viernes, 14 de febrero de 2014

"Estraperlo y tranvía", "Haxtur" y "Nova-2"

48 páginas, color, cartoné, 18,95 €

Siempre tengo la sensación de que Ediciones B vive al margen del mundo editorial español. No me refiero a que deba publicar los mismos cómics que el resto de editoriales, sino al poco movimiento que tiene lo que publica. Apenas se la ve en las críticas, en los comentarios de los lectores o en las tiendas especializadas (aunque sí mucho en las grandes superficies). Ha habido una excepción reciente, un cómic de Ediciones B que llegó a optar al Premio Nacional del Cómic el mismo año que el "Arrugas" de Paco Roca. No es una excepción que merezca caer en el olvido.

"Estraperlo y Tranvía" es una mezcla interesante. Por un lado es un reflejo de la España de la Dictadura, y para ello Alfons López lleva el relato a lugares donde ese contraste pasado/actualidad salte más a la vista; es también un homenaje lleno de guiños e insinuaciones a las historietas y el cine del franquismo, con personajes de Pulgarcito y actores de la época distribuidos por las viñetas; y por último, es una historia de sólo 44 páginas formada por nada menos que cuatro subtramas, fuertes y bien entrelazadas, que en ningún momento llegan a saturar ni dejan al lector insatisfecho. Todo está ensamblado con una aparente sencillez, sin que nada chirríe ni quede forzado, excepto tal vez la resolución de la trama de Aurorita,.

Hay que admitir que Alfons López juega muy bien con el aspecto más delicado del cómic, su lectura política. Todos los autores son libres de tener su ideología, pero en el tema de las ventas con este cómic habría sido arriesgado alejarse de los lectores conservadores que recuerdan con nostalgia los tebeos que leían de niños. De ahí interpreto yo que Alfons tira por la calle del medio, se aleja de la agresividad que podría haber mostrado Carlos Giménez y se camufla en la asepsia ideológica. En este cómic parece que pertenecer a un partido político es algo tan inocente como pertenecer a un equipo de polo mientras que los maquis en el fondo no son mostrados ni como héroes ni como villanos.

Es sólo un disfraz. En apariencia haber formado parte de un bando o de otro en la Guerra Civil no tiene ninguna importancia, y sin embargo a lo largo de este relato se ven ejemplos de la ridícula retórica del régimen, de la omnipresencia del catolicismo, de la pobreza, la censura (¡prohibido hablar de la guerra!), el fariseísmo del cura que no da limosna a un niño y la obsesión exagerada por la moral y las buenas costumbres. Es una España gris, y  no sólo por el coloreado de Alfons, una España en la que era duro vivir.


96 páginas, color, cartoné, 25 €

Para ser un cómic de espada y brujería, "Haxtur" tiene demasiados defectos. Los capítulos de seis páginas son demasiado simples. Cada uno presenta un problema que es resuelto inmediatamente sin que llegue a importar realmente lo que ocurre ni por qué. Se podrían haber convertido en relatos más complejos añadiendo más viñetas, pero así se hubiese tenido que reducir el tamaño de unas ilustraciones que no se puede negar que son impresionantes (y de hecho casi el único punto de interés de este cómic). A este esquematismo se le une la pedantería de los diálogos, un quiero y no puedo de una intelectualidad mal entendida. Por si no fuera poco, el cómic abusa de un simbolismo que muchas veces es demasiado críptico. Sin embargo, leer "Haxtur" merece la pena.

Cuando este cómic se publicó, entre 1969 y 1971, difícilmente un autor podía atacar con descaro las bases del nacionalismo católico del régimen franquista. Con estas historias Víctor de la Fuente quería encadenar una crítica tras otra a la tiranía, el dogmatismo, las religiones, el racismo, el sexismo, etc., y esto sólo se podía hacer desde el disimulo velado, un disimulo que desaparece sólo en el protagonista con melena y barba salvajes que recuerda a un guerrillero revolucionario.

Tengo la sensación de que es muy difícil escribir sobre lo que lo que este cómic significa por culpa del su hermetismo, la sensación de que al final yo acabaría escribiendo sobre lo que quiero ver en él, de que lo forzaría para que su mensaje fuese el que se acomoda a mi forma de pensar. Quiero decir, cuando Haxtur se pregunta a sí mismo sobre por qué la "muerte" vence a la "razón" yo no entiendo de manera literal la frase. En el contexto en el que se mueve el cómic creo entender que realmente pregunta por qué la "tiranía" vence a la "revolución", que Víctor de la Fuente oculta con metafísica preguntas más políticas. Mi duda está en los límites de la interpretación de este cómic.

Veo en "Haxtur" una especie de Conan enclenque que pretendía tener más lecturas y significado que el resto de fantasía heroica de la época. Más allá de la clásica lucha del bien contra el mal que puede ser entendida por un público internacional, Víctor de la Fuente concreta ese conflicto en el contexto español, con mensajes y dobles sentidos que hablan de nuestro país en aquella época. A pesar del mal sabor de boca que dejan sus capítulos simples y repetitivos, por esa búsqueda de la relevancia y su poderoso dibujo es un cómic que merece ser tenido en cuenta.


