lunes, 11 de marzo de 2013

Flex Mentallo

Hay veces en las que me siento completamente desconectado de la opinión mayoritaria en cuestión de tebeos. Leo varias críticas sobre un cómic y soy incapaz de entenderlas, no las comparto en absoluto. Parece que hay una presión de grupo, que nadie se atreve salirse de la norma como en los experimentos de Asch, como si dar una opinión personal que se aleje de la descripción que da la editorial fuese algo terrible. Por ejemplo, con Flex Mentallo.


Se trata de un cómic escrito por Grant Morrison y dibujado por Frank Quitely que fue publicado en cuatro grapas durante 1996. El personaje ya había sido utilizado en la colección Doom Patrol unos años antes pero por lo que sé no debe de haber ninguna relación “necesaria” con este cómic, se puede entender de manera independiente. El personaje es una caricatura del famoso Charles Atlas que aparecía en la publicidad de los comic-books americanos anunciando un programa de ejercicios para convertirse en un titán como él. Precisamente por esta parodia es por lo que este cómic no ha podido reeditarse hasta hace poco ya que los herederos de Charles Atlas interpusieron algún tipo de demanda con DC (se utilizan al menos tres frases del anuncio original dentro de este cómic, puede que haya influido).

El anuncio original de Charles Atlas, se le hace referencia
a él incluso en Rocky Horror Picture Show.

Un ejemplo de este tipo de publicidad en los
tebeos de Bruguera: el "Charles Atlas español".

Flex Mentallo como cómic se apoya en dos temas: la relación que hay entre los superhéroes y las personas, y la relación entre universos o niveles de consciencia, realidad y ficción, etc. Es decir, un clásico en la carrera de Morrison desde que la ruptura de la cuarta pared de Buddy Baker se convirtió en una trama principal y no un guiño aislado al lector. Además, el guionista aprovecha para dar su visión sobre la historia del cómic de superhéroes.

La historia se ambienta en dos realidades. En una, Flex Mentallo, igual que Animal Man, cree que es real (se "volvió real" en la colección de Doom Patrol) cuando lo cierto es que protagoniza las historietas mal dibujadas de un niño, Wally Sage. En la otra Sage descubre que las historietas de Flex las dibujó inspirado por superhéroes reales (de los que está formado, los que crearon la “realidad”), una revelación con la que consigue transformarse en un superhéroe y abrirles las puertas de la existencia tangible. Posiblemente el contraste más interesante entre las dos historias es que Sage tiene miedo de sentirse observado, como se intuye cuando dice que hay “gnomos que miran cómo me desvisto”. Es decir, Sage tiene miedo de ser un personaje mientras que Flex parece que evoluciona desde creer que es real hasta darse cuenta de que sólo es un catalizador y despedirse del lector.

El debate que hubo alrededor de la nueva edición fue sobre el nuevo coloreado,
realizado bajo la supervisión de Quitely. Yo no le veo pegas.

Todo esto tiene más sustancia si nos damos cuenta de que este cómic se publicó cuando las tierras múltiples estaban prohibidas dentro de DC Comics (“son restos de un millar de tierras paralelas fuera de fase”). Aquí Morrison está planteando un universo dentro de otro y dentro de otro, como un juego de muñecas rusas, o como los niveles del sueño en Inception. Flex Mentallo viene de los cómics de Doom Patrol que él considera ficticios, pero él mismo es ficción dentro del universo de Sage, que es ficticio desde nuestro punto de vista. De paso Morrison aprovecha para establecer un paralelismo entre las Crisis en Tierras Infinitas de Wolfman y Pérez con el miedo a la Guerra Fría y la bomba atómica.

En algunos momentos las conexiones entre ficción (cómic dentro del cómic) y realidad (cómic) son más fáciles de encontrar que en otras. Por ejemplo, uno de los mentalios que debilita a Flex es el de cordero y pavo, los ingredientes de la comida del gato del primer número. Hay más pero son obvias, como las bombas, las manos mojadas, la pecera… La idea es que los superhéroes tuvieron que huir de la realidad, convertirse en personajes imaginarios que habitan dentro de la “incertidumbre cuántica” (por llamarla de algún modo) de las partículas nucleares para poder sobrevivir a un cataclismo. Desde ese micromundo forman parte de nosotros y nos inspiran ideales heroicos para que poder ser recordados. Es decir, que ya no estamos formados de polvo de estrellas como decía Carl Sagan sino de "polvo de superhéroes".

Éste es el segundo aspecto de la historia, el cómo los ideales de los superhéroes transforman a las personas, o cómo todos podemos ser (o incluso somos) superhéroes. No solamente estamos formados por estos microseres del tamaño de femtómetros sino que, como insinúa Mentallo cuando habla de los mentalios, podemos ser un superhéroe y no recordarlo.

El superhéroe de Morrison no es retorcido ni angustiado, es un personaje orgulloso y satisfecho, poderoso, que no se avergüenza (o no es consciente) de su ridiculez. Su superhéroe no es oscuro ni realista, sino absurdo, naif, ingenuo y bienintencionado. Un completo boy-scout que pide leche en un bar y no distingue a un travesti de una mujer. Morrison defiende un superhéroe inspirador, un modelo a seguir como el que describe en All-Star Superman: “les has dado un ideal al que aspirar”.

Flex altera la realidad flexionando los músculos.

Después de todo lo dicho, ¿funciona como cómic? Personalmente, creo que falla estrepitosamente. No existe realmente una historia, todo es una exposición atropellada de estas reflexiones mal explicadas y sin ritmo. Quienes se quejen de la trama de piratas de Watchmen es lógico que aquí digan que la historia de Mentallo no tiene ningún sentido. Es cierto que no es un error, es un efecto buscado: “cuando eres un crío simplemente lo haces. Ni siquiera piensas en ello. Es puro”. Es puro, pero también absurdo, avanza a golpe de deus ex machina, sin coherencia. No la tiene porque además Morrison acumula tantas ideas que se olvida de contar una historia con personajes con carisma o que hagan algo. El guionista escribe sólo para el lector creyente, para el “friki” de los superhéroes que quiere leer superhéroes que hablen sobre superhéroes. Se trata de filosofar sobre el lado místico de la esencia de estos personajes de una manera pretenciosa, confusa y desordenada.

Me cuesta recomendar este cómic, ni para gente que suela leer cómics de tíos en mallas ni muchísimo menos para gente no los lea. Este tebeo tan enmarañado y endogámico sólo puede estar pensado para alguien que tenga en la cabeza las mismas opiniones que Morrison.

5 comentarios:

El Tete dijo...

Aleluya!

Alguien más que piensa como yo.

Anónimo dijo...

Lo que dices del "miedo" a criticar negativamente un cómic mayoritariamente alabado (con argumentos, claro) pasa bastante. Creo que casi siempre con cómics españoles o editados por editoriales españolas independientes. Y es algo que no termino de entender.

Peúbe dijo...

No voy a opinar sobre las causas de esa última reflexión pero sí las consecuencias: hay muy poca competitividad entre los autores de cómic español actuales.

Anónimo dijo...

Hombre, enmarañado y endogamico el comic lo es un rato y por supuesto no se lo recomendaria a cualquiera.
Yo soy uno de los primeros que admite haberlo leido tres o cuatro veces cuando me lo compré porque no entendía ni papa pero, no se, tiene un algo que me atrae. No se si será lo buenisimo que es Quitely o las locuras lisergicas de Morrison pero me parece un comic cuanto menos curioso.

Benji Gregory dijo...

Es horrible, me encanta