lunes, 28 de mayo de 2018

El narrador y la religión en ‘Las crónicas de Atlantis’


Se podría decir que Las crónicas de Atlantis es para Aquaman como Año uno fue para Batman, o como el resto de reinterpretaciones que se hicieron en esos años de otros personajes (el Superman de John Byrne, la Wonder Woman de George Pérez...) La principal diferencia es que mientras que en esos cómics cada superhéroe es el protagonista central, aquí la intención es construir una mitología alrededor de Aquaman recorriendo la historia de la ciudad de Atlantis y sus principales reyes. Se puede hacer una primera valoración breve: es un buen cómic. ¿Entonces cómo es que no se ha recopilado en tomo desde 1990? ¿Qué pega podía tener?

La única posibilidad que se me ocurre es el erotismo de la trama y del dibujo del español Esteban Maroto. Pero creo que es injusto destacar sólo ese erotismo, porque lo que hace Maroto en este cómic es espectacular. No sé cómo se me había creado en la cabeza la idea de que los autores de cómic españoles de estos años eran dibujantes entregados al arte, a sus proyectos personales, que actuaban con desgana cuando trabajaban para el mainstream. Me esperaba, la verdad, un cómic con un dibujo solvente sin más, de un ilustrador poco involucrado.

Aparte de ese contenido adulto creo que hay otro detalle más sutil que delata que Peter David estaba buscando un lector más adulto de lo normal. Un recurso que es habitual en la literatura, pero no tanto en el cómic: el narrador no fiable. El recurso le viene bien a David desde un punto de vista práctico: aunque la historia está llena de detalles, un narrador no fiable le permite a cualquier guionista posterior contradecir este cómic sin ningún compromiso. Por otro lado, también le da libertad para cubrir los huecos que David deja a propósito.

Hasta cierto punto le veo algo de torpeza, de estar subrayado, como si David tuviese miedo de que algún lector despistado no le fuese a seguir. Pero se puede disculpar si se piensa cómo trata el tema desde diferentes frentes. El narrador, o más bien, los narradores (los cronistas) no son fiables por varios motivos. Alguno no lo es por su ideología, otro porque el poder (el rey) le impide contar la verdad, otro porque la información necesaria no está disponible, y en algún caso el narrador decide embellecer los hechos reales con fines políticos.

Este narrador no fiable conecta con el tema más evidente del cómic, el conflicto entre ciencia y religión. O fe, magia, superstición… porque acaban estando todos mezclados. Hay un sesgo que le impide a David ser igual de brillante que en el anterior punto. Mientras que los héroes de este cómic están en el lado de la ciencia, los villanos defienden el uso de la magia. Y no cualquier magia, sino la de los dioses oscuros. Cada uno opinará lo que quiera sobre fe y ciencia, pero si pones la fe y los dioses oscuros en el mismo bando no estás tratando este conflicto con la complejidad necesaria.

Hablo como absoluto desconocedor del personaje y de los cómics de DC: tengo la sensación de que Peter David es consciente de lo ridículo que resulta Aquaman para los que no leen sus cómics, o tal vez incluso para los que sí los leen. Este trabajo de orfebrería, suyo y de Esteban Maroto, busca especialmente darle carisma y épica a este superhéroe apoyándose en tramas más serias: las luchas por el poder, el sexo, la familia, la muerte, la religión... También, imagino, intenta unificar toda la historia de Atlantis de DC en una versión única y consistente. Pillo algún detalle mínimo (por haber leído Crisis en Tierras infinitas), y eso me hace sospechar que hay mucha más investigación de lo que parece.

Han pasado casi 30 años para reeditar este cómic. ¿Y se ha reeditado por su calidad? No, para aprovechar el tirón de una película que todavía no se ha estrenado. Nos va a tocar pedir más adaptaciones para poder leer este tipo de cómics.

lunes, 21 de mayo de 2018

¿Qué pasa con el cine y los cómics?


