Cartoné, 346 páginas, blanco y negro, 30 €
Mi conocimiento sobre Popeye se resumía en algunas de las páginas de Bud Sagendorf que se publicaron en algunas revistas de Bruguera y los dibujos animados para la televisión. No tengo un mal recuerdo, pero me parecía algo soso y sin mucho interés. Me llevé una sorpresa en cuanto me puse con las primeras tiras de Popeye que empezó a reeditar Planeta. Dentro del estilo de la época, era un personaje irreverente, malhablado, violento, imprevisible... Cuando me he puesto con las tiras de Bobby London me he encontrado con un personaje aún más atrevido.
London devuelve la subversión a este personaje porque antes de empezar con Popeye era un dibujante underground relativamente famoso. De hecho, uno de sus trabajos más conocidos fue una colaboración en una parodia porno de Disney que le llevó a él y otros autores a un juicio con esa compañía que duró 10 años. Esto no quiere decir que Bobby London lleve las tiras al extremo. Se mueve dentro del tono familiar que siempre ha caracterizado a la tira, pero empuja los límites con temas como la guerra con armas químicas, la liberación de la mujer, la urbanización descontrolada, las privatizaciones... Este camino llevaría a la cancelación de la tira 6 años después, cuando London se atrevió a hacer chistes con una alegoría del aborto.
Me sorprende el formato de las tiras, con dos únicas viñetas por entrega, que imagino que London mantiene por continuar el estilo de los autores anteriores. Contrasta mucho con la época de Segar en el Thimble Theater (Teatro Dedal) original, con esas viñetas del tamaño de... dedales. Esto obliga a que los chistes sean rápidos, con una presentación y resolución inmediatas. En unas ocasiones funciona mejor que en otras. Con esta decisión se pierden las pausas, el desarrollo de un gag elaborado, la intriga... Aún así, a mitad del tomo London comienza a hilvanar tramas muy ingeniosas como la del boom urbanístico en Puerto Dulce o el café tóxico de Olivia.
No me atrevo a decir si Segar mostraba a Popeye como un personaje de su época en sus historias o si más bien eras tebeos intemporales. Tienen alguna referencia a la moda del momento o la crisis del 29, pero realmente no sabría decirlo. Sin embargo, London se aprovecha de ese estatismo temporal en las tiras para crear algunos chistes. Por ejemplo, juega con el contraste de poner estos personajes que viven en unos eternos años 30 junto a referencias musicales, políticas, culturales... de los años 80. También ironiza con el diseño inalterable de los personajes (la falda larga de Olivia), aunque en ningún momento cambia sus aspectos. Es muy interesante también cómo demuestra su conocimiento sobre la historia de esta serie añadiendo referencias más o menos obvias, recuperando personajes e incluso metiendo un guiño a la adaptación que protagonizó Robin Williams.
Creo que una lectura muy recomendable para quien quiera conocer a este personaje. La versión de Segar es la original, pero es posible que a un gran público le cueste entrar en el estilo de humor y dibujo de los años 30. Este otro Popeye de London es más ácido, parece más ingenioso y moderno. Si alguien quiere leer algo de Popeye, éstos son el momento y el cómic perfectos.