con una base autobiográfica.

En "Un Chaleco de Acero" tenemos la misma paradoja militar a la que se refiere Miller, pero con mucho más desarrollo. Hasford y Kubrick utilizaron esta ficción para mostrar con ejemplos el absurdo que supone que una institución deshumanizada, sin ningún tipo democracia interna y que tortura a sus propios soldados se estuviese utilizando para llevar "la libertad" a Vietnam. Si algo queda claro desde esa primera escena en la barbería, es la intención de Kubrick de demostrar cómo el cuerpo de marines, igual que una secta, elimina la personalidad de sus cadetes (sus nombres, su ropa, su pelo...) para destruirlos, y a partir de los restos convertirlos en carne de cañón con instintos homicidas. Tanto en el original como en la adaptación, los autores no quieren que el público crea que existe algo parecido al honor o la gloria en la instrucción militar o en la propia guerra.


"El joven Stelios se marea. Imperdonable."

Es aquí donde empiezan mis primeros problemas con "300". Creo que para Miller, esta paradoja no es criticable, sino precisamente el motivo de que este ambiente le parezca aún más heroico. El ejército es una institución destructiva y sin diálogo, pero no parece que sea algo que quiera denunciar. Para verlo sirve una comparación entre el sargento Hartman y Leónidas. Los dos son igual de estrictos y vejadores, pero el primero parece un loco y el segundo, un padre.

A partir de ahí Frank Miller alimenta también aquella famosa mentira motivacional que dice "lo que no te mata te hace más fuerte". Esta frase en realidad es sólo una justificación para la tortura, para dañar a una persona con la pobre excusa de mejorarlo. Me parece muy interesante que todos aquellos que la citan se olviden de que la frase original de Nietzsche en la que se basan tenía una intención muy diferente: "Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece". El sufrimiento lleva al autoengaño, no a la autosuperación.


Me llama la atención que en los dos casos este estricto ambiente marcial se subraye con un soldado al que le cuesta encajar. El recluta Patoso de "La Chaqueta Metálica" es incapaz de estar a la altura de lo que se le exige, por lo que el sargento Hartman y sus compañeros intentan desarrollar su potencial destruyendo su mente mediante la tortura física y psicológica, lo que llevará inevitablemente a su destrucción total. Uno de los momentos que decía al principio que se pierden en la película es la sonrisa final de Hartman, ese momento en el que descubre que sus esfuerzos han dado resultado: sonríe porque por fin ha conseguido convertir a Patoso en un asesino.

En "300", el objetivo de Miller al mostrar a un este elemento divergente, Efialtes, que sufre una monstruosa deformidad física, es muy diferente. Leónidas no le fuerza a encajar, sino que decide excluirlo de su ejército. No lo hace para protegerle, sino para evitar que perjudique al resto de su escuadrón formado por soldados perfectos. No piensa en buscarle otro lugar en la defensa de Esparta, porque no acepta la integración del diferente bajo ningún concepto. Prácticamente le empuja al suicidio, y no lo lamenta ("Desgraciado. Descanse en paz"). En este sentido, Miller es mucho más ingenuo que Hasford y Kubrick. En "La Chaqueta Metálica", el ejército no es una colección de soldados increíbles, sino que cualquiera vale. No se busca la excelencia porque un soldado sólo necesita saber matar.

"300" es un cómic bastante excepcional dentro de la producción de Frank Miller. Como autor, en su obra muestra una ideología individualista y libertaria, que se opone a todas las organizaciones que se encuentren por encima de las personas. En sus cómics, el enemigo es el gobierno, la policía, la Iglesia... Ve todas las instituciones condenadas a la corrupción, a pesar de los escasos James Gordon que intenten hacer lo correcto desde dentro. Ahí es donde está la verdadera paradoja de "300". ¿Cómo es que Miller de pronto puede ver al Estado (una monarquía precisamente) como un ejemplo moral, de defensa de la democracia y el progreso? Creo que es consciente de esa incoherencia desde el primer momento, y por eso coloca a un ESTADO con letras mayúsculas por encima del gobierno de Leónidas. Los éforos (sacerdotes fáciles de sobornar) son el verdadero poder corrupto de Esparta al que deben obedecer incluso los reyes, con lo que Miller de esa manera puede sentirse identificado sin problemas con la dictadura militar de Leónidas.

La adaptación de Zack Snyder precisamente era fiel a este mensaje político cuando añadía la subtrama de la reina Gorgo. Con ella se quería señalar lo débil y perversa que es cualquier democracia, en contraste con la entrega desinteresada de los intachables militares de este cómic. Es bastante preocupante, ya que en la obra de Miller cualquier Estado dirigido por políticos (El Regreso del Caballero Oscuro, DK2, Sin City...) es corrupto y decadente, mientras que aquí parece dar a entender que uno dirigido por militares no lo sería.

Miller me parece un autor con mucho talento en casi todos los ámbitos del cómic: me gusta su dibujo, su forma de plantear las páginas y creo que ayudó muchísimo a hacer evolucionar el género de superhéroes a algo más consistente y adulto. Sin embargo, estos mensajes políticos son lo que me han impedido subirle al pedestal en el que todo el mundo le tiene.

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