Una vez leí que la geografía es uno de los factores que determina la religión de una persona. Según el país en el que vivas, es más probable que creas en una religión o en otra. Lo comento al hilo de otra opinión que escuché en una charla sobre literatura: la geografía es uno de los factores que determina el hábito de lectura. Por encima de los Pirineos el tiempo es lluvioso y hay menos luz, como si el clima invitase a quedarse en casa. Por el contrario, en España, Portugal, Italia, Grecia… tenemos un calor y un solecito que nos impone la obligación moral de disfrutarlos en la calle. También en las ciudades se lee más que en los pueblos. En las ciudades es más probable que tengas que ir y volver todos los días del trabajo en transporte público y que acabes buscando algo que hacer en esos momentos.

Entre los lectores de cómics ya sabemos que en España se leen pocos tebeos, pero que en Francia es todo lo contrario. Allí las tiradas son astronómicas y los autores son conocidos y respetados (¿Viven holgadamente de su trabajo? Es otro tema). El cómic triunfa como cultura popular y como arte para intelectuales. Lo que deberíamos decirnos es que no pasa sólo con los cómics: en Francia se leen muchísimos más libros que en España. Se lee más en general. Y por eso también se leen más cómics.

Todo esto viene a cuento de que en menos de un mes he coincidido con dos personas que me han admitido que nunca han leído un libro. ¿Ni siquiera en el colegio? Teniendo El rincón del vago podían evitarse tener que leer un libro para responder un examen.

No me escandaliza que una persona no lea. Yo he pasado alguna crisis de replantearme qué hago leyendo tanto cómic y tanto libro, qué espero conseguir con ellos, por qué me gasto tanto dinero… Un libro que escribió un profesor mío, El impresor de Venecia, le da vueltas al significado de la lectura: ¿buscamos la felicidad en los libros? ¿O la felicidad está fuera de ellos y estamos perdiendo el tiempo?

En otra charla a la que fui, un escritor decía que no le preocupaba que la gente no leyese. Lo que le preocupaba es que la gente que lee no lo hace correctamente, no se queda con los mensajes e intenciones de lo que está leyendo, se queda sólo con lo superficial. Decía que para leer así, era mejor no leer.

Tengo la sensación de que no es una buena época para los libros y los cómics, pero sí para los gimnasios y las series de televisión. Y no quiero decir que sean excluyentes. Pero leer no es hot. Y cuando lo es, se ridiculiza al que lee. En las épocas de Harry Potter, El código Da Vinci, 50 sombras de Grey, Canción de hielo y fuego o Los hombres que no amaban a las mujeres podías ver a enteradillos riéndose de estos lectores de libros de masas. No son libros de verdad, dicen, pero son los libros que cuentan cosas que interesan a la gente, creo yo.

Se lee poco, pero se ven series y pelis basadas en cómics. Y en su nuevo medio causan furor entre el público. Pienso en la Marvel cinematográfica en general, y lo único que puedo hacer es admirar lo que han conseguido en 10 años. Hay personajes absolutamente desconocidos que ahora todo el mundo adora (¡Mapache Cohete!). O incluso más difícil todavía, que la mayoría de los aficionados crean que Iron Man es el personaje más molón que existe, cuando en los cómics jamás llegó ni a tener carisma. Hay un trasvase. Donde antes hubo millones de lectores, ahora tenemos millones de espectadores. Unos espectadores que tal vez puedan sentir interés por los cómics, pero no creo que esa sea la intención con la que se hacen estas adaptaciones.

