Tal vez no haya habido nunca un guionista que haya mostrado tanta pasión por Superman como Grant Morrison con este cómic. En apenas doce números él y Quitely juegan con la mayoría de los elementos asociados al personaje a lo largo de toda su historia, tanto dentro de los cómics como en los seriales de televisión, el cine, etc., para dar una visión que, si no es definitiva, es lo más cerca que existe al ideal de Superman. Su universo, sus villanos y secundarios y la personalidad del protagonista aparecen reflejados de la forma más pura y definitiva posible.
Hay que buscar el origen de este cómic en 2005, cuando DC intentó imitar el éxito comercial de la línea Ultimate, unas colecciones de la editorial Marvel que estaban dirigidas sobre todo al público adolescente (y que de paso le han servido a la compañía para llamar la atención de las productoras de cine). Aunque DC lo intentase negar, la idea de partida era muy similar: se trataba de desarrollar historias autocontenidas, muy accesibles a todo tipo de lectores y que presentasen versiones icónicas de los personajes. Sin embargo, al contrario que Marvel con su línea Ultimate, DC cometió el error de encargar el proyecto a autores de primera fila, unos guionistas y dibujantes que tuvieron el atrevimiento de realizar productos en los que sus inquietudes artísticas destacaban por encima de los personajes. Los lectores salimos ganando con ello.
Cuatro viñetas para el "origen de Superman". Para Morrison, el verdadero origen empieza a continuación.
Morrison y Quitely convirtieron lo que podría haber sido un producto rutinario (como fue Superman: Tierra Uno de Straczynski y Shane Davis) o un simple entretenimiento competente en uno de los cómics más interesantes que se han publicado en la última década. Si la tendencia actual es llevar a los superhéroes a un contexto más realista (y por tanto, inconsistente), All Star Superman regresaba a la fantasía y disfrutaba moviéndose entre lo imposible. No intentaba convencer al lector de que estas historias podrían ocurrir, ni analizaba cómo sería Superman o nuestro mundo si los juntásemos en la misma habitación. Lo que Morrison hacía era lo contrario, volver a arquetipos clásicos y llevarlos al límite hasta convertirlos en sorprendentes de nuevo. No es un clasicismo "avejentado", con un aspecto antiguo y que repita clichés como el de otros autores confundidos, sino innovador y experimental, lleno de humor e ironía.
El objetivo de Morrison en último término consistía en someter a Superman a un ritual que lo convirtiese en un dios al nivel de los de cualquier culto religioso, pero mirando especialmente hacia los mitos griegos. Su Superman se acerca demasiado al Sol como Ícaro, por querer robar las manzanas de oro del bosque de las Hespérides, por intentar entregar el fuego de los dioses a la humanidad como Prometeo. Es herido mortalmente en su talón de Aquiles tras lo que su castigo se manifiesta en un primer momento con la forma de los rayos de Zeus y acaba convirtiéndole en una constelación como Heracles, que también realizó otras diez pruebas sobrehumanas. Resuelve un acertijo imposible como Edipo, atraviesa un río subterráneo al volver de la cárcel/infierno de Luthor que parece el Caronte, y cuida a monstruos espaciales que recuerdan al agradecido león de Androclo. Es un personaje de leyenda que permanece dormido como el Rey bajo la Montaña, o que en el idílico encuentro con la doncella Lois Lane y su príncipe azul se asemeja a un personaje malvado de cuento de hadas que prohíbe el paso a habitaciones secretas como la Bestia y guarda un espejo que dice la verdad como el de la madrastra de Blancanieves.
Es decir, que con Morrison por fin Superman huye del perezoso paralelismo con el Jesucristo cristiano para ajustarse al modelo de dios solar universal que encaja en el sincretismo religioso que tanto le gusta al guionista. Los autores convierten a Superman con este cómic en un dios de la cultura popular por derecho propio, con su propia mitología, gestas y enseñanzas a la humanidad.
