A pesar de los ligeros bajones, Steven Spielberg es mucho más que un decente profesional. Sus películas siempre tienen aventura y personajes bien definidos, secuencias de acción en las que se acumula la tensión hasta más allá del límite e inspiradores discursos sacados de algún libro de autoayuda. Gustarán más o menos, pero sin duda Spielberg por lo general convence.
Sin embargo, a mí ahora mismo hablar de la película como película no me interesa, preferiría hablar de ella como adaptación.
Al igual que con otras cintas de este estilo, los guionistas (Steven Moffat y Edgar Whright) han decidido partir de historias concretas de la colección original para desarrollar la trama. Los tebeos elegidos no han sido “los tres primeros” como he leído en alguna web especializada en cine, sino los álbumes El cangrejo de las pinzas de oro, El secreto del unicornio y El tesoro de Rackham el Rojo. Esto encaja perfectamente con lo que pidió Hergé (el creador del personaje, que hace un cameo en los primeros segundos de la película) en su testamento, que las aventuras de su reportero no continuasen después de su muerte, una petición tan respetable como hubiese sido justamente la contraria.
La película empieza realmente bien, mostrando a Tintín como un personaje establecido, con bastantes aventuras a sus espaldas que coinciden con los álbumes de la colección anteriores a El cangrejo de las pinzas de oro. Esto nos ahorra una de los innecesarios tópicos del cine norteamericano, “conocer el origen de Tintín”, ver su crecimiento espiritual de perdedor sin futuro a periodista con éxito. Sin embargo, esto quiere decir que en su lugar, claro, nos van a contar el “origen de Haddock”, dándole una vez más el manido esquema de “perdedor que madura y supera sus debilidades” que ya hemos visto mil veces en el cine y que parece que tendremos que seguir viendo. No es tan grave, es sólo un ejemplo más de lo esquemáticas y repetitivas que son las películas comerciales americanas comparadas con las fuentes en las que se basan.
Todo se tuerce, o eso creo yo, cuando se presenta al villano central, un personaje que efectivamente apareció en los cómics… pero como un secundario bastante irrelevante que aparecía en apenas una docena de viñetas. Si esto es raro, más raro aún es que los verdaderos villanos del relato no tengan ni un segundo de aparición, algo que me parece equivalente a adaptar Los tres mosqueteros sin que salga el cardenal Richelieu, Harry Potter sin Voldemort, o La fundación sin el Mulo. La ridícula elección de villano tiene su motivo únicamente en repetir una vez más (hasta la náusea) el concepto de némesis con la cual el protagonista tiene “cuentas pendientes”. Es inevitable recordar aquel primer Batman de Tim Burton y en la bobada que fue convertir al Joker en el asesino de los padres de Bruce Wayne, o en las imitaciones de este argumento que ha habido desde entonces. La derrota del villano por tanto no es un desinteresado intento de volver al orden inicial del relato, sino una venganza personal que concluirá en la previsible catarsis del protagonista.
Que el malo de la película sea quien es tiene que ver con la propia base de esta película: todo significa algo. Cada sospecha lleva a una pista, cada pista a un camino. Muy diferente respecto al cómic belga que adapta, donde un personaje de apariencia malvada podía ser realmente un hombre de bien, donde un aspecto elegante ocultaba un villano calculador, y donde una pista malinterpretada llevaba durante más de 50 páginas hacia ninguna parte. Aquí no, A sólo puede llevar a B, y de ahí sólo hay un camino posible para C. Todo debe ser explicado y justificado, incluido el villano, que no puede ser “simplemente” alguien que pasaba por allí.
Junto al exceso de causalidad, el humor también se aleja del tono general del cómic, un humor físico que imitaba los golpes y caídas del cine mudo (que no puedo negar que ha quedado actualmente muy anticuado). En la película se usa una comedia más infantil, de “dibujos animados”. Es decir, se violan y alteran las leyes de la física para producir situaciones cómicas (como por ejemplo, la escena del hidroavión, la de la urna de cristal blindado, etc.) Es gracioso sin ninguna duda, pero no es el estilo del cómic original en absoluto y se aleja del realismo que pretendía Hergé en sus historietas, fuertemente basadas en documentación arqueológica, histórica, geográfica y científica.
Hay quien ha resumido todas estas características en una simple frase: es una película muy americana. Tal vez demasiado.
No estoy diciendo que haber visto esta cinta haya sido una mala experiencia. En términos de acción, montaje, ritmo y cualquier otro campo la película es bastante disfrutable, pero no me parece que esta adaptación haga justicia a los cómics en los que se basa, excepto en su estética más superficial. Se le parecía mucho, pero yo no vi al verdadero Tintín en la pantalla.
Yo rompo una lanza a favor de la cinta y te copipasteo mi reseñica, para que la peña se anime a ir a verla:
ResponderEliminarTanto el fan acérrimo de Tintín como mero el consumidor de palomitas que acuda a la sala con la única pretensión de asistir a un buen espectáculo cinematográfico verán sus expectativas colmadas con holgura al acercarse a la adaptación cinematográfica de Spielberg. Trepidante y espectacular para quien solo busque aventura pura y dura. Repleta de guiños y homenajes para los lectores del personaje (el mismo Hergé aparece en los primeros minutos de metraje). Fiel al espíritu (que no del todo en la forma) de los álbumes en los que se basa (El cangrejo de las pinzas de oro y El secreto del Unicornio más algunas licencias -salvajes- tomadas de otras entregas) Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio es un regalo para el fan y un acierto para la temporada de otoño en cuanto a cine de animación se refiere.
La leí en el blog cuando lo pusiste :P Me temo que el fan acérrimo se ha sentido bastante traicionado, en mi opinión. En vez de modificar a Tintín para que encajase en el esquema americano de hacer las películas, hubiese agradecido que el esquema se hubiese modificado para aceptar la personalidad de Tintín.
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