Yo no sé si leer es mejor que ver series, o si como decía ese escritor da igual cómo pierdas el tiempo si sólo te quedas en lo superficial de un relato. Lo que sí me pregunto es si el tirón que tienen el cine y las series está relacionado con el medio o con el contenido. Leer no es hot... ¿por las historias que se cuentan o por cómo están contadas?

lunes, 14 de mayo de 2018

Eso tan complicado de reeditar Bruguera


Hace unas semanas Penguin Random House anunció su intención de empezar a reeditar el catálogo de Bruguera. En Canino me pidieron un artículo con una lista de personajes poco evidentes que podría ser interesante reeditar. En mi cabeza le di vueltas también a todo lo que rodea a estas posibles reediciones (para mí son “posibles” hasta que no las vea), pero ese artículo no era el lugar para ponerme denso y desparramar mis reflexiones.

Empiezo admitiendo que me puede el pesimismo. Los pocos anuncios que han hecho me dan a entender que todo se va a limitar a reediciones de aquellos tomos de RBA que se distribuyeron en los quioscos. Tendría todo el sentido del mundo. Un gran grupo como Penguin no se puede permitir que otra editorial vuelva a tener parte de su material.

Me preocupan las dificultades que conlleva recuperar estas colecciones. Son series pensadas para un público diferente al actual, pensadas para un formato (la revista) que ni existe ni volverá con fuerza jamás. Tienen con contexto histórico, cultural, social… muy alejado del nuestro. La tecnología, las referencias culturales, los elementos costumbristas… Todo es diferente. ¿Para un niño va a tener sentido que Zipi y Zape quieran una bicicleta antes que un móvil? Incluso los valores de la sociedad han evolucionado. Ahora mismo los chistes sobre un matrimonio en el que los dos no se soportan suenan anacrónicos, por mucho que tuviesen sentido en una sociedad en la que el divorcio era ilegal. O al menos eso es lo que pienso yo, porque luego parece que los chistes de Jorge Cremades triunfan de manera inexplicable.

Precisamente si la sociedad ha podido evolucionar es por el fin de la censura. Todos estos cómics tenían que cumplir unas normas morales para poder ser publicados. No es sólo que en España no se pudiesen hacer cómics para adultos, es que tampoco había libertad para hacer cómics para niños. Un autor no podía expresarse en sus historietas con la misma naturalidad con la que hablaba con sus propios hijos. Esta falta de libertad les impedía contar ciertas cosas de ciertas maneras, les obligaba a ser precavidos y no arriesgarse. Les impedía tener la garra que un autor de cómics de otro país tenía o la que los autores españoles pueden tener actualmente.

Si el Estado le prohibía expresarse con libertad, la editorial también limitaba a los autores en el apartado gráfico. En Bruguera los cómics tenían que tener una claridad narrativa absoluta y una altísima densidad de viñetas. Es decir, que en las revistas sólo se publicaban páginas con el mayor número posible de viñetas rectangulares dispuestas en hileras horizontales, sin posibilidad de alguna experimentación visual. Esto no ocurrió durante toda la vida de la editorial, sino aproximadamente hasta la llegada de la democracia, con la sustitución (no relacionada) de cargos de responsabilidad en la editorial, pero el grueso del material de Bruguera pertenece a esa primera etapa.

Y digo todo esto sin contar con la verdadera gran dificultad: la falta de materiales originales. Un gran porcentaje de las páginas se ha destruido, perdido o deteriorado. La visión cortoplacista de Bruguera no le daba la importancia que tenían a estas páginas, y ya no es que no se las devolviesen a los autores (imagino que para evitar que las volviese a publicar la competencia), es que las llegaban a destruir o guardar de cualquier manera. Si se quiere reeditar estas historietas, hay que partir por tanto de las revistas en las que se publicaron, que tampoco son fáciles de localizar. Habría dos posibilidades de restauración: o se recupera la línea y el color para que tengan la calidad de impresión de cualquier cómic actual (como Don Talarico o el Pulgarcito de Jordi Coll, o el Space Masters de Ferran Delgado), o se hacen escaneados de mucha calidad para reproducidos tal y como fueron impresos originalmente (como el Popeye y los tomos de Steve Ditko de Fantagraphics).