96 páginas, blanco y negro y color, cartoné, 14,95 €

Si de "Haxtur" decía que era pedante y difícil de entender, ¿cómo puedo describir entonces a éste otro? "Nova-2" no tiene realmente un argumento ni un tema, es un desparrame caótico de escenas y reflexiones, un cajón de sastre que no obedece las convenciones narrativas básicas. Lo que pretendía ser en un primer momento un cómic de ciencia ficción del montón, pedante en su forma de expresarse, poco sutil y con la pinta de aparentar más intelectualidad de la que tendría realmente, se convirtió por accidente en un experimento salvaje y personal a partir del momento en el que John Lennon fue asesinado por Mark David Chapman.

Es a partir de este suceso trágico cuando parece que Luis García pierde el interés en esa historia del meteorito que debe ser investigado por tres científicos. ¿Qué más da? ¿Qué sentido tiene la ficción en un mundo donde un Beatle muere de una manera tan absurda? Así el relato deja de tratar sobre el meteorito para hablar de la vida del dibujante del cómic que contaba esa historia, del solitario Víctor Ramos para el que la el día a día ha dejado de tener sentido hasta el punto de que se plantea el suicidio.

Lo que sigue es una sucesión de escenas inconexas, escritas viñeta por viñeta sin guión previo. Una rima de Bécquer, un cuento anarquista/feminista, una película de Hitchcock, una sesión de tarot y un repaso a la historia de España reciente y de la Segunda Guerra Mundial después de una secuencia masturbatoria bastante inquietante. Un caos desorganizado lleno de miedo y rabia, de existencialismo, incluso de crítica al medio del cómic que encuentra "insoportable". El contraste de las viñetas de Flash Gordon con las consecuencias reales de la guerra sirven para criticar una evasión que glorifica la violencia. Todo cabe en este cómic.

Era difícil darle un final a una historia sin sentido, pero tal vez para bien Luis García decidió cerrarla de una manera que explicase el caos del relato, en vez de aceptar el caos porque sí. Me cuesta recomendar este cómic aunque haya disfrutado con la locura de su estructura y el hiperrealismo del dibujo. Me pesa demasiado la pedantería, me molesta el intento de lenguaje elevado que realmente no dice nada. Un ejemplo es la página 28, con la referencia a las leyes de Newton que no tiene sentido en absoluto se mire como se mire. ¿Qué tiene que ver la inercia, la acción/reacción y la masa con conseguir un revólver? Es sólo un adorno, una referencia culta a algo que el autor realmente no entendía.

jueves, 6 de febrero de 2014

El Gato Perdido, de Jason

Rústica, color, 160 páginas, 16 €

Hay un gato perdido en medio de la calle. Un detective privado (con cara de sabueso, bien elegido) pasea bajo la lluvia, lo descubre y se da cuenta de que es el de un anuncio que ha visto en una pared. Se lo lleva a su dueña, con la que entabla una larga conversación. En ese momento conectan, surge una chispa entre ellos, por lo que quedan en volver a verse. Sin embargo, ella desaparece de su edificio al día siguiente sin dejar rastro...

Si algo había quedado claro con Jason hasta este momento es que su cinefilia casi no tiene rival. En la figura de Danny Delon de la portada es inevitable imaginar los rasgos de Humphrey Bogart, el actor que inmortalizó la figura del clásico detective implacable que no para hasta resolver un caso. Los guiños a El Sueño Eterno (una librería, imágenes de desnudos...) van sucediéndose al mismo tiempo que las sutiles referencias a las historias de ciencia ficción, empezando por el libro que Charlotte le regala a Delon (el segundo guiño al libro de Saint-Exupéry dentro de los cómics de Jason si no me equivoco).

Con esta mezcla de género negro y ciencia-ficción Jason habla del amor perdido. Por un lado, el detective quiere reencontrarse con la mujer que desea. Por el otro, un cliente busca el cuadro de un desnudo de una antigua amante. Los dos viven con esa necesidad recuperar lo perdido y de empezar lo que no tuvo comienzo. Los dos viven en el pasado, se obsesionan con sus recuerdos. Esto es lo que yo creo que distingue los cómics de Jason de los de otros autores. No se trata de su estilo frío y parco en palabras (que voy a sugerir que podría ser muy característico de los noruegos, como en la película Déjame Entrar), sino de su lúcida comprensión de que las historias de género han de tener alma además de suspense y aventura. Jason abraza las historias de géneros clásicos sin ruborizarse, no reniega de ellos ni intenta disimularlos, y lo hace así porque sabe tratar sus relatos con inteligencia. En sus cómics hay tanto una emotividad desatada como unos acertados desarrollos de personajes.


Me falla ligeramente el final. No dudo de que Jason intenta ser honesto, pero esta vez tengo la sensación de que el resultado ha quedado un poco forzado. La fusión de géneros está preparada con pequeños detalles, pero no los suficientes como para que lo que aparece en las últimas páginas resulte natural del todo. Parece un Jason obligándose a parecerse a sí mismo, a tener que mezclar géneros porque es lo que se espera de él.

Ahora bien, este cambio abrupto no perjudica al significado que tiene ese final tan conmovedor como desolador. Cuando la triste realidad le da un puñetazo en la cara a Danny Delon, él se refugia en sus recuerdos como el cobarde romántico en el que lo ha convertido su idealización de Charlotte. Se da cuenta de que nunca llegó a conocerla del todo, de que su amor no se sostenía en nada sólido. Poco le falta para pronunciar la frase que Bogart recitó en otra  de sus películas, el "Siempre nos quedará París".


Cómics relacionados:

¿Por qué haces esto?, No me dejes nunca, Yo maté a Adolf Hitler y El último mosquetero (Jason)
Athos en América (Jason)
El loro de Frida Kahlo (Jason)
La momia misteriosa (Jason)