Sólo hay un aspecto en el que Superman no nos recuerda a los dioses griegos, y es por su falta de "hibris", la famosa desmesura que les caracterizaba a ellos. Frente a los dioses orgullosos y predispuestos a mostrar su poder destructivo a la patética humanidad, Superman es un héroe de nuestra era: pacifista, humilde, cercano... Reserva la fuerza física como último recurso y cuando la utiliza Quitely no lo muestra en poses ostentosas. Al contrario, los personajes que usan la violencia (Atlas, Sansón, el Superman afectado por la kriptonita negra, etc.) suelen ser precisamente los que causan los problemas, no los que los resuelven. Los autores, Superman y Luthor opinan lo mismo en este relato: "el cerebro derrota al músculo".
Morrison le da importancia a fundir este personaje con el pasado legendario, pero con la intención de construir un relato que sirva de puente a lo futurista, a la ciencia ficción que tanto les gustaba a los dos geeks que crearon el personaje en los años 30. La unión de este género con la mitología no es, como en otros autores de cómics, una boba decisión estética. En cierto modo es una extensión del sincretismo de Morrison. No hace distinciones entre los conceptos religiosos de una y otra fuente del mismo modo que no separa la mitología de los avanzados conocimientos científicos. Morrison vive en pleno siglo XXI por lo que, aunque no se dedique a escribir artículos científicos, demuestra su preocupación por ambientar correctamente sus historias en este campo, por dispersar pequeños detalles como la teoría de la unificación (¿"sincretismo" científico?), relatividad, física cuántica, etc. en los diálogos de los personajes.
Sería un delito cederle todos los méritos de este cómic sólo a Morrison ya que el dibujo de Quitely es uno de uno de sus mejores aspectos. Quitely ataca una vez más la idea comúnmente aceptada en el dibujo de superhéroes americano de que el grosor de la línea tiene que modularse para separar fondo y primer plano, de modo que usa una línea finísima invariable para dar vida a unos personajes a medio camino entre el naturalismo y la caricatura que se expresan con unas caras llenas de gestualidad. Ayudado por el coloreado vivo y lleno de detalles de Jamie Grant, el dibujo consigue también un aspecto brillante gracias a la ausencia de masas de negro. Muchas viñetas se mueven en amplios escenarios vacíos, ágiles de "leer", en los que el dibujante introduce de vez en cuando detallitos de ciencia ficción que delatan que la historia se ambienta en un universo alternativo. No hay líneas cinéticas, el movimiento se expresa mediante las consecuencias que éste produce, como una secuencia de dos imágenes fijas, como estatuas de mármol, de un antes y un después.
Hablamos de cómics de superhéroes dentro de las grandes editoriales, así que no podemos evitar el tema de la "continuidad": ¿qué es necesario saber de Superman para entender este cómic? ¿Qué hay que leer antes? Tal y como quería DC en un primer momento, no es necesario saber más que los cuatro tópicos sobre Superman. Todos los conceptos y personajes se presentan de forma comprensible para el lector, que no necesita distinguir qué personajes son inventados (la mayoría) ni cuáles están recogidos de las diferentes épocas de este superhéroe. Al mismo tiempo, All Star Superman tampoco pretende ser una introducción a los cómics de DC ni al universo del personaje, así que tampoco es una primera lectura del todo recomendable para empezar a conocer al Hombre de Acero.
Ahora bien, Morrison combina la virtud de escribir de manera relativamente accesible con la de dar una unidad argumental a su carrera incluso en un cómic como éste. Además de como historia independiente, también funciona como precuela del crossover de 1998 DC One Million y como origen para el villano Nébula/ Qwewq de Los Siete Soldados de la Victoria que escribió entre 2005 y 2006. Sus obsesiones temáticas se encuentran aquí igual que en otros trabajos, como la influencia de Phillip K. Dick en la relación entre realidad y ficción (Animal Man) o el valor de los superhéroes de los cómics como modelos de inspiración (Flex Metallo).
Se trata de un cómic complejo e inspirador que anima mucho a la hora de escribir sobre él. Con ¿Qué le sucedió al hombre del mañana? y Para el hombre que lo tenía todo de Alan Moore comprendí que éste era uno de los personajes más interesantes a los que me había acercado, y hasta que llegué a All Star Superman también me parecía de los más desaprovechados. Creo que con este cómic Morrison y Quitely consiguieron una obra maestra en un momento en el que parecía que el género de superhéroes no podía volver a aspirar a estar en primera línea creativa.