Una última dificultad: hay que recordar que en su momento estos cómics se consideraban material de usar y tirar. No lo digo para diferenciar las historietas de Bruguera de los cómics de superhéroes, las historietas francesas o los mangas. En todos estos casos la visión que se tenía del cómic era parecida. A lo que me refiero es que los criterios artísticos con los que hay que valorar estas obras son las del arte popular. Porque arte hay, incluso en un autor como Manuel Vázquez. Recordemos: un dibujante moroso, estafador, perezoso, que hacía lo posible por maximizar el beneficio a cambio de un mínimo esfuerzo… y al que consideramos un genio del cómic. Arte hay, insisto, pero es un arte diferente. Un arte pop, de masas, para un gran público.

Me pongo negativo, aunque desearía poder ver estas reediciones. Los cómics de Bruguera son los que han educado a los autores de cómics que leemos ahora, o al menos a los de cierta edad. Y al mismo tiempo, el contexto histórico de estos cómics (el que he puesto como contra antes) es también uno de sus puntos fuertes. Sus autores reflejaban la España de la época desde la naturalidad, desde lo cotidiano. Era un testimonio de la realidad del país desde el punto de vista de los trabajadores, no desde el punto de vista institucional o intelectual. A pesar de la censura, en sus páginas calaban también los sentimientos y frustraciones del momento.

No es la primera vez que se va a reeditar cómics de Bruguera, y por eso también recomiendo precaución. Pienso en el tomo de La gorda de las galaxias o el de Topolino, el último héroe, dos tomos que no funcionaron entre los lectores. Ediciones B tiene que definir al público al que quiere dirigirse y enfocar el material en función de ese público. Para elegir esas historietas hay muchos factores que tener en cuenta. Por ejemplo, se debería dar prioridad a los cómics de autores que estén vivos o en activo, tanto como recompensa por su trabajo como por la ayuda que pueden dar ellos para hacer promoción. Habría que pensar en aquellos cómics cuya restauración sea más sencilla, y en los que su contenido pueda conectar mejor con el lector actual. Y por supuesto, aquellos que tuvieron mayor impacto en la sociedad, aquellos que arrastraron a masas de lectores a los quioscos y a las tiendas de segunda mano. En cualquier caso, la nostalgia será una ayuda para poder promocionar estos cómics, pero no debería ser la justificación cuando se elija lo que se va a reeditar.

Hay motivos para ser optimistas. El nuevo enfoque de Edicones B a la hora de enfrentarse al material de Bruguera es muy diferente al de los años anteriores, en los que habrían sido imposibles el libro del TBO de Antoni Guiral, los integrales del 13, rúe del Percebe o Rompetechos, o la restauración de Pulgarcito. Quiero decir, Ediciones B ha planteado alternativas a sus formatos tradicionales con las que está intentando acercarse a los hábitos de consumo y lectura de los lectores actuales. Ediciones B ha demostrado voluntad de hacer algo diferente, y bajo el ala de Penguin es posible que tenga los medios para hacerlo. En ese sentido, es el mejor momento para plantearse estas reediciones.

Hablo mucho sobre recuperar el catálogo de Bruguera, pero Ediciones B tiene que plantearse también dos objetivos paralelos. Por un lado, continuar estas series, personajes y estilo en los casos y de la manera que sea posible. Sería interesante descubrir si estos personajes tienen sentido en las estanterías actuales. Y por el otro, desarrollar un catálogo original, alejado de Bruguera y su estilo, nuevos autores con ideas innovadoras que puedan crear una nueva forma de entender el cómic popular.

En cualquier caso, el tiempo juega en contra de la recuperación del catálogo de Bruguera. Cuanto más tarde se haga, menos lectores tendrán algún interés en leerlo y el material será más difícil de encontrar y restaurar. Es una carga tener que recuperar este catálogo, pero es precisamente la carga que muchas otras editoriales desearían llevar a cuestas. Es ahora o nunca.